Shanghái revive después de dos meses de confinamiento

El brote se da por controlado, pero se mantienen algunas restricciones: sigue la política covid cero que puede pasar factura a Xi Jinping

S'ha acabado el confinamiento por covid  en Shanghai

PekínFiestas en las calles de madrugada y caravanas de coches tocando el claxon en el emblemático paseo The Bund, al lado del río Huangpu, daban la bienvenida al esperado desconfinamiento de Shanghái. El miércoles de madrugada entraba en vigor el desbloqueo de la ciudad, que, según las autoridades, se tiene que hacer de manera controlada. Pero el cansancio de la población y la euforia por poder salir empujó a muchos habitantes a disfrutar de las calles, vetados durante dos meses, para reencontrarse con amigos y familiares.

Shanghái revive, pero mantiene ciertas restricciones. La mayoría de sus 25 millones de habitantes ya pueden salir de casa libremente, pero están obligados a hacerse una prueba PCR cada 72 horas y mostrar su código de salud en verde para entrar en cualquier recinto. La mascarilla sigue siendo obligatoria y se pide limitar las reuniones.

El servicio de transporte se ha restaurado en gran parte de la ciudad y ya se puede circular con coches particulares. Las tiendas y los centros comerciales pueden abrir a un 75% de su aforo. Pero los gimnasios, cines y salas de exposiciones todavía permanecerán cerrados. Y de momento los restaurantes solo abren para servir comida para llevar. Tampoco hay fecha para que los niños vuelvan a la escuela.

La reapertura se produce cuando, en su último comunicado, la autoridad sanitaria recoge 15 nuevos contagios, una cifra muy alejada de los 25.000 del mes de abril. El brote se da por controlado, pero al menos 650.000 personas todavía están confinadas. Y todos los nuevos casos que se registren serán trasladados a hospitales y sus contactos próximos en centros de cuarentena. La política covid cero continúa en marcha.

El confinamiento de la ciudad, que inicialmente tenía que ser de cinco días y que se aplicó en dos fases a cada lado del río, se había convertido en una auténtica pesadilla para sus habitantes. El cierre total rompió las cadenas de suministro y la falta de repartidores convirtió la compra de alimentos en un auténtico calvario. En la opulenta Shanghái se escucharon caceroladas al grito de "Tenemos hambre".

La capital económica de China, que casi no había vivido restricciones los dos años de pandemia, sucumbió a la ómicron. El confinamiento deja una impronta profunda en la población, que ha criticado la arbitrariedad de muchas medidas, como la que se impuso al principio para separar a los niños contagiados de sus padres o el traslado a centros de cuarentena de personas positivas que no tenían síntomas.

Costos económicos y políticos

El confinamiento de Shanghái ha puesto de manifiesto el coste de la política covid cero. Las fábricas tuvieron que cerrar y las cadenas logísticas fueron interrumpidas. Se prevé que la economía se contraiga este segundo trimestre y será difícil mantener el objetivo de crecimiento del 5,5% para este año.

La preocupación entre las autoridades chinas es evidente y, aunque el presidente chino, Xi Jinping, mantiene firme la política de covid cero y se impide cualquier crítica en público, surgen voces que piden la relajación de las medidas.

La figura del primer ministro Li Keqiang se ha reactivado. Convocó una conferencia con más de cien mil cuadros del partido para impulsar la economía y se ha aprobado un paquete con 33 medidas de estímulo. La aparición de Li Keqiang en reuniones sin mascarilla y la publicación de fotografías de sus actos oficiales en las portadas de la prensa estatal han provocado rumores sobre si hay una pugna entre su facción más tecnócrata y la de Xi Jinping.

El presidente espera revalidar un tercer mandato en el Congreso previsto para el otoño y colocarse al mismo nivel que Mao. Pero los brotes de ómicron, el cuestionamiento de la política covid cero y el retardo de la economía enturbian lo que se esperaba que fuera un paseo triunfal. Sin olvidar el error de firmar una alianza con Putin la vigilia de la invasión rusa de Ucrania, que ha dejado a China más aislada internacionalmente.

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