Guerra, Griso y la peluquería de Yolanda Díaz

Planas mañana
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Este jueves por la mañana Susanna Griso entrevistaba a Alfonso Guerra en Espejo público para promocionar su libro. En la conversación, la presentadora le recordó las críticas de Yolanda Díaz a Felipe González, en las que atribuía al expresidente socialista falta de rigor político a la hora de referirse a la amnistía. Y Alfonso Guerra, que es perro viejo, simuló que se sorprendía: “¿Quién? ¿La vicepresidenta? ¿Criticando falta de rigor político, jurídico...? ¿Ella? ¡Le habrá dado tiempo entre una peluquería y otra!” Y Susanna Griso, sorprendida por el comentario, bajó la mirada, sonrió y le dijo con indulgencia: “Ay... este comentario, señor Guerra… ¡Le aseguro que le van a caer muchas críticas!” Y Alfonso Guerra, como si fuera la reencarnación del propio Vidal Sassoon y todo un experto en gestión capilar y peinados, se reafirmó: “No. Pero es verdad. Le dedica mucho tiempo”. Luego, Alfonso Guerra pudo continuar tranquilamente con sus explicaciones.

No se trata de perder tiempo teorizando sobre el machismo de Alfonso Guerra, ni tampoco de cómo hombres con un discurso caduco se perpetúan en los medios incluso con una trayectoria política nada ejemplar. El comentario vulgar y machista evidencia que sus ideas no se ajustan a las necesidades de la sociedad actual.

Ahora bien, lo más preocupante es la reacción de Susanna Griso. Le subrayó el comentario advirtiéndolo resignada de que recibiría muchas críticas. Unas críticas abstractas, como si fueran esas críticas molestas propias de la hermenéutica de los tiempos que corren. La actitud de la presentadora fue decepcionante porque la primera que le habría tenido que criticar el comentario era ella. No era necesario recrearse demasiado. Hubiera bastado con hacerle notar que lo que acababa de decir era una impertinencia muy machista y que debía disculparse de inmediato, con Yolanda Díaz y con la audiencia. Si hubiera querido dedicarle más tiempo, también le habría podido recordar que era un chiste grosero que no hacía ninguna gracia. Que era una manera inadmisible de despreciar a una mujer. Que quizás no se había enterado de que hoy en día esto era reprobable y que ni siquiera su partido admitiría esa bajeza de comentario. Griso, si hubiera querido, incluso pudo dar la entrevista por terminada.

Pero no. Sonrió y lo advirtió de que le caerían muchas críticas. Como si, entre todas estas críticas, no se incluyeran las suyas. Como si Griso encajara el comentario con condescendencia neutral pero no tuviera claro que el resto de gente lo toleraría con la misma capacidad que ella.

Susanna Griso ha perdido una oportunidad magnífica de reaccionar con rigor y dignidad. No es tan preocupante que estos dinosaurios políticos de vez en cuando asomen para decir disparates. Se retratan solos. Lo alarmante es que periodistas que lideran programas muestren esta tibieza e indulgencia con estos posicionamientos.

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