Iñaki Undargarin en el programa 'Plan secuencia', de La 2Cat
Periodista i crítica de televisió
2 min

Este jueves por la noche, Jordi Basté estrenaba su Plan secuencia en La 2 Cat con un invitado que, sin duda, servía de reclamo: Iñaki Urdangarin. Desde el punto de vista estrictamente formal, con una grabación en un único plano continuo, sin detener nunca la cámara, el programa es técnicamente ambicioso. Y un riesgo que muchos profesionales no asumirían, porque la edición puede mejorar las entrevistas y también les mejora a ellos como interlocutores. Por otra parte, el plano secuencia necesita mucho ensayo para que el artificio funcione. Y todo ensayo implica una teatralidad. Por ejemplo: Basté, al final de la conversación, lamenta haberse dejado un libro en el coche. Incluso pone la cabeza sobre la mesa para expresar lo grave que le sabe detener la entrevista para tener que ir a buscarle. Luego, en la emisión posterior sobre el making-of, descubrimos que aquel supuesto "descuido" estaba previsto y ensayado. Es decir, que en la entrevista intervenía un componente de ficción. Basté dice que se le ha dejado, pero no es verdad. Y esto incita a la desconfianza sobre la veracidad de todo lo que ocurre. Incluso el invitado tenía pautada la coreografía del paseo por el comedor para reaccionar a la pausa. Es decir, que el plano secuencia no siempre es garantía de transparencia. También es artificialidad.

Jordi Basté ha dedicado horas de radio a la crítica preventiva ya la justificación. Tantas, que es sintomático. Ha querido legitimar el planteamiento desactivando los códigos del periodismo. "No es un programa de entrevistas, es una conversación", dice Basté, como excusa para explicar que el diálogo con Urdangarin no contiene las preguntas que esperaríamos que se hicieran al ex yerno del rey emérito. Urdangarin fue condenado a cinco años y diez meses de cárcel por el caso Nóos, imputado por los delitos de malversación de dinero público, prevaricación administrativa, fraude en la administración, tráfico de influencias y dos delitos fiscales. Es la figura que evidencia la permeabilidad de la Corona en las prácticas corruptas. Es el vector que conecta el poder monárquico con la trama del caso. Y la ciudadanía nunca ha tenido una versión suya de un caso de un indudable interés social. Se entiende que Basté quiera realizar un programa de entretenimiento y conversación emocional. Es fácil que así sea con la actriz Emma Vilarasau, por ejemplo. Pero que la estrella de la radio en Catalunya, el periodista más escuchado del país, tenga a Urdangarin por delante y se limite al "pobrecito cuando estuviste en prisión" y al "ahora eres un hombre nuevo" es decepcionante, francamente. Basté borra el contexto del invitado: en ningún momento se llama "casa real", ni "infanta", ni "caso Nóos". Tampoco por qué motivo entra en prisión. Basté sentencia: "El pasado es pasado. ¡De aquello, nada!" Aquello, que es impronunciable. Incluso cuando Urdangarin dice no tener voluntad de delinquir, Basté cambia de tema. Y todo amenizado con música relajante de centro de masajes, que vimos. Más que un plano secuencia fue un fuera de campo, donde el espectador sólo tenía presente todo lo crucial que quedaba al margen del relato. Cuando la filigrana nos hace perder el periodismo y el instinto profesional, lo que vemos es una obra de teatro, ni siquiera una conversación.

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