El bloqueo del puerto de Odesa agrava el hambre en el mundo
Ucrania y Rusia producen el 12% de las calorías mundiales
BarcelonaLa invasión rusa de Ucrania ha sacudido el mercado de alimentos mundial: el precio del trigo y otros cereales se ha disparado hasta niveles nunca vistos y algunos países ya tienen más dificultades de las habituales para asegurar el pan a la población. No en vano, Rusia y Ucrania producen el 12% de las calorías cultivadas en el mundo, y son fundamentales en la producción de trigo, avena, maíz y girasol. Además, Rusia y Bielorrusia son claves en la producción de fertilizantes, que se han disparado un 40%, por no hablar del precio del gasóleo, que determina el coste final de la comida. La guerra amenaza millones de estómagos, también lejos de la región.
Con un sistema alimentario en el que cada zona se ha especializado en una producción determinada y hay grandes interdependencias, el bloqueo de los puertos de Ucrania tiene un impacto mundial. Desde el 24 de febrero, las tropas rusas han bloqueado centenares de barcos comerciales en el mar Negro y el de Azov, y han minado la zona, lo que impide las exportaciones de grano, sobre todo a través del puerto de Odesa. "Algunos barcos comerciales fueron atacados por los rusos y los alrededores del puerto están llenos de minas submarinas, de forma que la navegación no es segura", explica Petr Oubukhov, regidor de Odesa. "Incluso si la guerra se acabara hoy nos harían falta al menos seis meses para limpiar el mar y reactivar el puerto", añade. Hasta 25 millones de toneladas de grano están atrapadas en el país, según estimaciones de la FAO de la semana pasada.
Producción parada
Y las dificultades que tienen los agricultores con la siembra y la cosecha (entre el 20% y el 30% de la tierra de cultivo de Ucrania no se ha podido trabajar) se traducirán de cara al año que viene en una caída de la producción. "Los campos en las zonas que habían estado bajo ocupación rusa están minados y hay grandes áreas fuera del control del ejército ucraniano: se ha perdido una buena parte de la cosecha del invierno y también se nota la falta de mano de obra", explica Vitalii Dankevichan, decano de la Facultad de Agronomía de la Universidad de Zhytomyr. "De media, Ucrania exportaba cada mes unos seis millones de toneladas de grano por mar, que alimentaban a unos 400 millones de personas en todo el mundo. Los trenes solo pueden exportar unas 600.000 toneladas", es decir, un 10%.
Mathieu Brun, director científico de la Fundación Farm, alerta que "la comida se ha convertido en un arma geopolítica". Básicamente, explica que el problema es que "Ucrania exportaba mucha comida a través del mar Negro y como hace décadas que hemos estado especializando nuestros sistemas agrícolas (unos en cereales, otros en soja), hay una fuerte concentración y esto no se puede cambiar ahora tan fácilmente".
La guerra está causando una crisis alimentaria mundial que puede hacer caer en el hambre a 13 millones de personas más en el planeta, que se sumarían a los 800 que ya pasan hambre: casi medio centenar de países que reciben de Kiev y Moscú al menos el 30% del trigo que consumen. A pesar de que no tienen ninguna implicación en la guerra o que incluso están más cerca del Kremlin, los más malparados, en primera instancia, han sido los países del norte de África y del Oriente Próximo, importadores netos. En el Líbano, inmerso en una crisis política y económica de proporciones devastadoras, el precio del pan ya se ha disparado un 70%; Eritrea depende al 100% de la importación de trigo ruso y ucraniano, y Argelia en un 50%. Egipto ha tenido que endeudarse todavía más con el Fondo Monetario Internacional para mantener las subvenciones en el pan.
Después de la pandemia, la guerra
Pero las economías centrales también están sufriendo con una crisis que se sobrepone a la de la pandemia y los bolsillos de las familias con menos recursos en Europa ya están notando cómo se dispara el cesto de la compra. La Comisión Europea ha dicho que trabaja en un plan para exportar el grano ucraniano por tierra, con trenes y camiones, a través de Polonia, pero ha admitido que "así se tardará cinco años en exportar lo que habría salido de Ucrania por mar en solo un año".
La situación actual nos remite a las crisis de 2008 y 2011, y expone las vulnerabilidades estructurales del sistema de alimentación mundial que, en palabras de Henk Hobbelink, coordinador de Grain, "parece una agencia de viajes orientada a mover mercancías en todo el mundo en vez de a alimentar a las poblaciones locales". "Cada vez más los alimentos se han convertido en una mercancía de exportación, en vez de garantizar que cada país se pueda autoabastecer. Y ahora, las grandes multinacionales del agronegocio obtienen beneficios nunca vistos: el 70% de la producción mundial de cereales está en manos de cinco empresas que determinan los precios especulando en la bolsa de Chicago. El problema no es de escasez, porque hay suficiente producción de alimentos en el mundo, sino que se orienta al beneficio de las grandes empresas".
Gustavo Duch, coordinador de la revista Soberanía alimentaría, lo ejemplifica así: "No tiene sentido una agricultura globalizada, que depende de las minas de fosfatos del Sáhara Occidental ocupado por Marruecos, para fabricar fertilizantes que se utilizan en Ucrania, donde se produce trigo que, con la soja de América Latina, se usa para engordar animales en España, que acabarán siendo carne barata para alimentar a la población de China". Esta agricultura industrial depende del petróleo para los cultivos, para el transporte y para mantener toda la cadena. Todo se basa en un producto finito y que genera muchas emisiones gas de efecto invernadero. Y en un "modelo equivocado, que dedica 2/3 partes del cultivo agrícola a engordar animales, a pesar de que podrían alimentarse con pastos en vez de competir con la comida de las personas". Para mantenerlo hay que someter a la tierra a una fuerte presión, con los fertilizantes químicos. "En las crisis anteriores no se corrigió nada: ni la ganadería intensiva, ni el uso de biocombustibles, ni la especulación con los cereales. Y ahora Europa tampoco está corrigiendo los problemas: la respuesta de la UE ha sido rebajar los requisitos sanitarios para importar cereales y utilizar las tierras en barbecho para aumentar la producción local, lo que quiere decir más fertilizantes y más petróleo", dice. Más problemas y pocas soluciones.