Portugal vota hoy: ¿es el fin del gobierno de izquierdas?
Las encuestas muestran un empate técnico entre socialistas y conservadores
BarcelonaLa intención del presidente portugués, Marcelo Rebelo de Sousa, cuando convocó elecciones anticipadas ahora hace tres meses era intentar acabar con un bloqueo político en el Parlamento que impedía la gobernabilidad en el país. Pocas horas antes de los comicios, sin embargo, nada hace pensar que la situación será muy diferente el domingo por la noche, cuando se publicarán los resultados electorales. Las últimas encuestas muestran un panorama totalmente abierto y es imposible prever cuál será el partido más votado.
Mientras los portugueses comienzan a depositar su voto en las urnas, está claro que la clave será el voto de los indecisos –en torno a un 15% según las encuestas– y de los confinados. La elevada abstención habitual en Portugal puede ser aún más acusada en un momento en el que los contagios están disparados y se estima que más de 400.000 personas (algunos medios locales hablan de 600.000) están aisladas. Sin embargo, los confinados podrán votar presencialmente durante la última franja horaria de la jornada, de seis a siete de la tarde. Para intentar fomentar la participación, el pasado domingo se organizó un voto anticipado en el que participaron muchos menos portugueses de lo que el gobierno esperaba. La logística se preparó para que votaran anticipadamente a un millón de personas, pero solo se inscribieron alrededor de 300.000, entre ellas el primer ministro.
Hasta hace pocos días, prácticamente no había dudas de que el Partido Socialista (PS) del primer ministro António Costa sería el vencedor. La única incógnita era si tendría suficiente apoyo para gobernar en solitario. Ahora, sin embargo, ya no está tan claro. El Partido Social Demócrata (PSD), de centroderecha, ha cogido impulso y las encuestas auguran un empate técnico o incluso una victoria de los conservadores. Esto supone ya una victoria parcial para su líder, Rui Rio, que después de superar fuertes disputas internas ve ahora cómo su partido resurge, mientras que hace solo nueve meses se situaba a más de 15 puntos de los socialistas.
En el sondeo diario de la CNN Portugal y en las encuestas de otros medios, el PSD, liderado por Rui Rio, apareció por primera vez por delante del PS a principios de esta semana, durante la cual se ha mantenido el pulso entre los dos principales partidos enalrededor del 34% (lejos del 40% que marcaría la mayoría absoluta).
“El principal interrogante son los pactos de gobernabilidad a partir del lunes, porque sea quien sea que quede primero no parece que tenga que conseguir una mayoría para gobernar en solitario”, constata la investigadora del Real Instituto Elcano, Raquel García, que añade que Portugal se encamina hacia un Parlamento “cada vez más fragmentado”.
Seis años después, queda lejos ese pacto tan insólito como aclamado de socialistas, comunistas y el Bloque de Esquerra (BE) que llevó a Costa al gobierno en 2015, bautizado como la geringonça. Después de las elecciones de 2019, Costa optó por gobernar en minoría y contar con el apoyo externo de sus ex socios, cosa que provocó un enfriamiento de las relaciones, hasta llegar a la ruptura de octubre, cuando comunistas y BE tumbaron la propuesta de presupuestos del gobierno y forzaron el adelanto electoral.
Objetivo, mayoría absoluta
Costa lo tiene claro: necesita mayoría absoluta para quedar liberado de la obligación de tener que negociar con otros partidos. Hasta no hace mucho, parecía un tabú y los socialistas hablaban de “mayorías suficientes”. Pero ya muy entrada la campaña y con el PSD recortando distancias, el primer ministro ha dejado atrás los eufemismos para pedir abiertamente una mayoría absoluta que garantice la estabilidad y evite una tendencia de “mini ciclos”.
Aún así, Costa parece resignado a la idea de que tendrá que negociar. Por eso, el líder socialista ha rebajado los últimos días la dureza de su mensaje contra sus antiguos socios de gobierno, hasta enterrar definitivamente el hacha de guerra cuando el miércoles pidió poner fin “sin acrimonias ni resentimientos” a la crisis política que, eso sí, subrayó que había sido abierta “irresponsablemente”. “Costa ha demostrado ser un líder con capacidad de negociación y su prioridad será formar gobierno; si le hace falta, no tendrá ningún problema en negociar”, afirma García, que indica que si sigue como primer ministro se podría convertir en el más longevo de la historia democrática de Portugal.
La ultraderecha gana terreno
Más allá de que sea el partido ganador, la clave está en el juego de alianzas y bloques. A la izquierda, lo más plausible es una alianza –probablemente informal– de socialistas, BE y comunistas, a pesar de que Costa también podría buscar apoyos en el animalista PAN.
A la derecha, hay que ver qué apoyo acaba teniendo el democristiano CDS, que lucha por no quedar fuera del Parlamento, mientras que Iniciativa Liberal, un partido nuevo, parece que está en un buen momento. Los dos son los socios prioritarios para Riu Rio en caso de que gane el domingo. El bloque de la derecha, sin embargo, tiene un nuevo actor destacado desde 2019, el ultraderechista Chega, que se disputa la tercera posición en el Parlamento con el BE y los comunistas. Con proclamas propias de la derecha populista que ha ganado terreno en Europa los últimos años, como la antiinmigración y el euroescepticismo, Chega exige entrar en un hipotético gobierno conservador. Rio se niega, a pesar de que no rechazará su apoyo externo.
La clave será el voto de los indecisos –alrededor de un 15% según las encuestas– y de los confinados. La elevada abstención habitual en Portugal puede ser todavía más acusada en un momento en el que los contagios están disparados y se estima que más de 400.000 personas (algunos medios locales hablan de 600.000) estarán aisladas. Aún así, los confinados podrán votar presencialmente durante la última franja horaria de la jornada. Para intentar fomentar la participación, el pasado domingo se organizó un voto anticipado en el que participaron muchos menos portugueses de lo que el gobierno esperaba. La logística se preparó para que votaran anticipadamente un millón de personas, pero solo se inscribieron alrededor de 300.000, entre las cuales el primer ministro.