Albel Folk y Lluís Villanueva en la nueva serie de TV3.
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Este verano TV3 se ha aventurado a emitir una serie que no está pensada para el público adolescente. Los más interesados ​​en la materia deben saber que se han acabado los jóvenes sin camiseta, las escenas de sexo y las secuencias musicales nocturnas con iluminación sugerente. Para la audiencia más veterana han pensado en señores que temen hacerse un análisis de heces, arrendadores del Opus racistas y mujeres maduras estafadas en internet por seductores farsantes. Todo lo que estaba deseando para las tórridas noches de verano. Por eso TV3 ha hecho Vintage, una ficción que solo con el título ya advierte del componente pasado de moda que pretende retratar, gente de otra época que no sabe por dónde navega. Los protagonistas, Paco (Abel Folk) y Genís (Lluís Villanueva), son dos amigos que pasan de la cincuentena y que están en plena crisis existencial. Les resulta difícil adaptarse a las transformaciones sociales, pero las circunstancias personales les obligan a esforzarse en ellas. Genís es terapeuta y creador del método Las gafas del entusiasmo, una teoría sobre el optimismo vital que ni él mismo logra poner en práctica. Las dificultades económicas le obligarán a tener de paciente a su amigo machista. Uno y otro pondrán en evidencia las carencias de una masculinidad obsoleta que les confronta con las generaciones más jóvenes y su entorno. Vintage es una comedieta de personajes histriónicos y estereotipados que retrata el desconcierto de un perfil de varones. La serie hace humor a partir de su patetismo y de sus dificultades para deconstruirse a regañadientes.

Narrativamente, sin embargo, el espectador puede sufrir la misma desesperación que el personaje de la Pie (Carme Pla), la mujer del Genís. Ella le explica el motivo por el que le ha dado el salto. Le reprocha que durante los casi cuarenta años de matrimonio, lo más emocionante que han hecho ha sido acudir cada viernes a cenar a la Tarantella. Lamenta que cada vez que van él le recuerde la buena relación calidad-precio del restaurante, que se sienten siempre en la misma mesa del fondo del pasillo, que le diga que ese día pedirá otra cosa, pero siempre acabe pidiendo la pizza cuatro estaciones y el lambrusco más barato: “Y eso, viernes tras viernes, semana tras semana, año tras año. ¿Y sabes qué pasa, Genís? Que ya lo veo a venir todo. No hay nada que me sorprenda. Y además, sé que tú no cambiarás nada porque prefieres esforzarte en buscar el lado bueno de las cosas que no esforzarte en cambiar las cosas que quizás no tienen, de lado bueno. ¡Y yo ya estoy harta!” En Vintage, el espectador también se ve a venir todo y no se sorprende. Se anticipa a lo que ocurrirá en la siguiente secuencia. Intuye la resolución de los conflictos y lo que va a pasar con los personajes. Pero, por supuesto, puede ponerse las gafas del entusiasmo y verle el lado bueno y conformarse porque, por una vez, no nos hacen una serie para adolescentes sino sobre el patetismo boomer.

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