Diplomacia

Ucrania, Gaza... ¿Por qué Arabia Saudí se ha convertido en un 'hub' diplomático decisivo?

El régimen, manchado por el asesinato de un periodista y la discriminación de las mujeres, se consolida como un estado geoestratégico que puede frenar los dos conflictos actuales

El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed bin Salman, en la cumbre del G-20 en Indonesia el año pasado.
14/02/2025
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BarcelonaTal y como ocurrió en el 2018, Arabia Saudí y su príncipe heredero, Mohamed Bin Salman, están en boca de todos: tanto de mandatarios como de medios de comunicación internacionales. Sin embargo, las razones no pueden ser más diametralmente opuestas. Entonces, el líder saudí y su reino se encontraban en el ojo del huracán por el brutal asesinato del periodista y disidente Jamal Khashoggi. Ahora, son protagonistas porque han adquirido un enorme peso en el tablero geoestratégico, sobre todo en Oriente Medio, pero no sólo. Las visitas de presidentes, ministros de Asuntos Exteriores y emisarios en Riad se suceden estos días a un ritmo frenético. La guinda de este estatus de hub diplomático podría ser la celebración de una cumbre sobre la paz en Ucrania entre el presidente ruso, Vladimir Putin, y el estadounidense, Donald Trump, él mismo promotor de la idea.

La transición de estado paria a actor inevitable de la diplomacia mundial ha sido progresiva, pero se ha acelerado últimamente y no habría sido posible sin el tesón de Bin Salman, auténtico hombre fuerte del régimen, y el músculo energético y financiero de un país que ha liderado durante décadas la lista de ex. Durante varios años, los líderes occidentales evitaron cualquier contacto con Bin Salman, considerado el autor intelectual del asesinato de Khashoggi en el consulado saudí de Estambul. El hecho de que Riad promueva una versión ultraconservadora del islam, el wahhabismo, tampoco ayudaba a su reputación internacional.

Así pues, durante su campaña presidencial del 2020, Joe Biden declaró que quería convertir al joven príncipe en un "paria" internacional. Dos años después, el propio Biden escenificaba una especie de indulto simbólico con un saludo al líder saudí típico de la era cóvido, un suave choque de puños. Entre las dos escenas, algo que sacudió las relaciones internacionales y facilitó la rehabilitación de Arabia Saudí: el estallido de la guerra de Ucrania.

El ascenso de Riad a la diplomacia mundial

Otros dos acontecimientos han sellado el regreso de Riad a la primera fila de la diplomacia mundial: el ataque de Hamás el 7 de octubre de 2023 y la victoria de Donald Trump en las elecciones presidenciales de EE.UU. Tras muchos años de mantenerse en un segundo plano, la guerra de Gaza, definida como "genocidio" por varios actores internacionales, ha situado de nuevo el conflicto entre Israel y Palestina en el centro de las preocupaciones de la comunidad internacional. Por su parte, Trump tiene una relación muy fluida con la familia real saudí, como ya demostró en su primer mandato, gracias a sus negocios inmobiliarios en la región del golfo Pérsico.

Hay un tercer factor más estructural que ha facilitado el ascenso saudí: el declive de Egipto como líder del mundo árabe. "Desde la caída de Mubarak, Egipto ya no tiene un papel clave en la región", comenta el analista sirio Muhsen al Mustafa, del think tank Omran Studies. Ese vacío que ha dejado El Cairo le ha ido ocupando poco a poco Riad. Por eso, este fue el destino del primer viaje internacional del nuevo líder sirio, Ahmed al Sharaa. Arabia Saudí se ha convertido en lo que en inglés se llama "un estado pivote", es decir, que con sus movimientos hace bascular una región entera porque otros muchos, de menor importancia, le siguen.

Es precisamente esta nueva condición de pívot la que hace que tanto Trump como el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, consideren a Arabia Saudí como un país clave en el conflicto entre israelíes y palestinos. Están convencidos de que si Riad normalizara sus relaciones con Tel-Aviv, varios estados árabes seguirían sus pasos y los palestinos se quedarían solos y aislados en su reclamación de un estado.

Probablemente, por razones más puramente egoístas de Trump –sueña con el Nobel de la Paz–, ésta ya fue una obsesión durante su primer mandato, y todo parece indicar que ahora insistirá mucho. De hecho, a instancias suyas, otros tres países árabes, Marruecos, Bahréin y los Emiratos Árabes, ya establecieron relaciones diplomáticas con Israel en el 2020, los llamados Acuerdos de Abraham.

Quizá la idea de sugerir a Arabia Saudí como sede del encuentro de Trump con Putin forma parte de una campaña de seducción de Bin Salman con un nuevo capítulo de los Acuerdos de Abraham en el horizonte. En cualquier caso, es cierto que el distanciamiento entre Washington y Riad, que ya empezó durante la presidencia Obama, ha provocado que el régimen saudí aplique una política exterior más independiente. Por eso no se ha alineado con Occidente a la hora de imponer sanciones a Rusia y no ha roto los puentes con Putin. Ambos países son los más poderosos de la OPEP+, la asociación que reúne a los principales productores mundiales de petróleo.

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