¿Qué vuelve más: el ajo o la Transición?

No ha pasado ni media semana del quincuagésimo aniversario de la muerte de Franco y los diarios están en modo hoja Transición, como si el paso entre una dictadura y una (muy imperfecta) democracia hubiera sido cosa de setenta y dos horas. Celebran medio siglo de pacto, que lo fue, pero omiten que este acuerdo se sustentó en una serie de olvidos voluntarios y renuncias a ajustar cuentas que no han permitido cerrar la herida de fondo. El rey Felipe ocupa la mayoría de las portadas con su tímida reivindicación de su padre. De entre todos los titulares, me quedo con éste de La Razón: "El Rey renueva el vínculo de la Corona con la democracia". Aparte del mal estético de ver Corona en mayúscula y democracia en minúscula, porque denota sumisión de la segunda a la primera, la frase acaba resultando una excusatio non pequeña, accusatio manifiesta de upa. Que yo sepa, la figura del jefe de Estado como rey que se transmite hereditariamente, por obsoleta que sea, emana de la Constitución que define políticamente esa desdichada piel de toro. ¿El rey renueva? ¿Qué le había perdido? ¿Qué tendría opción de separarse? Bien, mejor que no se conteste esta última pregunta, que todavía encontraríamos legión de nostálgicos de los tanques entrando por la Diagonal.

Otros, como El Mundo, recurren a la encuesta para perpetuar el sistema. "Los jóvenes se entusiasman con Leonor: el 75% la ven como una buena reina". Es un sondeo sensacional, porque la princesa no ha tenido que demostrar todavía nada. No ha resuelto ninguna crisis. Sólo la hemos visto en las fotografías pactadas que la muestran como buena alumna, buena soldado, y hablando brevemente a algunos actos, hipercontrolados. Sabiendo la desafección de los jóvenes por la política, escoger el verbo entusiasmarse –con lo que sugiere de desenfreno y víctores por las calles– es el último servicio deEl Mundo para intentar instaurar una Transición bis. O, por lo menos, para hacerlo parecer para quedar bien.