Crítica de series

¿Qué pasaría si una estrella de fútbol negra le espetara un "blanco de mierda" a su entrenador?

La serie francesa 'La fiebre' plasma cómo la construcción mediática del relato futbolístico contribuye a la unidad de la patria

'La fiebre'

  • Éric Benzekri para Canal+
  • En emisión en Movistar Plus+

En el primer episodio de La fiebre, la nueva serie de los responsables de Baron Noir, tiene lugar la gala de entrega de los principales premios dedicados al fútbol en Francia. En plena fiesta televisada, Fodé Thiam (Alassane Diong), estrella del club ficticio Racing y de la selección nacional, le golpea un cabezazo (al modo de Zidane) a su entrenador mientras le espeta un "salatoubab", que en una mezcla de francés y wolof quisiera decir "blanco de mierda". El presidente del Racing, François Marens (Benjamin Biolay), reacciona rápidamente y convoca a una empresa especializada en crisis de comunicación. Antes de que se sepan las razones" , el incidente ya ha encendido una confrontación identitaria en todo el país, propulsada por las redes sociales y alimentada por estrellas mediáticas de la extrema derecha como la cómica Marie Kinsky (Ana Girardot), que habla de "racismo antiblanco". experta en comunicación Sam Berger (Nina Meurisse) toma las riendas del asunto por su capacidad para entender hasta qué punto el fútbol funciona como territorio simbólico en el que se forja y se exalta la identidad y el orgullo patrióticos, y de qué forma el deporte supone el último bastión de la unidad nacional en un país multicultural polarizado ideológicamente. La fiebre, de los seis en total que conforman la serie, el creador Éric Benzekri y el realizador Ziad Doueiri dibujan una Francia en estado de alta tensión (de ahí el título) en la que cualquier hecho anecdótico puede servir de detonante para un estallido de violencia . Para la protagonista, Sam Berger, el país vive en un estadio al borde de la guerra civil, un estallido que ella quiere evitar a través de las estrategias de comunicación que propone no sólo al club de fútbol, ​​también al gobierno francés. Como ocurre a menudo con las obras audiovisuales en Francia, La fiebre tiene vocación de pieza destinada a generar un debate social en el mismo país en torno a los temas que plantea. De ahí también el tono rimbombante y algo hiperbólico de las discusiones y conflictos que se exponen, sin obviar que la protagonista, una comunicadora con altas capacidades, se mueve en esa frontera difusa entre la mente brillante y una cierta tendencia mesiánica.

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La serie sabe transmitir esta tensión febril generada por los conflictos en el mundo real que se expanden en las redes y el interés por las soluciones comunicativas que se plantean. Queda claro que el relato al volante del fútbol aún lo domina la proyección de una cierta masculinidad, pero en La fiebre las discusiones nacionales al respecto las lideran las mujeres. Berger entra en confrontación directa con Kinsky, que había sido su amiga inseparable hace tiempo hasta que algún hecho que se nos escapa las convirtió en mejores enemigas. A favor de La fiebre es que no reduce a la líder populista a la caricatura. Kinsky resulta una figura carismática, una mujer estratégicamente inteligente capaz de transmitir en una retórica muy persuasiva su criminal discurso xenófobo. El tercer polo lo encarna Kenza Chelbi (Lou-Adriana Bouziouane), la líder de un movimiento antirracista que se identifica con el Partido de los Indígenas de la República, y que en la serie, sobre todo por parte de Berger, se asocia en una extrema izquierda tan peligrosa para la estabilidad de Francia como las posiciones racistas. Por ejemplo, que Fodé Thiam pase de futbolista apolítico a militante antirracista, el gran objetivo de Chelbi, se considera negativo. Una muestra de cómo La fiebre resulta una serie muy ilustrativa de cómo las narrativas en torno al fútbol alimentan una idea concreta de nacionalismo.