Patrimonio de agua dulce

Agua limpísima en una ciudad industrial

La acequia Condal

Riego condal de Moncada y Reixach
12/08/2025
4 min

Sí, por la acequia Comtal sigue bajando agua. Lo que más me sorprende es que se ve limpísima. Va a cierta velocidad –lo que hace que su sonido sea claro (incluso ahora que la maquinaria del soterramiento de la línea R2 de tren trabaja a todo trapo)–. Si concentro la mirada en el agua puedo imaginarme que es de un río del Pirineo, de aquellos que me invitan a bañarme (pero cuando pongo los pies ya no tanto). Ahora bien, si levanto la mirada, el contraste es enorme. Estoy en Montcada i Reixac, en el barrio de Can Sant Joan, urbanizado a partir de los años 20 del siglo XX tanto por los trabajadores del ferrocarril como por los de la fábrica de cemento Asland. Sí, la de "legando a la fábrica de cemento, carril izquierdo señalizado, directo a Barcelona", que descabezó la colina de Montcada para extraer piedra caliza y hacer cemento.

Montcada está en medio como el jueves. Confluyen un montón de vías de comunicación (automóviles, tren, metro...). Es una ciudad industrial enganchada a Barcelona (aunque pertenece al Vallès Occidental). Y, sin embargo, tiene terreno fértil. Coinciden los ríos Besòs y Ripoll, la riera de Sant Cugat, y más rieras, torrenteras, acequias y fuentes.

Años atrás, el agua de Montcada gozaba de mucha popularidad: era fresca y pura. "Los médicos barceloneses recomendaban que se bebiera agua de sus fuentes –de la desaparecida y venerada Font del Ferro, por ejemplo– porque, afirmaban, tenían excelentes propiedades medicinales", me explica Marcel Olivé, arqueólogo y vecino del municipio, que durante muchos años trabajó en el Museu Municipal de Montcada. Es un gran entusiasta y conocedor de la acequia Comtal.

En 1914 una feroz epidemia de fiebre tifoidea golpeó Barcelona. El origen fue la contaminación de las aguas de la Mina Baixa, procedentes de Montcada (construida en los años 20 del siglo XIX, la Mina Baixa hacía llegar agua de Montcada a las fuentes de Barcelona). El consistorio barcelonés prohibió beber de las fuentes de Barcelona que manaran agua proveniente del Besòs, y las marcó con una cruz roja. Pero la "bondad" de estas aguas, reconocida durante siglos, y la creencia de que aquella prohibición obedecía a intereses particulares, hizo que muchos desobedecieran y siguieran bebiendo.

Marcel ha venido preparado con un haz de fotografías antiguas. Me muestra una del Besòs, de la década de los 70, cuando este río era el vertedero del Vallès. No se ve agua: todo está cubierto de espuma. "Algunos recuerdan que cuando se veía agua tenía un color –y un olor– cada día diferente, en función de la fábrica que vertía el producto que rechazaba”, explica Marcel.

Hemos empezado la visita a la Casa de la Mina, construida en el siglo XVIII. Ahora acoge un casal de mayores. Debajo de la casa, bajando por una escalera interior, se puede ver "donde empieza todo": el agua que proviene de las entrañas de la tierra, por un canal con techo de bóveda de ladrillo, donde tiempo atrás había un barquero que se encargaba de su mantenimiento. Esta mina, que recogía aguas freáticas de los ríos Besòs y Ripoll, sustituyó al sistema de captación tradicional de la acequia Comtal. A través de una esclusa, derivaba las aguas del Besòs, un río que a veces bajaba escuálido, ya veces salía de madre (las "besosadas").

Iniciamos la caminata riego abajo. En un pequeño primer tramo el agua circula a cielo abierto. Se irá tapando y destapando, la acequia, a lo largo del recorrido. No sé si ahora hay algo menos de agua que en la época medieval, pero Dios ni siquiera la que baja.

"¿Ves la colina de Montcada? –me dice Marcel–. Era un punto estratégico, la última barrera natural antes de entrar en el llano de Barcelona. No es de extrañar que en lo alto hubiera un poblado íbero. Se edificó un castillo, el castillo de los Montcada. Si estaban en desacuerdo en alguna cuestión con el conde de Barcelona, los señores Montcada– a los barceloneses". Tener el grifo del agua significaba tener poder.

"La acequia Comtal es la infraestructura hidráulica de origen medieval más importante vinculada a Barcelona. Fue una iniciativa del conde Mir (siglo X) para manejar los molinos harineros, y también para abastecer agua a los artesanos tintoreros y los curtidores de pieles, y, subsidiariamente, para regar los campos de cultivo. No fue hasta mucho más tarde". beber", me explica Marcel cuando pasamos por la calle Reixagó, paseo peatonal que es la columna vertebral del barrio de Can Sant Joan. Justo debajo pasa la acequia Comtal. "La acequia era un espacio de encuentro y de recreo: se lavaba la ropa, se hacían bautizos, se pescaba... Algunos niños de familias con pocos recursos, que no iban a veranear, aprendían a nadar", comenta Marcel. Nos detenemos frente a un tramo del canal en el que hay un grupo de gente que camina –el agua les llega hasta las rodillas–; hay dos niños con gafas y patos. ¡Como si estuvieran en una cala de la Costa Brava!

Llegamos hasta los huertos de Vallbona, en Nou Barris, generosamente regados por la acequia Comtal. Un poco más adelante, en el nudo de la Trinidad, la acequia desagua en el Besòs.

Me encanta repasar el mapa de Barcelona y encontrar nombres de calles que tienen que ver con el agua: el Torrent de l'Olla en Gràcia, el arroyo Blanco en L'Hospitalet, frontera con Barcelona... Pero es en el barrio de la Ribera donde hay más. ¿Quiere buscarlos? Allí pasaba la acequia Comtal, y claro, la vitalidad del barrio que construyó Santa Maria del Mar habría sido mucho menor sin el agua que venía de Montcada.

Un canal medieval de 12 kilómetros: de Montcada i Reixac hasta el mar

A inicios del siglo I antes de Cristo, para garantizar el suministro de agua a la futura colonia de Barcino, las autoridades tuvieron que elegir entre tomar agua del Besòs o del Llobregat. Se decantaron por el primero, porque para extraer, conducir y distribuir el agua del Llobregat hacia Barcino había que ir bastante arriba para encontrar desnivel. No será hasta 1817, con el canal de la Infanta, que Barcelona empezará a aprovechar el agua del Llobregat.

Más adelante, en época medieval, se construyó la acequia Comtal. Esta acequia hace un recorrido de unos 12 kilómetros, de Montcada hasta el mar (desembocaba en un punto entre donde ahora se encuentran Parque de la Ciutadella y la estación de França).

La primera referencia documental de la acequia Comtal es del siglo XI. Pero algunos hallazgos arqueológicos en la plaza de las Glòries indican que su construcción podría ser bastante anterior, hacia los siglos VIII y IX. Se conservan muy pocos tramos con agua –sólo el que va de Moncada a la Trinitat–. Algunos se han preservado –sin agua–. Es el caso de lo que puede verse en el antiguo mercado del Born.

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