Inmigración

Nueve de cada diez inmigrantes extutelados estudian o trabajan

Sólo un 12% de estos jóvenes no está formándose ni tiene un contrato laboral

Thierno Kalidou Diallo y Yassin el Baied, el viernes en Barcelona.
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BarcelonaEn pocos días, Thierno Kalidou Diallo se mudará del piso que le proporciona una entidad social a uno compartido con varios amigos, que tendrá que pagar de su bolsillo. A los 18 años trabaja en un almacén de ropa en Reus y estudia un grado de atención sociosanitaria, aunque sus planes de futuro incluyen realizar las pruebas de acceso a la universidad para titularse en educación social y sacarse el carnet de conducir. Diallo afirma que se ha "esforzado mucho" por llegar donde está ahora y se siente "satisfecho" por haber logrado emanciparse del todo y encauzar su vida en la dirección que quería cuando, con dieciséis años decidió ese 18 de octubre del 2023 que emigraría. En ese momento estudiaba bachillerato, lejos de los padres y de dos hermanos, y encontró el dinero para pagar "el viaje". Después de tres meses de camino en autobús, caminando y, finalmente, en uno cayuco, llegó a Canarias. "Pedí el dinero a un amigo de mis padres y le dije: «Si no muero en el mar, te lo devolveré»", afirma.

En Canarias negó que fuera menor de edad porque temió que se quedaría allí bloqueado con los miles de menores que malvivían en los centros saturados. No fue hasta que le trasladaron a la península y le costearon el autobús a Barcelona que confesó la edad. Antes de pasar bajo la tutela de la Dirección General de Atención a la Infancia y Adolescencia (DGAIA) de la Generalitat, pasó las pruebas de edad encargadas por la Fiscalía para comprobar, efectivamente, que tenía menos de dieciocho años. "Yo quería venir a Barcelona porque quería aprender catalán y lo estoy aprendiendo. Poco a poco", ríe.

Yassin el Baied: "No me afecta lo que diga de mí, soy una buena persona"
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Como Diallo, la mayoría de los menores extranjeros no acompañados han aprovechado el tiempo que han sido tutelados por la DGAIA para estudiar, ya sea para continuar con la formación que iniciaron en su país de origen o para empezar una nueva. Lo constata la FEPA (Red de entidades para la emancipación juvenil), la federación de referencia en el ámbito español en el acompañamiento a la emancipación de personas extuteladas a partir de una encuesta a 2.261 menores en Cataluña entre los 16 y 25 años (desde 2006 se han tutelado 20.000).

Según estos resultados, un 40% de estos chicos estudia, un 23% trabaja y un 24% compagina ambas tareas, una situación que sólo viven el 15% de los jóvenes españoles de la misma edad. Son la llamada generación sísí, en contraposición con los nini, que suponen 12% de estos chicos, tres puntos por debajo de la población joven. La razón de este comportamiento se atribuye, en gran parte, a que desde 2021, cuando se va modificar el reglamento de la ley de extranjería, se automatiza el permiso de trabajo y los chicos no deben esperar a tener un contrato para pedirlo. Diallo es uno de los beneficiados y, por tanto, se ha ahorrado muchas "angustias", en palabras de Jordi Sàlvia, director de FEPA.

De angustias y miedos habla Yassin el Baied, marroquí natural de la localidad de Kasr al-Kabir, cerca de Tánger. El chico llegó en una patera, también con ganas de aportar a la familia y no ser ninguna carga e hizo los diecisiete años en la Fiscalía de Menores para que le hicieran las pruebas de edad. "Mi madre me pagó el viaje con el corazón partido, porque le daba miedo que me ahogara, pero también le daba miedo que si me quedaba terminara en la mala vida", recuerda. Consciente de los esfuerzos familiares y de cómo arriesgaba, afirma que ha elegido siempre "el buen camino", haciendo caso de todo lo que le decían las educadoras sociales de los centros y pisos, que a falta de padres le han guiado y le han echado una mano a la hora de conseguir los permisos.

Thierno Kalidou Diallo: "Me he esforzado mucho por estar donde estoy hoy"
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Poco después de salir del sistema de protección de la DGAIA llegó la pandemia, que le complicó conseguir un contrato laboral indispensable en ese momento para obtener el permiso de trabajo. Sólo con los estudios básicos de su país, hizo un curso para ser oficial de primera de carnicería, así que lejos de desanimarse envió currículos hasta que un carnicero de Santa Coloma de Gramanet confió y le hizo el contrato. Así se aseguraba la renovación de su residencia. "Si te dan una oportunidad debes aprovecharla", afirma. Ahora ya trabaja en una empresa cárnica en la Zona Franca y vive en una habitación en el barrio de Pubilla Casas de Hospitalet. Dice que su idea sería seguir formándose para avanzar profesionalmente, pero, por ahora, no puede permitírselo. "Tengo que trabajar, no puedo hacer otra cosa", se justifica, y reniega de quienes vinculan al colectivo a la delincuencia oa vivir sin trabajar: "Que no nos pongan todos en el mismo saco", reclama.

Thierno Kalidou Diallo y Yassin el Baied, el viernes en Barcelona.

Los resultados de la encuesta "desmienten los mitos y estereotipos" de los menores extranjeros, sostiene Salvia, para quien se demuestra que con "un buen acompañamiento" estos menores terminan en poco tiempo "trabajando y pagando impuestos". La falta de familia y la necesidad de espabilarse por su cuenta hace que este colectivo (como los menores extutelados nacionales) se emancipen antes de que la media de edad de su generación, ahora ya situada a los treinta años. También se constata que los chicos que tenían estudios medios y superiores siguen mayoritariamente estudiando en Cataluña, incluso llegan más a la universidad que los tutelados autóctonos (0,42% frente a 0,30%).

En cuanto a la principal fuente de ingresos, un tercio de los chicos extranjeros ya viven de su trabajo íntegramente, un 31% gracias al apoyo de las entidades de referencia y un 27% gracias a la prestación de extutelado que reciben todos los chicos que pasan por la DGAIA al menos un año. Por el contrario, el 18% no tiene ningún ingreso ni prestación y sólo el 0,09% recibe el Ingreso Mínimo Vital (IMV).

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