Crítica de serie

Los antihéroes de la novela negra también se jubilan en la Provenza

'Monsieur Spade' imagina una madurez con regusto francés para el protagonista de 'El halcón maltés' de Dashiell Hammett

Clive Owen y Louise Bourgoin en la serie 'Monsieur Spade'.
20/03/2025
3 min
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'Monsieur Spade'

  • Scott Frank y Tom Fontana para AMC y Canal+ Francia
  • Disponible en Filmin en VOSCat

Humphrey Bogart convirtió en un icono cinematográfico Sam Spade, el antihéroe creado por Dashiell Hammett en El halcón maltés, que se convertiría en el prototipo, con Philip Marlowe, del protagonista de la novela y el cine negros. Un detective de mente brillante, con una moral propia y suficientemente descreído para entregar a la mujer que le atrae a la policía. ¿Pero qué se hace de Spade en la madurez? Esto han querido imaginar dos grandes nombres de la creación televisiva, Scott Frank (Gambit de dama) y Tom Fontana (Oz) en la serie Monsieur Spade, en la que Clive Owen toma el testimonio de Bogart como un detective ahora retirado en Francia, en la idílica e inventada villa de Bozouls, donde se aloja en una preciosa finca que le dejó su mujer. Una jubilación privilegiada que se trastoca cuando asesinan a seis monjas de un convento cercano y él siente la obligación de proteger a la chica adolescente que tenían acogida, Teresa (Cara Bossom), el motivo que le llevó hacia Europa.

Así se pone en marcha un misterio de múltiples ramificaciones que implica a un niño argelino con poderes, reparos y traumas remanentes de la ocupación nazi y de la guerra de la independencia argelina, los servicios secretos de diferentes países, historias de amor, traiciones e infidelidades diversas, y un hombre a quien todo el mundo.

El nihilismo de la novela negra brotó en buena parte del desencanto posterior a la Primera Guerra Mundial. Ambientada en la década de los sesenta, Monsieur Spade hace presentes las heridas abiertas de la Segunda Guerra Mundial y de la guerra de la independencia argelina, encapsuladas en un pueblecito que refleja la Francia traumatizada por estos conflictos. Esto permite a los creadores otorgar un sentimiento colectivo al desencanto de que en la novela negra estadounidense se personifica de forma individual. Esta atmósfera con razones históricas de fondo es lo más potente de esta revisión del personaje de Hammett. Owen también otorga toda su convincente presencia y ve cavernosa en la visión madura de Spade. En un momento incluso se nos presenta mientras se somete a un tacto rectal en una revisión de próstata. Un apunte desmitificador que, sin embargo, no tiene mayor recorrido. El Spade veterano mantiene el atractivo, la ética personal y el punto cínico de cuando era joven, aunque parece haber encontrado cierta paz en la piscina del espléndido caserón que le dejó su esposa francesa, a la que recuerda con añoranza.

La visión gentrificada

Algo chirría en esta visión gentrificada del antihéroe del noir. De acuerdo que los detectives de los bajos fondos también tienen derecho a gozar de una jubilación soleada. Pero el contexto de Monsieur Spade se acerca peligrosamente a una variante policial de Bajo el sol de la Toscana o Un buen año. No ayuda la enreda que hace fuerte en la que se enreda el argumento. A menudo, en la literatura negra, las tramas acaban resultando bastante confundidas. Una demostración de que solucionar enigmas era lo que menos interesaba a sus autores, que privilegiaban la creación de personajes inolvidables y de sofocantes ambientes. Pero en Monsieur Spade los creadores no logran compensar los elementos. Hay demasiados personajes y les dejan respirar demasiado poco, y el poso de drama histórico no acaba de impregnar como debería el tono de la serie. Al final, incluso recurren a un personaje que se han sacado de la manga para contar todo lo que nos hemos perdido, por lo que Monsieur Spade se aleja aún más del neonoir para acercarse al whodunit en contexto pintoresco estilo Puñales por la espalda.

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