'La caída de la casa Usher': Edgar Allan Poe vuelve el día de difuntos
La serie Mike Flanagan se deleita al contemplar el derrumbe del imperio de una familia capitalista
'La caída de la casa Usher'
- Mike Flanagan para Netflix
- En emisión en Netflix
Era una cuestión de tiempo que Mike Flanagan, ahora mismo el creador más popular de series de terror, abordara la literatura de Edgar Allan Poe, dado que ya había adaptado otros referentes del género como Shirley Jackson (La maldición de Hill House), Henry James (La maldición de Bly Manor) o Stephen King (en los films El juego del Gerald y Doctor Sueño). La caída de la casa Usher parte de este cuento del escritor estadounidense para llevar a cabo otra inmersión en la fatalidad que marca y destruye a una familia, en una serie que a su vez funciona como una antología sobre la literatura de Poe. Cada episodio homenajea un relato diferente al tiempo que incorpora citas visuales o textuales de otras piezas como los poemas Annabel Lee y El cuervo.
Esta vez, los protagonistas encarnan el arquetipo de familia multimillonaria propietaria de un imperio empresarial levantado sobre la depredación capitalista. En los primeros episodios, La caída de la casa Usher recuerda demasiado otras aproximaciones recientes a las dinámicas sin escrúpulos de los muchos ricos. Podría ser una variante de Sucesión en el que los personajes representan los Sackler, los propietarios de Purdue Pharma, la empresa farmacéutica responsable de la crisis de los opioides que ganó millones de dólares a expensas de generar una de las crisis sanitarias más mortales de la historia de Estados Unidos. También tenemos al patriarca todopoderoso, Roderick Usher (Bruce Greenwood) y su aliada femenina, aquí su hermana Madeline (Mary McDonnell), aún más maquiavélica que él. Ambos, rodeados por la retahíla de hijos de Roderick, desde el mayor, el patético y cobarde Frederick (Henry Thomas), hasta el pequeño y desfasado Prospero (Sauriyan Sapkota), pasando por la hermana prodigio y amoral, Victorine (T'Nia Miller). Tampoco falta el abogado amigo de la familia que les salva de todos los escándalos, Arthur Gordon Pym, a quien da vida un gran Mark Hamill.
Quizás las raíces católicas de Flanagan tienen que ver con que La caída de la casa Usher, más que una actualización de las obsesiones mórbidas y angustiantes de la literatura de Poe, se convierta en un cuento moralista sobre las consecuencias de establecer un pacto con el diablo a partir del gran asunto estadounidense, y también el de buena parte de las ficciones de ese creador: la familia. La serie adopta como primer marco general el punto de vista del narrador del cuento que le da nombre: a lo largo de ocho episodios contemplamos cómo se hunde el imperio familiar creado por los Usher a partir de la muerte de cada uno de los hijos del patriarca. Si en la pieza original el incesto y el sentimiento de culpa que genera son el detonante de la decadencia, aquí el pecado original consiste en venderse al diablo el alma, es decir el instinto familiar, a cambio de convertirse en magnates capitalistas. Flanagan sobrepone otro marco narrativo por encima del imaginario de Poe, el que conduce al Ángel de la Muerte córvido al que da vida Carla Gugino, ejecutor del castigo ejemplar.
El terror de Poe se sitúa en las antípodas del jump scare, el susto inesperado e impactante pero sin efecto perdurable sobre el que pivota buena parte de terror contemporáneo. La caída de la casa Usher se esfuerza por combinar estas dos formas de concebir el horror, pero el sobresalto eficaz se impone a menudo a la creación de atmósferas enfermizas donde un tormento obsesivo resuena hasta la eternidad. Flanagan sí honra a Poe en uno de los puntos a reivindicar de la serie: la recreación en una puesta en escena dilatada y dolorosa, incluso cruel, de la mayoría de las muertes.