Moda

10 años de la gran tragedia del 'fast fashion': ¿ha cambiado la industria?

El derrumbe de un edificio con fábricas textiles en Bangladesh en 2013 causó la muerte de más de 1.130 personas

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L'edifici Rana Plaza después de su derrumbamiento el 24 de abril del 2013.

BarcelonaEl 24 de abril del 2013 el edificio Rana Plaza –en las afueras de Dacca, la capital de Bangladesh– se hundió en pocos segundos. Los avisos sobre las grietas descubiertas en el inmueble de ocho pisos donde había varios talleres textiles habían sido ignorados. El día anterior se había ordenado a los trabajadores que volvieran al trabajo a pesar del estado alarmante de la estructura. No había sindicados y la amenaza de perder una parte del sueldo los forzó a volver a entrar en las fábricas. El accidente causó la muerte de más de 1.130 personas, a pesar de que según las entidades que diez años después todavía luchan para que se respeten los derechos humanos en la industria del fast fashion se habría podido evitar desde un principio. La tragedia del Rana Plaza no era la primera que se producía en este sector ni fue la última, pero las imágenes dieron la vuelta al mundo y supusieron un golpe durísimo a la imagen pública de las grandes multinacionales de la moda y las condiciones laborales de sus trabajadores.

La campaña Clean Clothes (Ropa Limpia) identificó al menos 29 marcas que habían trabajado recientemente con una de las cinco fábricas situadas en el edificio, entre las cuales Mango, El Corte Inglés, Benetton, Primark y The Children's Place. Inmediatamente después del derrumbe se activó el Acuerdo sobre los Incendios y la Seguridad en los Edificios de Bangladesh, un pacto jurídicamente vinculante entre firmas de moda y sindicatos del país para aplicar las medidas necesarias y evitar nuevos derrumbes e incendios, a través de inspecciones independientes y formaciones en prevención de riesgos. Lo acabaron firmando cerca de 200 compañías, también algunas que no habían estado implicadas en la tragedia como Inditex y H&M. Pero otras se negaron a firmarlo, como Decathlon, Ikea, Levi's y Amazon. También se creó un fondo para compensar económicamente a los supervivientes y a las familias de las víctimas, aunque algunas de las marcas implicadas nunca llegaron a pagar.

"El hecho de que [el episodio del Rana Plaza] fuera tan grande provocó que ya no se pudiera pasar por alto y aumentó la presión de la sociedad y las organizaciones. Ya se sabía, pero salió a la luz lo frágil que era todo el sistema: aquellas personas no eran libres porque no pudieron decir que no y volvieron a entrar en el edificio para continuar trabajando", recuerda Judith Talvy, responsable de la campaña Ropa Limpia en Setem Catalunya. La entidad ha organizado este lunes a las once de la mañana un homenaje en el Arc de Triomf de Barcelona para recordar a las personas que murieron y para reivindicar que una década después el sector textil todavía tiene muchas asignaturas pendientes. "Sin más libertad sindical no puedes conseguir muchas de las otras mejoras y falta más transparencia, que se puede conseguir con más regulación", afirma Talvy.

¿Cómo ha cambiado la industria en estos diez años desde la tragedia del Rana Plaza? El profesor de Esade Alfred Vernís insiste en que el acuerdo de Bangladesh comportó una oleada de cambios y obligó a "las compañías más serias" a ponerse las pilas en materia de prevención de riesgos y transparencia. Después de este primer compromiso han llegado otros, porque este año el pacto –que se tiene que renovar periódicamente– se ha extendido al Pakistán, donde hace dos semanas murieron cuatro bomberos durante un incendio en una fábrica textil. "El sueldo mínimo continúa siendo un problema", reconoce el académico. También en Bangladesh porque, a pesar de que los sindicatos han ganado fuerza negociadora, los empresarios locales también amenazan con el argumento de que una mejora de las remuneraciones haría que las grandes multinacionales de la moda que fabrican sus colecciones cambiaran de emplazamiento. Además, desde el derrumbe de hace diez años el fast fashion ha sumado nuevos países productores como Etiopía y Camboya y han irrumpido en el tablero de juego compañías como el gigante chino Shein, que ya ha recibido informes en los que se denuncian las condiciones laborales de sus talleres.

¿Qué han hecho Mango, Inditex y H&M?

Contactadas por el ARA, algunas de las principales marcas de moda rápida defienden sus adelantos en la última década para evitar más casos como el del Rana Plaza. Mango era una de las compañías que trabajaban con algunas de las fábricas situadas dentro del edificio, e indican: "[desde el accidente] Nuestra compañía, así como toda la industria textil y el sector, hicieron un cambio de mentalidad uniéndose para analizar en profundidad las causas y mejorar las condiciones laborales de los trabajadores". Así pues, destacan el progreso logrado con el acuerdo de Bangladesh y recuerdan que recientemente también firmaron el del Pakistán. Además, sacan pecho de haberse convertido a finales del 2022 en "la primera gran empresa de moda en España" que publica la lista de sus fábricas Tier 3, es decir, las relacionadas con los proveedores de materiales como tejidos y fornituras, después de haber hecho lo mismo con las de primer y segundo nivel.

Inditex asegura que intervino "desde el primer momento" para ayudar a las víctimas y a sus familiares y que participó de manera activa en las iniciativas surgidas a raíz del derrumbe. El grupo fundado por Amancio Ortega insiste en que el 49% de las fábricas donde se confeccionaron sus piezas el año pasado estaban situadas en países como España, Portugal, Marruecos y Turquía. "Todos los fabricantes y proveedores que forman parte de la cadena de suministro de Inditex están sujetos a un estricto código de conducta que establece estándares de obligado cumplimiento en materia de derechos laborales, salud y seguridad del producto y aspectos medioambientales", indican fuentes de la empresa. Y remarcan que el año pasado llevaron a cabo más de 20.000 auditorías a sus proveedores.

H&M dice que sus "pensamientos están con los afectados por el trágico accidente de Dacca de hace diez años", aunque reitera que la firma sueca no tenía producción en ninguna de las fábricas de ropa afectadas. "El accidente del Rana Plaza puso de manifiesto la necesidad urgente de establecer un acuerdo, uno de los primeros entre marcas mundiales y sindicatos que se unieron para mejorar la seguridad contra incendios y en los edificios en la industria de la confección en Bangladesh. Gracias a esto hemos visto mejoras significativas en todo el país. De cara al futuro, tenemos que continuar trabajando juntos como industria para garantizar los derechos y la seguridad de los trabajadores", se limita a afirmar.

Fashion Revolution es otra de las entidades que, como Ropa Limpia, continúa denunciando los vicios de la industria textil. "El Rana Plaza marcó un antes y un después y dio mucha visibilidad, pero se han continuado produciendo accidentes. El mundo va muy deprisa y hay nuevos desafíos como por ejemplo los riesgos de salud por el uso de productos químicos", explica Nadège Seguin, responsable de la organización en España. La campaña Good Clothes Fair Pay está recogiendo un millón de firmas de ciudadanos europeos para exigir a las empresas de moda "sueldos vitales" para los trabajadores del sector. Aun así, Seguin recuerda que hay que continuar haciendo un ejercicio de toma de conciencia sobre dónde y cómo se fabrica la ropa que nos ponemos cada día. El mensaje para los consumidores lo tiene muy claro: "Compra menos, escoge mejor y haz que dure".

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