Crítica de serie

La serie que indaga la posible causa humana tras muchos accidentes de avión

Nathan Fielder se confirma como el creador televisivo más estimulante del momento con la segunda temporada de 'Los ensayos'

'The rehearsal' ('Los ensayos')

  • Nathan Fielder para HBO
  • En emisión a Max

Uno de los principales síntomas de la singularidad de The rehearsal (Los ensayos), que ha estrenado segunda temporada, es lo difícil que resulta describir de qué va. Su creador, Nathan Fielder, estudió la carrera de empresariales antes de formarse en el arte de la comedia. Nathan for you, el programa de humor en el que se ofrecía para mejorar propuestas de negocio que no acababan de funcionar, y que desembocaba en resultados sorprendentes. En Los ensayos parte de una idea similar. Aquí se trata de analizar por qué no funciona alguna situación de la vida real, para ensayar posibles escenarios ficticios que contribuyan a solucionarla. En catástrofes como la del avión de Corporate Airlines que se estrelló en Missouri en 2004 o la del vuelo de US-Bangla Airlines que se accidentó al aterrizar en el 2018 en Katmandú, las grabaciones ponen en evidencia cómo falló la comunicación verbal entre piloto y copiloto.

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Para certificar su hipótesis y al mismo tiempo explorar las posibilidades de mejora, Fielder pone en marcha una de sus estrategias ensayísticas en modo de formato televisivo (supuestamente) cómico Habla con un experto en el tema, conversación profundamente con un copiloto para entender mejor la psicología de estos profesionales, hace una audición para encontrar ¡buena parte de una terminal de un aeropuerto! Hasta aquí el planteamiento elaborado pero comprensible de un episodio de Los ensayos, en la que se siguen todas las etapas para confeccionar el simulacro perfecto de una realidad para acabar "mejorando" la realidad misma. Pero la gracia de esta serie, mezcla imposible entre Borges y las nuevas formas de comedia televisiva, es cómo Fielder parte de un escenario ya bastante complejo para trasladarnos a situaciones cada vez más insólitas e inesperadas. En los dos primeros episodios, acabamos asistiendo a un casting de talentos musicales en el que los pilotos ejercen de jueces y en el que el creador explora por qué, ante un mismo anuncio de rechazo, reaccionamos distinto según la persona que nos lo comunica. E incluso contemplamos cómo Fielder equipara Paramount con el nazismo por razones demasiado largas de contar.

Pero, por ahora, es el tercer episodio el que ha generado más alboroto. Y con razón. Todo comienza con una pareja que ha clonado a su perro muerto. Sin embargo, los nuevos animales no se comportan como el original. Así que Fielder reconstruye el escenario en el que se crió el primero para ver si los clonados acaban adaptando su comportamiento a las circunstancias. Una forma sorprendente (ya veces hilarante) de abordar el eterno debate sobre si la identidad se fragua o nos viene de serie. Pero los caminos de Los ensayos son inescrutables. Así que de ahí vamos a parar a una recreación de la vida de Chesley Sully Sullenberger, el famoso piloto que logró empapar con éxito un avión en el río Hudson. En la antípoda del biopic que le dedicó Clint Eastwood, el Sully de Fielder incluye escenas tremendamente grotescas y otras que alcanzan un nivel de emoción insuperable. Su hipótesis sobre cuál fue la clave del éxito de Sully ese día fatídico hay que verla para creerla. Simplemente, genial.

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