Netflix recupera el caso Mario Biondo, con la familia del cámara en contra
La plataforma estrena una serie documental que aspira a trazar el relato definitivo sobre esa muerte rodeada de misterio
BarcelonaLa frontera entre perseguir la verdad o un fantasma puede ser muy fina. Durante diez años, la familia de Mario Biondo ha alimentado la sospecha –en incontables platós de televisión y en las redes– de que el cámara de Telecinco no murió por suicidio sino que fue asesinado. Tanto la justicia italiana como la española han descartado que hubiera participación externa en su deceso, aparentemente por autoasfixia erótica. Pero los Biondo mantienen la llama judicial viva y presentaron nuevas peticiones de diligencias para reabrir el caso. Está en juego su honorabilidad después de tantos años y, también, un seguro de vida del fallecido que solo puede cobrarse si se descarta el suicidio. Para añadir más leña al fuego, Netflix estrena este jueves el documental Las últimas horas de Mario Biondo, que aspira a dar la versión definitiva sobre qué ocurrió ese 30 de mayo del 2013.
La pieza, repartida en tres episodios de 45 minutos, se ha elaborado a partir de más de 200 horas de grabaciones, pero no recoge declaraciones originales de la otra persona que ha estado en el centro del caso: su pareja en el momento de la muerte, la presentadora Raquel Sánchez Silva. Sí hay declaraciones de la familia de Biondo, aunque se distanciaron en el acto cuando supieron que el ex manager de la comunicadora era uno de los productores de la docuserie. Desde entonces, responden a las críticas en las redes sociales, ya que consideran que el relato que se ofrece va en favor de Sánchez Silva, a quien consideran culpable de su pérdida.
“Nuestro propósito ha consistido en acercarnos a los eventos desde el punto de vista de la investigación periodística”, explica la directora de esta serie documental, María Pulido. “A través de cientos de horas de trabajo, de conversaciones con expertos y testigos clave, nuestro objetivo siempre ha sido que la docuserie ofrezca al espectador, por primera vez, toda la información para que pueda valorar los hechos de un caso que siempre ha estado muy marcado por el debate mediático”. Efectivamente, más allá de los esfuerzos de la familia de Biondo por defender la tesis del asesinato, en los tres episodios se pone de manifiesto que esto solo fue posible con la inestimable colaboración de programas de televisión que cedieron su espacio, en nombre del espectáculo, para que los parientes del cámara lanzaran graves acusaciones hacia la presentadora.
Óscar Tarruella, una de las personas que han avalado las tesis de la familia Biondo, ya ha querido poner la venda antes de la herida y ha colgado en YouTube un vídeo de 23 minutos en el que hace una predicción sobre lo que considera que será la tesis de la docuserie de Netflix. Quien es también exagente de la Policía Judicial –y exmarido de la cantante Mónica Naranjo– lamenta, por ejemplo, que no se subrayen lo que considera incongruencias de Sánchez Silva entre las distintas declaraciones que hizo ante la policía y los jueces. Las últimas horas de Mario Biondo, en este sentido, difícilmente cerrará una guerra de relatos que ha convertido a alguno de sus participantes en pequeñas estrellas mediáticas. La tesis de Tarruella es que el cámara murió como resultado de una ejecución por sorpresa.
La línea temporal de los creadores
En el documental, en cambio, se expone una relación de hechos muy distinta, que comienza con la discusión mantenida por Sánchez Silva y Biondo. Ella quería quedarse embarazada, pero a él la adicción a las drogas le había producido oligospermia y eso lo dificultaba. La presentadora se va a Plasencia para acompañar a un familiar al médico, en una visita programada días atrás. El cámara se queda solo, aunque recibe una retahíla de llamadas cortas de su pareja, de pocos segundos. Entonces Biondo contacta con un camello y baja al cajero, para sacar 110 euros que no tenía en el momento del descubrimiento del cadáver.
El cámara vuelve a casa pero, pasada la medianoche, sale de nuevo y se va a un prostíbulo, donde consume cinco copas, que paga con Visa. Se queda hasta que el local cierra y vuelve a casa. Sánchez Silva llama otra vez, a las 4:25 de la madrugada, pero él tiene el móvil apagado. Al día siguiente, no se presenta en plató, donde se lo espera para grabar una nueva entrega de MasterChef. Los compañeros de trabajo llaman entonces a Sánchez Silva, por si sabe algo, y ella le va llamando regularmente, sin éxito, hasta que avisa a la asistenta, por si puede acercarse al domicilio para comprobar que todo está en orden. Será ella quien se lo encontrará muerto, colgando de un pañuelo que había anudado a unos estantes del comedor, perpetuamente ajeno a la batalla judicial y mediática que se desencadenará a su alrededor durante más de diez años.