Escandinavia

Triunfo contundente del bloque progresista en Noruega después de ocho años de gobierno conservador

Los partidos pequeños de la izquierda se disparan y la extrema derecha sufre los peores resultados desde 1993

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Jonas Gahr Støre, futuro primero ministro de Noruega después de la victoria del Partido  Laborista a las elecciones de este lunes

Malmö (Suecia)La jornada electoral en Noruega se ha resuelto sin grandes sorpresas y los noruegos han votado mayoritariamente a favor de un cambio de gobierno después de ocho años de dominio conservador. El Partido Laborista se ha proclamado vencedor de las elecciones parlamentarias de este lunes, y su líder, Jonas Gahr Støre, será el nuevo primer ministro del país escandinavo.

Con un 89% escrutado, los resultados dan un triunfo contundente al bloque verde y rojo, es decir, el de izquierda y centroizquierda, con 100 diputados (19 más que hace cuatro años) mientras que el bloque de derecha y centroderecha ha obtenido 68 (20 menos). De este modo, las izquierdas superan sobradamente los 88 diputados que marcan la mayoría absoluta en un Parlamento de 169.

Con un 26,3% de los votos, los laboristas se han asegurado la primera posición y, a pesar de que han registrado unos resultados inferiores a los de las últimas elecciones, solo han perdido un diputado, hasta los 48. Hace cuatro años, el partido consiguió un apoyo del 27,4%, y entonces también fue el partido más votado –de hecho, mantienen el título de formación más grande de Noruega desde la Segunda Guerra Mundial–. En ese momento, sin embargo, el juego de alianzas no les permitió formar gobierno, como ya había pasado en las elecciones anteriores. Ahora, en cambio, las izquierdas han recuperado la mayoría que perdieron en 2009.

Crecimiento de los partidos pequeños

La explicación hay que buscarla en los partidos pequeños. Los dos socios tradicionales de los laboristas, Partido de Centro y Socialistas, han mejorado resultados. Especialmente el primero, una formación con raíces rurales y una posición firmemente euroescéptica, que ha pasado de 19 a 28 diputados, cosa que lo convierte en el gran ganador de las elecciones. Los socialistas, por su parte, han aumentado de 11 a 13.

El deseo de Støre era que los resultados ofrecieran la opción de reeditar la fórmula del tripartito de Laboristas, Centro y Socialistas que ya gobernó entre el 2005 y el 2013, entonces con Jens Stoltenberg (actual secretario general de la OTAN) como primer ministro. Con la calculadora en la mano, esto sería posible (los tres suman 89 diputados), a pesar de que durante la campaña electoral los centristas han manifestado sus reservas, sobre todo por la distancia con los socialistas en cuestiones relacionadas con el medio ambiente y la industria petrolera.

Sea como sea, la mayoría de estos tres partidos permitiría a Støre no tener que negociar con las dos formaciones más radicales: el Partido Rojo, de ideología marxista, y los Verdes. Estas dos fuerzas, que hasta ahora no habían tenido prácticamente influencia política porque tenían solo un diputado cada una, se han visto beneficiadas por la fuerza que ha cogido el debate sobre el cambio climático en la recta final de la campaña electoral, y han registrado crecimientos históricos, especialmente el Partido Rojo, que entró en el Parlamento por primera vez hace cuatro años y que ahora ha pasado de un diputado a ocho. Los Verdes, que han conseguido tres representantes, se han visto perjudicados por el sistema de compensación de escaños al no superar el umbral del 4% de los votos.

Derrota de la derecha

En el bloque de derechas, en cambio, todos los partidos han empeorado resultados. Los grandes derrotados han sido los Conservadores de la hasta ahora primera ministra Erna Solberg, que han perdido ocho escaños (de 45 a 37). También destaca la derrota de la formación de ultraderecha, el Partido del Progreso –que formó parte del gobierno hasta enero de 2020–, que ha registrado los peores resultados desde 1993, con un 11,9% de los votos, y ha pasado de 27 a 21 diputados.

Solberg ha liderado el gobierno noruego durante las últimas dos legislaturas, en las que ha tenido que gestionar dos de las peores crisis de los últimos tiempos: la oleada de refugiados de 2015 y la pandemia del coronavirus. A pesar la satisfacción generalizada, la primera ministra no ha tenido suficiente como para asegurarse un tercer mandato que habría sido histórico, puesto que los conservadores no han pasado nunca de las dos legislaturas consecutivas.

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