La noche de este lunes 6 de noviembre, dos fotografías fueron las más comentadas en las redes sociales. Ambas parecían no guardar relación alguna entre ellas, pero las une un hilo oculto que cose toda nuestra actualidad. La primera muestra a dos adolescentes golpeando Venus del espejo, de Velázquez, la segunda se toma durante las revueltas frente a la sede del PSOE, y entre los primeros manifestantes se pueden observar a un hombre con un escudo del Capitán América junto a otro con un casco de los tercios de Flandes.
Como ya he dicho, estas dos imágenes no tienen nada que ver entre sí. Es más, si los protagonistas de estas imágenes se cruzasen por la calle, probablemente, jamás se reconocerían como parte del mismo grupo. Pero lo son. Porque ambos han decidido utilizar la misma estrategia: unir la violencia al símbolo.
En esta sociedad donde un emoji vale más que mil palabras, juntarse a un símbolo es como hacerse un selfie con un famoso: atrae la atención. Y mucho más si hay violencia a su alrededor, quizá el otro componente tan eficaz como el símbolo para captar la atención.
Nadie se explica las razones para acudir a una manifestación ataviado con el traje de un superhéroe o atacar una obra de arte por un problema que nada tiene que ver con ella. Sin embargo, tengo muy claro el objetivo que buscan. Y si el lector aún no lo tiene claro, solo hace falta acudir al comienzo de esta columna: las dos fotografías fueron las más comentadas en redes sociales.
Vivimos tiempos extraños, donde el vocablo viral ha sustituido en muchas ocasiones la palabra de éxito. Recuerdo que hace unos años, camino de un concierto, una amiga de una amiga me comentó que le había escrito un tuit al músico para decirle que iba al espectáculo y el artista, lo dijo con falsa modestia, le había “dado al like”, aunque ella, lo que realmente quería era un retuit para que todo el mundo lo viera.
El ansia por ser visto nos hace tomar decisiones desconcertantes. ¿Es un éxito conseguir salir en todas las televisiones y redes sociales por una acción reivindicativa? Sí. Pero ¿es un éxito para la causa o es un éxito personal? Tengo la impresión que en nuestra época tenemos más ganas de figurar que de cambiar el mundo.
Por eso nos aferramos al símbolo, es como si fuese a una cita con una estrella de Hollywood, todo el mundo nos mira. Aunque, me temo que, como cualquiera que haya estado junto a un famoso, sabe que por muy cerca que estemos de él, nadie se fija en él. Al igual que nadie recuerda la cara Capitán América, solo su escudo.