¿Y contra el desinformador interior actuará la UE?
La Comisión Europea planea impulsar un centro que proteja las democracias de las campañas de regímenes como el ruso o el chino, que buscan desestabilizarlas con desinformaciones y otras malas artes digitales. Está bien, claro, pero al mismo tiempo temo que esta apelación al enemigo exterior acabe sirviendo de cortina de humo para no dirigir un problema mucho mayor, en mi opinión: las manipulaciones informativas que se practican en la UE. Éste es verdadero gato arañador al que los políticos comunitarios no se atreven a ponerle el cascabel. Mucho más fácil señalar hacia fuera. Pero, sin ánimo de menospreciar los esfuerzos de China o de Rusia por empujar en favor de sus intereses, el gran cambio social que está llevando a Europa y medio mundo hacia posiciones neoautoritarias y xenófobas ha nacido de seudomedios perfectamente radicados en democracias consolidadas.
La semana pasada, por ejemplo, leía en el Guardian como la cadena televisiva ultra GB News se despacha a menudo con afirmaciones nocivas y contrarias a la evidencia científica sin que la autoridad audiovisual del país, el Ofcom, les enseñe al menos una tarjeta amarilla. Los presentadores y colaboradores sueltan barbaridades como que el gobierno prepara la obligatoriedad del veganismo sin que nadie mueva un dedo por atizar reacciones emocionales con narrativas falsas. Esta pasividad tiene una explicación fácil: no quiere destaparse la caja de los truenos de amonestar a medios del país que jugarán la carta del victimismo acusando de que se les está censurando. Y ciertamente es problemático que el Estado pase a ser el árbitro de la verdad, porque ya sabemos hacia qué pendiente puede empezar a rodar si un mal gobierno pone las garras en esta prerrogativa. Adelante con los escudos democráticos, pero sin olvidar que, en demasiados casos, el enemigo está en casa, con alpargatas y sentado en el sofá.