Crítica de series

La representación del autismo en las series, una asignatura en proceso de logro

La comedia dramática de Amazon 'Nuestra mirada' aporta unas interpretaciones auténticas, pero hace trampas con el punto de vista

3 min
Rick Glassman, Sue Ann Pien y Albert Rutecki, los tres protagonistas de la serie 'Nuestra mirada'

'Nuestra mirada'

Jason Katims para Amazon Prime Video. En emisión en Amazon Prime Video

Para Jason Katims encargarse del remake norteamericano de la serie israelí On the spectrum no era un trabajo cualquiera. El también guionista de Friday night lights, Parenthood y About a boy tiene un hijo autista y, por lo tanto, podía abordar con cierto conocimiento de causa esta comedia dramática sobre tres jóvenes adultos con trastorno del espectro autista que comparten piso bajo la supervisión de una terapeuta, Mandy (Sosie Bacon). Jack (Rick Glassman), Violet (Sue Ann Pien) y Harrison (Albert Rutecki) se encuentran en ese periodo transitorio entre llevar una vida autónoma y necesitar todavía cierto apoyo en algunos aspectos de su cotidianidad, un escenario bastante habitual entre las personas con TEA. La serie juega con perfiles variados de personas neurodivergentes: Jack es un informático que tiene que afrontar el cáncer de su padre mientras aprende a ser menos brusco en las relaciones profesionales y personales; Violet se muere de ganas de tener una historia con un chico no autista, unas ansias que su hermano Van (Chris Pang) contempla con preocupación; y para Harrison el mundo exterior resulta una selva sobrecargada de estímulos que no siempre puede driblar.

Lejos de definir a los protagonistas a partir de estereotipos sobre el autismo, la serie prefiere presentarlos en situaciones y conflictos del día a día a los que reaccionan de manera diversa respecto a lo que harían los neurotípicos. Y lo hace con suficiente sensibilidad como para que se generen toneladas de empatía hacia los tres. Nuestra mirada también muestra sin subrayarlos actitudes y comportamientos típicamente neurodivergentes como el balanceo corporal cuando uno se pone nervioso, las crisis por sobrecarga emocional, la falta de sintonía con las retóricas de la persuasión o la adulación, las dificultades a veces para respetar las fronteras de la intimidad de los otros o la espontaneidad con la que un adulto puede entablar una amistad totalmente genuina e inocente con un niño de 10 años.

Las series se están poniendo las pilas en cuanto a la representación de las personas con TEA, desde date shows como Amor en el espectro hasta ficciones como Atípico o Todo va a ir bien. En Nuestra mirada, los tres intérpretes principales, como sus personajes, también tienen TEA. Y, por el título, te esperas que el punto de vista les corresponda. Nuestra mirada (As we see it, en inglés) invita a pensar que nos encontraremos ante una serie narrada a través de los ojos de los protagonistas autistas. Pero no es así. Más bien es una serie sobre la convivencia entre neurodivergentes y los neurotípicos que los cuidan, la perspectiva que, al fin y al cabo, conoce su creador. Y en este sentido, la ficción cae todavía tanto en cierto paternalismo como en problemas típicos de la representación de identidades minorizadas por parte de quienes no lo están. Mandy, la cuidadora, funciona como salvadora blanca: la figura ajena al colectivo teóricamente reivindicado que no solo les roba protagonismo sino que además se otorga la condición positiva de benefactora, sin que la serie cuestione algunas de las decisiones que lleva a cabo para que los personajes se adapten a la sociedad. Por eso, algunos de los mejores momentos de Nuestra mirada son aquellos en los que Jack, Violet y Harrison comparten armonía y felicidad cotidiana lejos del intervencionismo de terapeutas y familiares controladores: como cuando se entusiasman con el nuevo robot aspirador o se sientan juntos en el sofá para ver una película porno con toda la naturalidad del mundo.

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