Hispanofobia es lo que yo digo que es hispanofobia

Si Arquímedes estuviera vivo hoy, ya no diría aquello de “Dadme un punto de apoyo y moveré el mundo” para promocionar su palanca en ninguna teletienda. Más bien diría “Dadme unas siglas y moveré a la opinión pública”. El Confidencial explica en una noticia que "las recetas de Sánchez no funcionan" y que "aumentan los incidentes de odio político e ideológico en Cataluña". En concreto, dice, "los delitos de hispanofobia representan ya la mitad de los casos de violencia política". Una vez lees la pieza no queda nada claro si hablan efectivamente de delitos o deincidentes, y tampoco detallan quién define estos presuntos incidentes y, sobre todo, qué formas de detección se han empleado. A la hora de criminalizar el catalanismo no nos pondremos finóleos, claro.

¿Y qué credibilidad tienen los datos? Aquí es donde entra en juego el poder de la sigla. Los artículos recuerdan que son las conclusiones de un estudio firmado por el llamado Observatorio Cívico de la Violencia Política en Cataluña. Mucha mayúscula, que siempre importa. Y la palabra cívico, que desprende olor a chamusca porque lo suelen cargar ufanos justamente quienes más han tensionado lingüísticamente el país. Es ese espanyolismo paradójico, que se llena la boca defendiendo el bilingüismo mientras intenta barrer el catalán de las escuelas, el que convoca manifestaciones por la tolerancia en la que se ven símbolos nazis, etcétera. El Observatorio en cuestión es una iniciativa de la asociación Impulso Ciudadano, entidad presidida por José Domingo, exparlamentario de Ciutadans y que también ha colaborado con la Sociedad Civil Catalana y con la Asociación por la Tolerancia. Vamos, que la autoridad del mencionado Observatorio para determinar quién sufre violencia política es, más o menos, la misma que tendría Vinícius como jurado del Balón de Oro.