Imagen promocional de 'Bestial'
Periodista i crítica de televisió
2 min

Tras el piromusical de la Mercè, TV3 estrenaba un nuevo despropósito: Bestial. Las promociones del programa hacían ya saltar todas las alarmas sobre otra decisión esperpéntica e incomprensible de la televisión pública. Y, dolorosamente, el domingo la confirmamos. Bestial es un show de entrevistas y música donde tanto la presentadora como los invitados deben ejercitar brazos y piernas: bailar, estimular al público, celebrar algún tipo de comentario o fingir una meditación... En medio del set hay un botón, una suerte de dispositivo dinamizador que se supone que se debe pulsar para que pasen cosas "bestiales" en el programa. El recurso quedó rápidamente olvidado por evidenciar la enorme tontería que era en realidad.

El programa supone el regreso de Bibiana Ballbè a TV3, que ha pasado de aquella aparente delicadeza del Silencio de sus inicios al ruido insoportable del Bestial.

Desde la sala La Paloma, la presentadora está en un estado de sobreexcitación y asustación del que acaba siendo víctima. Una risa exagerada y una hiperreactividad a cualquier respuesta absurda que provocan estupor. El criterio en la elección de los invitados genera perplejidad. No entiendes ni el interés que despiertan, ni el motivo por el que están ahí. Es como si la presentadora necesitara reforzar su red de vínculos personales e influencia invitando a muchos personajes con los que conecta a través de Instagram. De hecho, la esencia esteticista y artificial de esta red social trasciende a la pantalla. Las preguntas de Bibiana Ballbè no pueden ser más baladíes, ningún invitado tiene un discurso interesante ni la oportunidad de desarrollarlo. El espectador se siente absolutamente enajenado de ese tipo de fiesta pretenciosa.

Bestial es el festival de la vacuidad más absurda. Es un programa terriblemente estéril, que parece diseñado sólo para contribuir a la autoestima y empoderamiento de la presentadora. No vemos a una profesional remando a favor de una idea sólida, cultural, con riqueza de contenidos. Vemos una televisión poniéndose al servicio de un inquietante egocentrismo. De hecho, lo delata el logotipo de Bestial, con dos B confrontadas que responden a las iniciales de la presentadora. En Bestial, todo está narrativamente sobredimensionado. Ballbè no deja de vender humo. Porque todo el programa es una fábrica de falsa emoción. Una reivindicación estéril de la diversión más absurda. Para dar paso a una actuación de los The Tyets, anuncia: "¡Pasará algo bestial, espectacular e histórico!" llama a la presentadora, que desde el inicio ya parece afónica, fruto de una excitación que no la deja ni respirar bien. Y lo que vimos después fue una simple e intrascendente interpretación en el escenario.

Hay un elemento trágico: TV3 ha programado Bestial en la franja de los domingos por la noche que ocupaba el 30 minutos. Es un atentado al prestigio y al servicio público en favor de una puesta en escena del vacío, la estética y la frivolidad. Una prueba de mal gusto televisivo y la alegoría perfecta de la degeneración estrepitosa que está haciendo TV3.

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