Ningún país se hace cargo de la evacuación de las diputadas afganas

La mayoría siguen en Kabul a pesar de que su vida corre peligro

Combatientes talibanes patrullan por las calles de Kabul
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BarcelonaHasta hace cuatro días se consideraba que eran el mejor ejemplo de todo lo que Afganistán había cambiado durante los últimos años con la presencia de las tropas internacionales. Ahora, sin embargo, nadie se acuerda de ellas. Son las diputadas del Parlamento afgano. Después de la caída del régimen de los talibanes, la comunidad internacional presionó para que la nueva Constitución afgana, aprobada en 2004, estableciera que un cuarto de los asientos de la cámara baja fueran reservados para mujeres. El resultado fue que en los últimos quince años las mujeres han ocupado el 25% de los escaños. A pesar de eso, con el colapso del gobierno y el regreso de los talibanes, ningún país se ha preocupado ni se ha hecho cargo de evacuar a las diputadas afganas. La mayoría, unas cincuenta, siguen en Kabul, muertas de miedo. Son caras conocidas que, en muchos casos, han destacado por defender los derechos de las mujeres.

"No sé qué harán los talibanes con nosotras", explica por teléfono una de ellas, que hacía tres años que ocupaba un escaño en el Parlamento y que pide que no se publique su nombre por razones obvias. Asegura que ha contactado con un montón de embajadas para pedir ayuda pero que ninguna, excepto una, le ha contestado todavía. "Me llamaron hace unos dos o tres días y me dijeron que volverían a contactar conmigo, pero no lo han hecho. No sé qué embajada era. Estoy tan trastornada que ni me acuerdo". Y con razón. Según dice, los talibanes le han robado el coche y ha tenido que marcharse de casa y buscar otro lugar donde alojarse para que no la localicen. "Por supuesto estoy en contacto con el resto de diputadas. Todas estamos igual", asegura.

De hecho, así lo confirma otra parlamentaria que ocupa un escaño desde hace diez años y que también contesta al teléfono desde Kabul. No sabe hablar inglés, así que su hermano le hace de traductor y responde a las preguntas de esta periodista. "Se pasa llorando noche y día –comenta el hombre–. Necesita ayuda urgentemente". Según explica, a ella los talibanes también le han robado el coche –un vehículo blindado con el que se movía por Kabul– y han atacado su casa. Ha tenido que refugiarse en otra parte.

"Estoy tan asustada... Por favor, ayúdeme a salir del país cuanto antes mejor", suplica. Su hermano añade: "El tiempo se acaba". El presidente de los Estados Unidos, Joe Biden, se ha reafirmado este martes en su decisión de retirar todas las tropas norteamericanas de Afganistán el 31 de agosto, cosa que obligará a interrumpir los vuelos de evacuación. Los efectivos de los Estados Unidos son los que garantizan la seguridad en el aeropuerto de Kabul, que actualmente es la única vía para salir del país. Todas las fronteras están cerradas.

Familias embarcando en un vuelo militar norteamericano para ser evacuadas de Kabul.

La indiferencia internacional respecto a las diputadas es tal que una de ellas, que sí ha conseguido salir de Afganistán, es quien está moviendo cielo y tierra para ayudar a sus compañeras. También quiere mantener el anonimato porque, justifica, parte de su familia se ha quedado en Kabul. "A mí me han evacuado, pero no porque sea diputada, sino porque soy activista y he trabajado para asociaciones de mujeres", aclara. El lunes aterrizó en Washington y lo primero que hizo fue elaborar una lista de todas las diputadas que se han quedado atrás, en la capital afgana. En total suman cincuenta personas, a las que hay que añadir sus familiares más próximos, o sea, maridos e hijos. En definitiva, se trataría de evacuar como mínimo a unas 200 personas.

El Parlamento afgano, en una imagen de archivo.

"Con muchas de ellas tenía rivalidad política, pero no las puedo dejar así", argumenta la parlamentaria que está en Washington. De hecho, la unidad nunca caracterizó a las diputadas en Afganistán durante los últimos años, sino todo lo contrario. La mayoría de las veces discutían continuamente. Muchas se presentaban a las elecciones, no porque tuvieran convicciones políticas sino porque querían tener un buen sueldo. O porque querían huir de una situación familiar que las ahogaba. Por ejemplo, algunas reconocían en pequeño comité que su marido les pegaba o que habían concurrido a las elecciones para evitar un matrimonio forzado. Entrar en la cámara baja les garantizaba dinero y a menudo tener seguridad armada. Ahora se han quedado sin nada.

La diputada que está en Washington lamenta que, como todo el mundo que intenta huir de Afganistán, ella también tuvo que abrirse paso a empujones para llegar al aeropuerto de Kabul, dormir en el suelo hasta ser evacuada y no lavarse durante días. No tuvo ningún privilegio a pesar de ser una representante política.

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