La escuela, en primer plano
Los miércoles por la noche los espectadores de TV3 volvemos a la escuela. La cadena ha estrenado Historias de la escuela, una serie documental que nos adentra en la realidad de maestros y alumnos de diferentes centros de primaria, secundaria y formación profesional. El formato se inspira en la prolífica tradición francesa de documentales que exploran el ámbito pedagógico. Se percibe la influencia de producciones como tre te avoir (Nicolas Philibert, 2002), La clase. Entre los muros (Laurent Cantet, 2008), La Cour de Babel (Julie Bertuccelli, 2014) y tantos otros, mostrando la dificultad para motivar a los alumnos, las tensiones dentro del sistema educativo o los retos de la diversidad cultural en las aulas. Historias de la escuela prescinde de un narrador y de entrevistas. Se limita a la observación plena de la realidad de la escuela. Se huye del plan general para priorizar el primer plan, buscando una aproximación más humana. No se trata de relatar lo concreto sino de penetrar en el espectro emocional y empatizar con los protagonistas. Profesores y alumnos son observados como participantes de un ecosistema que está en crisis, y las interacciones y reacciones sirven para explicar sus causas subyacentes. La cámara se fija en las miradas, los silencios, el estado de ánimo, la actitud y las conversaciones. El primer capítulo, en el Instituto Rocagrossa de Lloret de Mar, arranca con el debate para la regulación del uso del teléfono móvil, uno de los grandes temas del ámbito educativo. A medida que avanza el relato, se suman nuevos conflictos y la tensión narrativa se incrementa. Micky, el técnico de integración social, se convertirá en el hilo conductor en su calidad de mediador. La fuerte discusión entre alumnos durante la clase de castellano nos trasladaba simbólicamente a otra realidad televisiva que los protagonistas conocen muy bien: chicos y chicas se discutían cómo lo hacen los participantes de un reality. Y es que en Historias de la escuela ves mucho más de lo que se incluye en la imagen y explica mucho más de lo que verbalizan a los personajes. Captas todo ese poso social y cultural que conforma su realidad. Este escenario tan delicado es un reflejo de circunstancias sociales que se cuecen fuera de la escuela. No hace falta entrar en detalle, sólo intuirlas, para que cada caso individual, cada problemática, sea un ejemplo de una realidad global.
Es muy difícil determinar cómo la presencia de las cámaras ha podido condicionar la conducta de los protagonistas. También si el ejercicio de redacción final por rebajar la agresividad anímica de los estudiantes está inducido por el programa o es una solución recurrente del mismo centro.
Con Historias de la escuela, más allá de quedarnos con la postal voluntariosa y condescendiente de la realidad educativa, o con un pesimismo pasivo, el programa será útil en la medida en que sea capaz de estimular el debate social y reflejar las necesidades del sistema que no están siendo atendidas. Porque la voluntad de documentar la realidad en las escuelas debe estar vinculado al interés por el proceso de construcción de la ciudadanía. Observar a las generaciones más jóvenes es un ejercicio para vislumbrar los problemas del futuro.