La tortura televisiva más extrema

Se ha estrenado un documental en la plataforma Disney+ que os dejará boquiabiertos. Es de esas historias que no os podréis creer. También puede provocaros cierto malestar, porque seréis testigos de la más absoluta deshumanización del protagonista en un contexto en el que todo el mundo lo percibe como un simple entretenimiento. The contestant narra la experiencia de Nasubi, un chico de Fukushima, en la televisión japonesa de finales de los 90. En enero de 1998, viajó hasta Tokio para probar suerte en el mundo del entretenimiento. El azar lo llevó a ser el único concursante de un reality cruel que se convertiría en el espectáculo de mayor éxito de la televisión. Lo seguían más de treinta millones de espectadores, pero él pensaba que nadie lo miraba y que solo formaba parte de un experimento de prueba. Nasubi pasó 15 meses desnudo y encerrado en una habitación pequeña. Su reto consistía en sobrevivir gracias a los premios que conseguía a través de los abundantes concursos de las revistas japonesas. Se pasaba horas escribiendo cientos de postales para ganar todo tipo de obsequios, también la comida. Teóricamente, el reality se acabaría cuando hubiera acumulado premios por valor de un millón de yenes. Lo que no imaginaba era que, una vez superase la prueba, todavía le quedaba un recorrido muy traumático por recorrer. El espectador del documental tampoco es consciente de ello, en un giro inesperado de guion.

El documental, dirigido por la británica Clair Titley, es un retrato descarnado de la cultura mediática y la sociedad de consumo. Titley, criada en el sur y en el sureste de Asia, creció viendo la MTV asiática y frecuentando videoclubes clandestinos donde encontraba películas occidentales. Es muy hábil captando los matices de la narrativa audiovisual, los factores identitarios, y subrayándolos a los espectadores. No hay locución más allá de las lecturas del diario personal que escribía Nasubi cuando estaba encerrado. Titley vuelve a poner delante de la cámara al gran protagonista de esa historia 25 años después. También Toshio Tsuchiya, el productor que ideó ese experimento salvaje. Son los antagonistas que, desde la actualidad, vertebran el relato mirando hacia el pasado. Es una historia de tortura extrema, de abuso feroz, de explotación humana. Somos testigos de la manipulación psicológica y el maltrato, de la humillación más bestia. Es un secuestro en el que la televisión legitima la perversión en beneficio del espectáculo y el entretenimiento. Conmueve la docilidad de Nasubi y duele la inconsciencia de la audiencia. Por suerte, el documental, de hora y media de duración, también muestra el crecimiento personal del protagonista para tranquilizar al espectador.

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The contestant va más allá de un caso concreto. Nos habla de la autoridad que, como sociedad, hemos atribuido a la televisión, de su impunidad para crear una realidad paralela que difícilmente se cuestiona, de la capacidad de alienar a personas, en Japón y en cualquier otro lugar. Pone de manifiesto cómo la pantalla ha servido para dejar entrar los valores más execrables dentro de casa y nos los hemos tragado como golosinas.