Patrimonio de agua dulce

Agua prodigiosa

Caldes de Boí

Vista aérea del balneario de Caldes
28/08/2025
3 min

Arte románico, naturaleza y aguas termales hacen un combinado imbatible en Caldes de Boí. Ahora bien, de estos tres elementos, lo primero que atrajo a visitantes al valle fueron las aguas. Familias de la burguesía barcelonesa empezaron a frecuentar Caldes de Boí cuando las iglesias románicas del valle aún no eran Patrimonio Mundial –ni interesaban mucho– y no había jeeps que subieran montaña arriba con turistas de todo el planeta. Esto ocurría cuando no había automóviles, o eran muy escasos. Barceloneses acomodados iban hasta Pont de Suert en coche de línea y después, por un camino de tierra, con un burro, y un montón de paquetes, subían hasta Caldes, donde se instalaban un montón de días –en algunas ocasiones con criada incluso–, a "tomar las aguas" ya hacer cuidados y reposo. Estaban una quincena, una novena (nueve días) o más.

Me explica todos estos detalles Jordi Pascual Pascual, de casa de la Donsa de Erill la Vall, junto a una de las fuentes más populares de Caldes, la fuente de la Tartera, de la que mana agua sulfatada cálcica a 42 grados de temperatura, con zinc y silicio. Se llama fuente de la Tartera por el gran pedregal granítico por donde fluye.

Jordi ya venía de pequeño caminando –o en coche si debía llevarse agua–, y ha continuado viniendo a menudo. Éste es uno de sus rincones preferidos del valle.

Lo primero que me ha sorprendido de esta fuente es que dice "Sólo por beber". Es curioso, porque el rótulo más habitual en las fuentes es "Agua no potable". Es decir, al revés.

"Hace años la cantidad de gente que visitaba esta fuente era tan elevada que tuvieron que poner este texto. Muchos se bañaban un buen rato, con bañador a los hombres y bikini a las mujeres, y se hacían largas colas. Personas con psoriasis, herpes en la piel, palmadas de las abejas... que ponían la herida por el chorro de agua" explica. "Un hombre venía cada año. Había perdido carne en una pierna, por un accidente militar, y ese agua milagrosa le regeneraba la herida y hacía resurgir nueva carne", explica Jordi. "Te deja la piel muy fina", añade.

Ahora bien, beber ya cuesta más... por su fuerte hedor de huevo podrido, aunque es muy "depurativa". Si te bebes bastante al cabo de cinco minutos ya estás eructando –el aliento es de huevos podridos– y al cabo de un cuarto de hora, si empiezas a caminar haces ventosidades con la misma olor de la fuente. "Mala mala, fuera del vientre".

"Siempre se le ha considerado la mejor agua del balneario de Caldes de Boí. Hasta hace poco todas las mañanas se servían vasos con esta agua a los clientes del Hotel Manantial, directamente en sus habitaciones", comenta Jordi.

Por todas partes hay agua, en Caldes de Boí. Desde hace un montón de años se embotella el agua mineromedicinal. Cerca del río, que siempre baja con fuerza, hay unas cuantas piscinas. Las grandes son de agua cálida, y la pequeñita, de agua bien fría (¡normalmente no hay nadie!). La gracia es empezar mojándose a la pequeña, y después disfrutar del agua cálida, observando el monte majestuoso. Por cierto, no es necesario alojarse en el Hotel Manantial para acceder a las piscinas ni a los servicios termales que ofrece.

El Hotel Manantial ofrece duchas diversas, además de otros "tratamientos", como fangoterapia y estufas naturales (pequeñas saunas excavadas en la montaña: el vapor natural y los minerales dan un efecto terapéutico). El tiempo máximo de estancia de estufas naturales es de 10 minutos. Se puede entrar con una palangana de agua fría, para refrescarse la cara y el cuerpo. Así, en lugar de 10 minutos, aguantes 12.

La estancia en Caldes de Boí se ha ido popularizando. Pese a la barrera de los precios, hay gente de toda condición social que disfruta de los servicios termales y de las propiedades de las aguas para prevenir o curar enfermedades crónicas (articulares, respiratorias, dermatológicas, del aparato digestivo y, cada vez más, el estrés).

Muchos vienen con bastón y cuando se marchan se le olvidan, porque se han rehecho. ¡Y el Hotel Manantial venga a coleccionar bastones!

'Caldas de Bohí', todavía

En algunos aspectos, Caldes de Boí va a la baja. O no se ha actualizado. Tengo esa sensación al entrar en el magnífico patio porticado del Hotel Caldes –heredero de la hospedería fundada en 1732–, tiempo atrás lleno de tiendas. Había una peluquería muy apreciada. De esos comercios no queda ni uno. Ahora bien, vale la pena entrar en el patio para acceder a la capilla de la Virgen de Caldes. Por otra parte, en varios lugares leo «Caldas de Bohí», en castellano. Nadie ha tenido ánimo de catalanizarlo.

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