'Un año, una noche': cómo sobrevivir emocionalmente al atentado de Bataclan

Español establecido en París, Ramón González describió su experiencia como superviviente del atentado de 2015 en la sala Bataclan en Paz, amor y death metal , punto de partida de Un año, una noche, la nueva película de Isaki Lacuesta que también confirma el guion con los indispensables Isa Campo y Fran Araújo. Como en el cine de Claire Denis (a la que se cita explícitamente), la cámara se sitúa a flor de piel de los protagonistas, Ramón y Céline, para coger la manera en la que los atentados los afectan individualmente y como pareja. Con dos intérpretes en estado de gracia, Nahuel Pérez Biscayart y Noémie Merlant, Un año, una noche plasma los respectivos procesos anímicos de los personajes desde el ámbito emocional, pero también del sensorial: se nos transmite desde el gusto reconfortante de un buen desayuno a la inmersión sonora en la noche de los hechos en Bataclan. Las reacciones postraumáticas divergentes de la pareja acaban colisionando, y Un año, una noche se convierte también en un espléndido film sobre la ruptura de una relación amorosa.

Acostumbrado a moverse por territorios más experimentales, Lacuesta enriquece una película impecable como drama para todos los públicos con elementos de distorsión casi vanguardista orgánicamente integrados en la propuesta: la escena casi abstracta con la que se abre la narración, o cómo una instantánea de la realidad a priori bellísima puede esconder el peor de los horrores; el montaje fragmentado (gran trabajo de Sergi Días y Fernando Franco) que plasma la condición inestable, ingobernable, de la memoria; las diferentes variaciones del Lamento de la ninfa, de Claudio Monteverdi, orquestadas por Raül Refree para modular las emociones; el cristal translúcido de la puerta del baño que marca la separación de la pareja, cuando han dejado de ser reconocibles el uno para el otro... Sin rehuir cuestiones socioculturales espinosas como la arabofobia como tentación reactiva, Un año, una noche nos sumerge en la vivencia emocional diversa de sobrevivir a un atentado terrorista; de superar, al fin y al cabo, la irrupción del horror en nuestra vida cotidiana.