Campanas de muerte política para Yolanda Díaz
A Yolanda Díaz se le ha cruzado por el camino el Oscar, ese gato de la residencia Steere House, en Providence (Rhode Island), de quien se decía que era capaz de detectar qué anciano estaba a punto de pasar a mejor vida. Si recibías su visita, mau. En el caso de la dirigente de Sumar, esta señal ominosa toma forma de palabra en las portadas de papel y digitales: amortizada. Es la llufa que se cuelga a quien quisiera que pasara deprisa en el otro barrio, políticamente hablando. Después de todo, deamortizada a amortajada van muy pocas letras. En El Independiente, por ejemplo, no tienen ningún problema en asegurar, con la vicepresidenta todavía de cuerpo presente, que “Urtasun se perfila como sustituto de Yolanda Díaz en Sumar, descartada cualquier vuelta al poder orgánico”. Esto se llama ir al trabajo.
El País intenta apuntalarla como puede. "Díaz: "ۛErrejón no debería haber sido ni diputado ni portavoz"", escriben como noticia principal de portada, para que se vea que la de Sumar muestra arrepentimiento. Pero aquí no se trata de medir si uno está más o menos compungido, sino determinar si había conocimiento previo de los comportamientos abusivos y se prefirió tocar el violín. Los diarios de la derecha, claro, clavan la pincha precisamente en eso: “La líder de Sumar reconoce que conocía la denuncia, pero no actuó”, escribe La Razón, desafiando frontalmente la visión del diario de Prisa cuando escribe que “la vicepresidenta niega que conociera la gravedad de los hechos”. Es obvio que la caverna ordeñará en lo posible esta crisis, por puro interés político. Pero todo indica que a Yolanda Díaz se le cruzó un gato. Eso sí, el peculiar felino tiene facciones engañosamente infantiles y arrastra entre sus patas una rotunda contradicción entre el personaje y la persona.