La inmunidad de guerra de Putin se desgasta

El aumento de precios preocupa a los rusos, según las encuestas, pero en las calles nadie culpa al presidente

Detalle de una tienda de souvenirs en Moscú.
15/08/2025
4 min

MoscúEste verano la popularidad de Vladimir Putin entre los rusos ha descendido del 83% al 79%. Son cifras altísimas para un gobernante, pero el descenso refleja cierto malestar entre la población. El motivo, el aumento promedio del 12% en los precios de los servicios básicos en un contexto de inflación disparada. Además, el índice de aprobación del presidente ruso podría descender aún más a finales de agosto, coincidiendo con el momento en que las familias compran el material escolar.

Según escribe el periodista Andrei Pertsev en el medio ruso independienteRiddle, este bajón en la popularidad de Putin indica que podría estar perdiendo la inmunidad de guerra. Es decir, que ni el choque de la guerra de Ucrania ni el fervor patriótico que despertó serían suficientes para distraer de los problemas domésticos a los ciudadanos, que mirarían al Kremlin exigiéndole responsabilidades. Una encuesta del centro independiente Levada concluye que, efectivamente, un 58% de los rusos considera el aumento de precios el principal motivo de preocupación. ¿Pero realmente culpan al presidente?

Moscú es una ciudad que vive deliberadamente de espaldas a la guerra y aún más en verano, cuando los vecinos inundan parques y jardines para aprovechar las pocas semanas de buen tiempo. Sin embargo, este año ha llovido mucho. Desde el primer verano de Putin como presidente, hace 25 años, no se recordaba un verano tan lluvioso. Además, el sistema de calefacción centralizada provoca la paradoja de que en algunas casas haga más frío al principio y al final del verano (la noche de Sant Joan se alcanzó los 10 grados de mínima), cuando los radiadores están apagados, que en pleno invierno, cuando funcionan a todo trapo y la gente va por casa con manga corta.

Los moscovitas temen el otoño. Ani, una madre joven de cuatro criaturas, explica al ARA que cada vez que oye hablar de una subida de precios de los servicios básicos piensa: "Dios mío, toca volver a recortar por algún lado y mirar cómo poder ganar más dinero". Nadejda tiene un negocio de cosméticos y no sabe cómo hacérselo: "Sube el alquiler, la luz, el agua y, en cambio, yo no puedo duplicar el precio de mis productos como hace todo el mundo". Ahora bien, cuando se les pregunta quién tiene la culpa, toda la vehemencia de la denuncia se diluye. "No puedo hacer nada por cambiar el aumento de precios, no puedo cambiar la política, no puedo decir nada más. Solo tenemos que adaptarnos, ya está", dice Ani. Tres veces "No puedo".

Ciudadanos apolíticos

Un sociólogo consultado por este diario, declarado agente extranjero por el gobierno ruso, lamenta que la gente "no ve una relación causal entre el aumento del gasto militar y el aumento de los precios". A su juicio, Putin ha conseguido que la gran mayoría de los ciudadanos rusos se sientan ajenos a la política, impotentes, incapaces de poder influir en ellos y, por tanto, "completamente indefensos y vulnerables a la arbitrariedad del estado".

Algunos, como Vladimir, nacidos en la Unión Soviética de los planes quinquenales, sacan hierro a las dificultades para llegar a fin de mes apelando a los vaivenes incontrolables del mercado. "Las leyes de la economía son inevitables. Decidme un país donde los precios no suban", afirma convencido. El sociólogo señala que es habitual que los rusos, en lugar de buscar una explicación razonable a los problemas sociales, les lleven "casi como desastres bíblicos".

En Rusia, la televisión es el canal de información por excelencia y, por tanto, al estar completamente controlada por el Kremlin, es el medio más eficaz de propaganda. En cambio, apenas un 14% de los ciudadanos leen diarios independientes, quienes cuentan las malas noticias, un porcentaje no demasiado inferior al 20% aproximado de rusos contrarios a Putin.

La opulencia del verano moscovita

En la plaza Bolótnaia de Moscú, epicentro de las protestas contra la investidura del presidente ruso en el 2012, el Ayuntamiento ha instalado una discoteca al aire libre de estética ibicenca para que las familias pasen por la tarde. Una manifestación como la de hace trece años sería impensable hoy, cuando la policía incluso reprime a los piquetes individuales, los únicos permitidos por ley. Eso sí, a tan sólo 150 metros, decenas de militantes comunistas se concentran ante la delegación de la Unión Europea para protestar contra Europa y la OTAN sin que los agentes les molesten.

Una imagen del 'skyline' de Moscú

La inversión pública para convertir a Moscú en una ciudad de postal cada verano es exorbitante. El alcalde, Serguei Sobianin, hace plantar flores en todos los parterres y puentes que, con la llegada del frío, morirán, y monta selvas urbanas artificiales en las calles del centro. Esta opulencia puede parecer desconcertante para la capital de un país en guerra, que envía a cientos de hombres al frente todos los días y con regiones que sufren a menudo ataques ucranianos. Y puede resultar obscena si se compara con la capital de Ucrania, sometida regularmente a bombardeos que provocan víctimas mortales y obligan a los ciudadanos a refugiarse durante horas bajo tierra.

La despreocupación de los moscovitas es un éxito de Putin, que puede seguir subiendo los precios de los servicios básicos sin que los ciudadanos aten cabezas. Como dice Vladimir: "Vivo en un país maravilloso, tengo un buen trabajo, familia, verano, vacaciones. Todo es maravilloso. ¿Qué podría preocuparme?"

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