"No me imagino el paisaje de Catalunya sin el AHORA"
Toni Soler y Esther Vera conversan sobre el diario en su decimoquinto aniversario
BarcelonaTarde de lluvia más londinense que barcelonesa y ya está bien: siempre he encontrado algo inglesa en el diario ARA que hace que me imagine las crisis de redacción como en las películas, con los jefes de sección manejando palabras como "hechos" y "fuentes", intentos de combatir la tensión con flema e ironía hasta que, cuando las fuerzas decaen valor del periodismo y todo el mundo se pone a trabajar. Y también hay algo claramente ingleso en el humor de Toni Soler, quien conversará con la directora en esta tarde de país protestante que nos ha quedado por uno de los muchos actos con los que el ARA celebra quince años de existencia. Suben ambos arriba del escenario y es como tener el diario del domingo abierto por los extremos, en una mano la editorial y en la otra la contraportada.
Antes de empezar se ha proyectado un vídeo con los eventos más destacados de esta década y media para los suscriptores del diario, que llenan el salón de actos de la librería Ona: de Artur Mas a Salvador Illa, de Barack Obama a Donald Trump; Dios le da. Quizás el lector del ARA también comparte esa contención inglesa que proyecto en la crónica, porque había imágenes suficientes para soltar un suspiro o una carcajada, pero todo el mundo se ha mantenido serio. Al mismo tiempo Vera les hace reír con lo primero que dice: "Disculpen por llegar tarde, mala hora para una directora de diario". El ambiente es familiar, con ese conocimiento asimétrico pero real que se establece entre quienes escriben y quienes los leen.
Vera no era parte del equipo que empezó el diario, pero Soler sí: "No han sido quince años cualesquiera". Visto con perspectiva, Soler encuentra que el ARA nació en un momento oportuno para poder narrar los grandes cambios que esperaban en el mundo, a la vez que inoportuno por la crisis del periodismo, que será uno de los temas recurrentes de la conversación. Hablando más como lector empedernido que como impulsor del proyecto, Soler llega a una idea potentísima por su sencillez: "No me imagino el paisaje de Catalunya sin el AHORA". Esta naturalidad con la que Soler y Vera hablarán de cómo este diario se ha situado en medio de la conversación colectiva, de cómo hay que pasar por el ARA para saber lo que está pasando en el país, quizá sea lo que mejor resume el fruto de estos quince años: normalizar el hecho de tener un diario catalán perfectamente autocentrado ya la vez homologable con los estándares internacionales más elevados.
Y Vera, lo sabíamos todos, hace un discurso romántico sobre el valor del periodismo. Dice que, pese a las crisis de modelo económico, está convencida de que los diarios son más imprescindibles que nunca para distinguir lo verdadero de lo mentira. Con el cambio brutal del entorno digital de estos años, en el que "la desinformación ya no sólo es gratuita, sino invasiva: nos atraviesa", Vera cree que el oficio ha quedado reivindicado de una manera irrefutable: "Me parece bien haber bajado periodistas de la peana y acercarles a la gente con las redes sociales, pero estoy segura de que se reconoce verdad o mentira. Los periodistas somos esto: un método".
La idea que me hace más cosquillas y que demuestra que ambos saben leer a contrapelo del tiempo, es que leer los periódicos ya no es una manera de amargarse la vida, sino que, ahora mismo, el periodismo es la única herramienta capaz de templar una sensación de apocalipsis permanente y saber cómo sentirse respecto a las cosas. Soler lo explica muy bien dando la vuelta a aquella frase que dice que "Un pesimista es un optimista bien informado", que hoy ya no valdría porque las redes promueven "los que nunca se callan, anuncian cada día el fin del mundo, ponen siempre el mayor adjetivo, insultan", mientras que sólo diarios como el ARA son capaces de desinflamar pos. Vera lo comparte: "El periodismo es lo que hoy nos permite ponderar, saber cuándo preocuparnos de verdad y cuándo hay que rebajar alarmas que nada tienen que ver con la realidad". Si el ciudadano atemorizado y lleno de odio es el que el poder controla más fácilmente, hoy la función democrática del periodismo quizá tenga más que ver con calmar los ánimos que con irritarlos.
Pese a que en el vídeo salían el uno de octubre, el atentado de las Ramblas o la pandemia, ni siquiera en el turno de preguntas hay una gota de nostalgia: la familia de suscriptores está más preocupada por cómo lo hará el diario para conseguir lectores jóvenes o qué retos supone la inteligencia artificial que para repasar batallitas. Soler quita el miedo a los padres preocupados para que sus hijos no lean diarios diciéndoles que, cuando crezcan, lo harán; y bromea con que Jordi Pujol dijo que no le preocupaban las subidas de electores de Esquerra porque con el tiempo maduraban y votaban Convergència (de acuerdo, alguna batallita bien puesta sí hace reír al público), y Vera nos cuenta que trabaja para que, en el mundo digital, el AH sea visto por "una fuente de autor" por un diario. Celebrábamos quince años, pero lo de leer diarios siempre te acaba llevando a comprometerte con el mañana.