África negocia con Rusia para evitar una crisis de hambre

El presidente de la Unión Africana se reúne con Putin para intentar encontrar una solución a la salida del trigo y los fertilizantes

Jaume Portell
y Jaume Portell

BarcelonaEl presidente de la Unión Africana, Macky Sall, se reúne este viernes en Sochi con el presidente ruso, Vladímir Putin, con una cuestión central en la agenda: dinamizar la salida del trigo y los fertilizantes que su continente necesita para evitar una crisis de hambre. La guerra en Ucrania y el efecto que ha tenido en el transporte, la producción y la distribución de trigo ruso y ucraniano está afectando duramente al continente africano desde hace meses. Sall es, también, presidente de Senegal, uno de los países más perjudicados.

A través de Twitter, los portavoces de la presidencia de la Unión Africana han comentado que el presidente senegalés ha transmitido su voluntad de trabajar por la paz en Europa. “En este sentido, la Unión Africana ha aceptado la demanda del presidente Zelenski de dirigirse a la Unión Africana pronto”, han anunciado.

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Desde el inicio de la invasión rusa de Ucrania ahora hace 100 días, el enorme impacto que puede tener en la producción de estos dos países –suponen el 30% de las exportaciones mundiales– ha disparado los precios del trigo en todas partes. Un total de 25 países africanos importan trigo de Rusia y de Ucrania, y esto ha puesto al límite unas economías ya tocadas por la pandemia del covid-19. “Aquí todo es caro, pero en las zonas alejadas de Dakar es directamente el infierno”, explica el Mamodou Thiam, que trabaja de ayudante una escuela de Dakar, la capital de Senegal. El pan ha aumentado un 16%, el arroz un 11% y el aceite casi un 100%. Su familia vive en Tambacounda, una región que hace frontera con Gambia y donde las altas temperaturas dificultan cada vez más la producción local.

El altísimo precio de los fertilizantes ha favorecido la corrupción: “Los alcaldes de los pueblos de la región distribuyen fertilizantes entre los que apoyan a su partido. Después, los beneficiados atraviesan la frontera con Gambia y los venden a un precio más alto. Más adelante, muchos agricultores no tendrán”, lamenta Thiam. Si la producción local cae, Senegal necesitará importar más comida. En mayo, el gobierno senegalés anunció una ayuda de 121 euros por familia destinada a 500.000 hogares del país. Un saco de arroz cuesta 23 euros.

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El precio del pan se dobla

“Mi tía compró el otro día tres pescados pequeños de una calidad que no era muy buena. Cada uno valía 10 dalasi (17 céntimos de euro). Con estos tres pescados tenían que cenar 20 personas”, explica la Fatoumata Jawneh. El precio del pan en Gambia prácticamente se ha doblado desde diciembre. Más del 50% del trigo que importa este pequeño país de África occidental viene de Rusia y Ucrania. Jawneh es una enfermera graduada que está de visita en Sutukonding, un pueblo del interior de Gambia. La subida es más grave en el interior, como por ejemplo en la región de Basse donde está ahora. El transporte por carretera ha encarecido el precio del pescado que viene desde la costa.

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La gasolina ya supera los 65 dalasi (más de un euro el litro), y actúa como un impuesto para todos los productos que requieran un desplazamiento. Fatoumata estará unas semanas más en su región y después volverá a Brikama, más cerca de la costa, donde vive desde que era estudiante. Es la primera graduada universitaria en su familia, y estos días tiene una buena noticia: cuando vuelva empezará a trabajar en una farmacia con un salario de 5.000 dalasi (80 euros) al mes, más 150 dalasi (2 euros y medio) diarios para hacer frente a los costes del transporte hasta el trabajo.

Kemo Bojang, miembro del UDP, el principal partido opositor de Gambia, critica la tesis oficial del gobierno. Más allá del contexto global, Bojang considera que la situación actual deja al descubierto problemas estructurales que el gobierno no ha intentado resolver: “Somos un país de consumidores que no produce nada. Cuando no produces nada, no puedes influir en los precios”.

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Desde el periodo colonial británico, Gambia produce cacahuetes para el mercado mundial. Más recientemente ha seguido los consejos del Fondo Monetario Internacional, que recomienda los cultivos para la exportación para obtener dólares para pagar importaciones y deuda: “Hace 100 años que cultivamos cacahuetes. ¿Qué hemos sacado de todo esto? ¿Permitiremos que nos dicten qué tenemos que cultivar, si esto comporta que nuestra gente muera de hambre?”, se lamenta Bojang, que a la vez reconoce que es muy complicado gobernar sin ser influido por el FMI. A pesar de todo, Bojang insiste en el potencial de Gambia para cultivar alternativas al trigo para poder sustituir el pan. El río Gambia, una fuente de agua dulce, podría servir para cultivos de arroz que permitieran la autosuficiencia nacional. En el año 2020 el país gastó 80 millones de dólares en importaciones de arroz.

Solución exterior: turismo y diáspora

Hace dos años, la caída del turismo en Gambia generó un agujero en un sector que aporta un 15% del PIB. Los gambianos repartidos por el mundo –15.000 de ellos viven en Catalunya– enviaron entonces más dinero que nunca: los 600 millones de dólares de aquel año paliaron la desaparición de los turistas. Maimuna Camara forma parte de esta diáspora. Nacida en Tremp, hija de padres gambianos, actualmente trabaja en una empresa de arquitectura textil. “Lo que enviamos ya no es suficiente. Los gambianos no tienen los salarios de Europa, pero en algunos productos tienen que pagar precios bastante similares. Nosotros tendremos que poner la diferencia”.

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Una recesión global complicaría la estabilidad financiera de Gambia: si los gambianos de la diáspora pierden su trabajo o tienen más gastos por la inflación en Europa, será difícil aumentar las remesas tal como hicieron en 2020. El 35% de la economía gambiana la conforman la suma de las remesas y el turismo. Kemo Bojang añade una dimensión social al análisis económico: “Un gambiano siempre preferirá pasar hambre en el extranjero a permitir que su familia muera de hambre en Gambia. No importa qué tenga que hacer, siempre lo intentará para seguir cuidando de los suyos”. Y concluye: “Pero esta situación no puede seguir así si queremos que nuestro país cambie de verdad”.