10 años del Acuerdo de París: ¿a quién le preocupa todavía la crisis climática?
El pacto para frenar el calentamiento planetario se enfrenta al retorno del negacionismo justo cuando debe empezar a dar frutos
BarcelonaAbrazos, saltos de alegría y aplausos recibieron hace diez años el nacimiento del Acuerdo de París. Había costado muchos años parir, y se habían empleado muchas horas de tensas negociaciones en la capital francesa, durante la cumbre del clima COP21. Pero ese 12 de diciembre de 2015, todos los gobiernos del mundo se comprometieron formalmente a evitar que el calentamiento global superara los 2 ºC y preferiblemente se quedara por debajo del 1,5 ºC. El acuerdo era muy imperfecto –empezando por el hecho de que no era vinculante–, pero ese hito histórico –poner de acuerdo 197 gobiernos distintos es una tarea hercúlea– desató el optimismo: la lucha contra la crisis climática por fin era un objetivo global ineludible.
Una década después, el contexto mundial parece haberse girado casi como un calcetín. El negacionismo climático ha vuelto, con altavoces más poderosos que nunca, y la industria de los combustibles fósiles reaviva. El umbral del 1,5 ºC por encima de la media preindustrial ya se ha superado, aunque sólo puntualmente en el 2024 y no todavía como media sostenida en un período largo (que es lo llamaba a evitar el Acuerdo de París). Y las emisiones de CO₂ y otros gases responsables de la crisis climática, que se preveía que llegarían a su pico durante esta década que termina, siguen batiendo récords año tras año. ¿Qué está pasando?
Las emisiones
"El efecto de Donald Trump todavía no se ha notado, vendrá a partir de ahora, pero lo que ya está haciendo es que los países saquen el pie del acelerador de la acción climática", dice Olga Alcaraz, directora del Grupo Gubernamental sobre Cambio Climático de la UPC. La profesora lamenta que la Unión Europea esté haciendo "seguidismo" de Estados Unidos, hasta el punto de que le ha costado mucho llegar a la cumbre climática que arranca este lunes en Brasil, la COP30, con una propuesta acordada. El encuentro en la Amazonia de estos próximos días llega diez años después de París y los gobiernos del mundo están convocados con el deber de presentar un objetivo nuevo (y ambicioso) de reducción de emisiones para 2035. La UE finalmente va con la misma cifra que ya había puesto sobre la mesa en el pasado (reducir un 66,5%0) acuerdo para recortar un 90% las emisiones en 2040, pero con muchos condicionantes, impuestos por estados como Hungría o Polonia. "Este segundo mandato de Ursula von der Leyen tiene una agenda climática mucho menos fuerte que el primero, entonces (cuando aprobó el Pacto Verde en el 2019) la UE quería ejercer un liderazgo en la lucha climática, pero ahora la agenda de seguridad tiene mucha mayor importancia" debido a la guerra de Ucrania Marina, del Ricardo Curado y de la guerra de Ucrania.
China, en cambio, ha cogido la delantera en la economía verde y en estos diez años que han pasado desde París se ha convertido en líder de las renovables. "El Acuerdo de París tiene un poco que ver, pero no lo explica del todo; lo que ocurre es que China ha visto en esta transición energética una gran oportunidad de negocio y se ha lanzado de cabeza: al tener una economía dirigida ha ido planificando cada quinquenio económico para promocionar las renovables y ahora controla todos los recursos minerales de esta industria", apunta. En su último plenario el pasado mes, el Partido Comunista chino aprobó el nuevo plan quinquenal 2026-2030, que prevé "establecer una producción y un estilo de vida verdes" para que "el objetivo del pico de carbono se alcance como está previsto".
Pekín llega a la COP30 de Brasil con la promesa de reducir entre el 7% y el 10% sus emisiones en el 2035 respecto a este pico, que hace unos años anunciaba que llegaría en el 2030 pero ahora no concreta porque, según Alcaraz, podría llegar incluso antes. "Es un compromiso muy poco ambicioso para el primer emisor mundial, pero los compromisos de China siempre han parecido poco ambiciosos y después los logra con creces", dice la experta. En cambio, Estados Unidos, el segundo país que más emite, se comprometió a reducir a la mitad sus emisiones en el 2030 bajo el gobierno de Joe Biden, pero Trump no sólo se ha desdicho, sino que además ha retirado el país del Acuerdo de París y ha apostado de llenopara recular con su tristemente célebre "drill, baby, drill" (perfora, niña, perfora).
La temperatura
Pero aunque pueda parecer poco eficaz, lo cierto es que el Acuerdo de París ha sido útil. Antes de la firma del acuerdo, el mundo se encaminaba hacia los 4 ºC de calentamiento global a finales de siglo y ahora, con los compromisos políticos que ya se han presentado en la COP30, vamos hacia los 2,5ºC si se cumplen y hacia los 2,8ºC si se mantienen las políticas actuales, según el último informe de la ONU. Es todavía insuficiente, pero ciertamente una mejora. Cuando se firmó ese pacto, la temperatura global ya estaba en torno a 1ºC por encima de la de la era preindustrial, pero actualmente ya estamos 1,3ºC por encima. Sólo con este cambio hemos sumado otros once días de calor extremo al año (este 2025 respecto al 2015), según un estudio de Climate Central. Las oleadas de calor extremas son ahora más probables que en 2015, algo muy preocupante, ya que el calor extremo mata cada año a unas 500.000 personas en todo el mundo, lo que la convierte en el acontecimiento meteorológico más mortífero.
La línea roja de los 1,5 ºC está cada vez más cerca, pero los científicos aseguran que la situación todavía puede reconducirse. Un estudio publicado este jueves porClimate Analytics dice que sería posible que la subida del termómetro global llegara hasta los 1,7 ºC y después volviera a tomar el camino descendente. Para ello la electrificación debería alcanzar dos tercios de la demanda energética en 2050 con el abaratamiento de las renovables, y que esta "electricidad", sumada al "hidrógeno, la biomasa y combustibles sintéticos, expulsara a los combustibles fósiles del sistema energético" en un horizonte "alcanzable el 2". Para los países ricos, debería ser incluso antes, en 2050.
"En los últimos cinco años nos han costado un tiempo precioso en la década crítica de la acción climática. Sin embargo, también han visto una revolución en las energías renovables y las baterías, que han batido récords en todo el mundo. Aprovechar estos vientos de cola puede ayudar a recuperar el tiempo perdido. La ventana para minimizar el exceso de está exceso. La elección es nuestra", decía uno de los investigadores del estudio, Neil Grant. En estos últimos cinco años que menciona Grant, los incentivos al crecimiento económico desmedido tras la pandemia se han sumado a la llegada del negacionismo de extrema derecha a muchos lugares del mundo para torpedear el optimismo con el que arrancó la década del Acuerdo de París.
Las renovables
Y pese a que la energía renovable se ha duplicado en estos diez años y va camino de triplicarse en breve, la realidad es que el 80% de la energía que se consume en el mundo hoy en día todavía viene del petróleo (30%), el carbón (28%) y el gas (23%), según la Agencia Internacional de la Energía. Y eso también a pesar de que las energías renovables, especialmente la solar y la eólica, son las que más han abaratado costes en esta última década y las más competitivas en la actualidad. Las renovables están creciendo a un ritmo del 6% anual mientras que los combustibles fósiles crecen un 1,5% anual. Pero es que no deberían subir, sino reducirse drásticamente hasta el cero. "El problema es el crecimiento constante del consumo energético, que ha hecho que toda la energía renovable generada se sume al total en lugar de irse a sustituir a la energía fósil", apunta Alcaraz. Hasta que no se detenga este crecimiento energético global, con medidas de mayor eficiencia energética y de economía circular, por ejemplo, no se podrá reducir drásticamente la energía fósil tal y como reclama la ciencia.
De hecho, en estos diez años muchos países han abierto nuevas explotaciones de gas y petróleo y han incrementado la producción de estos combustibles, cuando lo que hace falta es dejar de perforar. Estados Unidos es el país que más ha apostado por el petróleo y sobre todo por el gas (y el fracking) en los últimosaños, en los que se ha convertido en el primer productor y exportador mundial gracias en buena medida al aislamiento internacional de Rusia por la guerra de Ucrania. Sin embargo, el analista del Cidob asegura que Estados Unidos "aún apuesta por las renovables" y el plan de incendios que aprobó Joe Biden todavía tiene "un impacto positivo". "Hay un discurso anti-transición energética por parte de Trump pero en la práctica las inversiones todavía no van por ahí, aunque sí hay un regreso a los combustibles fósiles", dice Martínez.
Pero también Canadá, Noruega o Australia han incrementado sus explotaciones de combustibles fósiles en lugar de reducirlas, y también lo han hecho China, Irán, Irak y Brasil, que justamente quiere erigirse en líder de la lucha climática aprovechando que es el país anfitrión del país anfitrión.
Los combustibles fósiles
El arrecife es, claramente, el enorme poder de la industria de los combustibles fósiles, que se nota incluso en estas cumbres climáticas de la ONU y en otras como la que intentó aprobar un tratado para reducir la producción de plásticos y no lo consiguió, o la que quería restringir las emisiones de la navegación y tampoco lo logró. Todos son fracasos recientes que alertan del cambio de tendencia respecto al empuje que en el 2015 supuso el Acuerdo de París.
Más de 225 ONG climáticas han pedido formalmente que se excluyan a las empresas fósiles de las negociaciones climáticas de la ONU, pero de momento no han tenido éxito y en la cumbre de la Amazonia de este año habrá de nuevo cientos de lobistas del gas y el petróleo participando como parte de un país o incluso de observadores. "Hasta que la OMS vetó a las empresas de tabaco en las negociaciones gubernamentales no se logró avanzar en este tema", recuerda Anna Pérez, investigadora del Instituto de Desarrollo Sostenible y Relaciones Internacionales (IDDRI). Pérez señala que, además, "la empresa que ha ganado el concurso para gestionar la comunicación de la COP30 es Edelman, la propia empresa de comunicación que trabaja para Shell en Brasil".
El principal objetivo de esta COP30 de Brasil es impulsar finalmente la implementación del Acuerdo de París, después de una década negociando el reglamento y la letra pequeña de ese pacto. "Esta implementación debe hacerse ya a escala de país, pero la ONU quiere ver qué más puede hacer" para propiciarla y supervisarla, explica Pérez. Ya tiene fórmulas, como el mecanismo de transparencia creado por el Acuerdo de París para supervisar el cumplimiento de los planes nacionales (o NDC) presentados en la ONU. El Acuerdo de París no fija cifras vinculantes y deja a la voluntad de cada país presentar los compromisos que crea oportunos, "pero estos compromisos sí que son vinculantes una vez se presentan", afirma Alcaraz. Además, desde ese mismo año el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ) ha dejado claro, en una sentencia histórica, que cumplir el Acuerdo de París es una obligación legal de los gobiernos. Aviso a los navegantes: se les puede penalizar si no lo cumplen.