Ola de protestas

"No representan nuestras preocupaciones": la revuelta de la generación Z

La juventud ha encabezado una ola de reivindicaciones en países como Nepal, Indonesia o Marruecos, canalizando la frustración por la desigualdad y por la corrupción gubernamental

Una protesta este miércoles, en Lima, en Perú, encabezada por la generación Z.
16/10/2025
4 min

BarcelonaUna bandera pirata con un sombrero de paja ondeaba a las puertas del Parlamento de Nepal mientras se incendiaba el edificio. La misma bandera se alzaba sobre los manifestantes malgaches que este fin de semanaa exigían el fin de los cortes constantes de agua y electricidad e inundaba las calles de Perú, donde el viernes la presidenta Dina Boluarte fue destituida. Se trata de la insignia que preside el barco del capitán Luffy, un pirata con el cuerpo de goma que en el manga One Piece se enfrenta al llamado "Gobierno mundial". Desde hace unos meses, además, se ha convertido en el símbolo de la ola de protestas protagonizada por la llamada generación Z —una etiqueta que engloba a los nacidos a partir de 1996— que se ha extendido por el sur de Asia y, más recientemente, en algunos países de África y América Latina.

Les protestes de la generació Z

"Las frustraciones generacionales con el sistema político actual son comunes", afirma en el ARA el nepalí Sarthak Bhattarai. Este joven de 26 años, que ha participado en la organización de las protestas en Nepal, sostiene que "l'antiguo régimen, formado por gente mayor que la mayoría demográfica del país, ha estado gobernando sin saber adaptarse a los nuevos tiempos". "No representan nuestras preocupaciones y, sobre todo, no mantienen ningún diálogo con nuestra generación", critica. país, pero en el fondo existe un desencanto compartido: la falta de perspectivas para los jóvenes, la desigualdad creciente y una crítica de los privilegios de las élites políticas. “Hay, sin duda, una causa estructural común. Son países con altos niveles de corrupción entre las élites, fuertes desigualdades económicas y se ha producido una represión violenta en las primeras fases de las protestas, a menudo con muertes", señala la investigadora del CIDOB Inés Arco.

En Nepal, la chispa de las movilizaciones juveniles fue la prohibición de las redes sociales. La frustración por esa ley sumada al malestar latente por la corrupción de las élites catalizó en una movilización sostenida que acabó con el gobierno del primer ministro, Khadga Prasad Sharma Oli. En Marruecos, la muerte de unas mujeres embarazadas en un hospital de la ciudad de Agadir despertó una ola de indignación que desató la revuelta. En Indonesia, todo empezó por la denuncia de las dietas abusivas de los parlamentarios. Después han venido países como Filipinas, Timor Este o Paraguay. Independientemente de si han conseguido o no un resultado, las protestas han sido articuladas en torno a demandas claras, algo que las diferencia de la ola de la Primavera Árabe en el 2011. "Aunque las causas de las protestas parezcan distintas, los jóvenes reclaman condiciones esenciales para vivir dignamente el Mar Aro Derechos Humanos Khadija Ryadi.

Un movimiento anónimo y horizontal

Los manifestantes también comparten un rechazo por las formas políticas más tradicionales: "No es cierto que la generación Z esté desvinculada de la política, aunque quizás existe cierta desconexión respecto a las formas tradicionales de la política. El problema no es tanto que no participemos como que no se nos incluye en los procesos políticos: el régimen no tiene el lenguaje para escucharnos", reivindica B. Ryadi coincide: "No están despolitizados, sino que no se interesan por la política tal y como es ahora, tal y como la hacen los demás. Pero su política sí la hacen cuando tienen los medios y las condiciones para hacerla".

Todo ello, en unas sociedades que tienen una característica demográfica clave: los jóvenes son mayoritarios y en muchos casos superan al 25% de la población. El malestar, pues, no proviene de un grupo minoritario, sino de un segmento central que prácticamente carece de representación política y que no se beneficia del sistema económico actual. Ahora bien, conecta con un sentimiento de injusticia compartido que ha sido capaz de aglutinar a otras generaciones.

La generación Z es la primera plenamente digital. No debe sorprender, pues, que las redes sociales hayan jugado un papel clave en la organización y difusión de las protestas. Bhattarai reconoce que "Discord era una buena manera de evitar el control del gobierno". Además de ser una herramienta rápida y segura para la discusión, las redes han fomentado que el movimiento fuese anónimo y horizontal. A su juicio, esto "ha permitido a muchas personas que no se habrían interesado de forma inmediata en las protestas salir a la calle" sin que ningún partido o actor social tratara de capitalizar las protestas. Ryadi también destaca que para esta generación las redes sociales son un "espacio vital más para tomar, trabajar, y -como se ha visto- para organizarse".

Si bien no existe un parentesco directo entre movimientos, Arco detecta un aprendizaje entre los diversos movimientos locales y una comunidad transnacional que se está creando a través de una simbología común. "Los jóvenes encuentran en otros movimientos fuentes de inspiración y un sentimiento de pertenencia compartida, aunque su lucha sea local", dice. El caso del movimiento One Piece es revelador: utiliza referentes globales del consumo cultural para construir vínculos de pertenencia. "El mensaje es simple y potente —"acabaremos con la opresión donde quiera que esté"—, y eso resuena en una generación globalizada que comparte imaginarios, incluso si éstos no son propios de su contexto", añade.

¿Y Europa?

Las perspectivas económicas avalan el malestar de los jóvenes en todo el mundo. ¿Pero entonces por qué en Europa no se han producido este tipo de reivindicaciones? Por un lado, el bien llamado Viejo Continente tiene una media de edad de 42 años (en Asia y América del Sur vuelta los 32 años y en África apenas es de 19 años). La generación joven pesa menos y, por tanto, tiene más dificultades a la hora de cambiar las estructuras de poder. Esto no quiere decir que no haya malestar: existen y se articula en torno a necesidades materiales como la vivienda y la precariedad laboral, dice Arco. Pero en lugar de desembocar en manifestaciones progresistas, el malestar es a menudo cooptado por la extrema derecha, que ofrece un lenguaje y unas estructuras que huyen de la política tradicional. "El problema es que, en el Norte Global, faltan ejemplos positivos: los movimientos recientes no han logrado sus objetivos, mientras que en el Sur algunos sí han abierto rendijas de diálogo o de cambio institucional", concluye el analista.

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