Así hace de padre

David Bassa: "En las aulas son habituales los problemas por los 'whatsapps' que se envían los alumnos"

Periodista y padre de Otger y Berenguer, de 13 y 12 años. Fue director de los servicios informativos de Televisió de Catalunya y actualmente dirige el departamento de documentales. Publica con Marta Narberhaus 'Pantalles. ¡Que no te dominen! Guía práctica para saber navegar entre pantallas' (Bindi Books) ilustrado por Kim Amate. ¡Regálelo en Navidad a los hijos!

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BarcelonaEs innegable que todos estamos enganchados al móvil. Las conversaciones discontinuas porque estás hablando y mirando el móvil son más frecuentes de lo que pensamos. Lo tenemos tan interiorizado que no nos damos cuenta y nos decimos a nosotros mismos que “no, en casa, el móvil le miro poco”. Pero si nos grabaran, quedaríamos parados de hasta qué punto le miramos sin darnos cuenta, como un acto reflejo.

Y los hijos ven que somos incoherentes.

— Es un reproche constante el de “¿por qué no puedo mirar el móvil si tú sí lo miras?”. Y aunque les respondas "no estoy jugando, miro cosas del trabajo", su respuesta es automática: "Yo no digo qué miras, sino que estás mirando el móvil". ¡Patapam!

¿Los hijos te hacen preguntas sobre las pantallas?

— Si te soy sincero, las únicas preguntas que me hacen siempre son por qué no puedo aumentarles el tiempo de conexión. Si tienen dudas son básicamente cuando existen problemas de wifi. Nunca me preguntan nada sobre contenidos. A la hora de navegar se sienten totalmente autosuficientes. Lo que sí hacen es reírse de mí porque no conozco a éste o aquél youtuber o tiktoker.

En el libro hable del 'bullying' por WhatsApp.

— Este tema lo hemos vivido de cerca. Es habitual, en las aulas, que haya constantemente problemas para los whatsapps que se envían los alumnos y dónde se ríen de compañeros o de profesores, manipulando las imágenes y haciendo comentarios groseros. Y casi siempre se les escapa de las manos para que el whatsapp acaba saliendo del grupo y se esparce por todo el Instituto, y acaba siendo un problema grave.

Cuando hacía bachillerato, mi hija me contaba que en clase todas las compañeras estaban cabreadas.

— Los problemas generados por los grupos de WhatsApp son muy habituales. Porque al igual que los adolescentes tienen casi pánico de llamarse, e incluso de responder una llamada, a la hora de hablar a través de mensajes siempre tienen ansiedad. Y cuando un compañero no les responde al acto o no les responde como quieren, suben y se generan malentendidos realmente absurdos.

Llegado el caso, ¿cómo actúas?

— En cuanto vemos que hay malentendidos o conflictos, intervenimos para sacarles del bucle en el que entran, para situarlos en contexto, relativizar la inmediatez, subrayar que las palabras escritas no pueden interpretarlas literalmente, porque la verdad es que los mensajes que hacen siempre son cortos y enjutos, no se corresponden para nada a lo que serían conversaciones orales.

¿Qué normas le funcionan en casa?

— Cuando dejamos tener móvil a los hijos, les hicimos firmar un contrato que habla de las aplicaciones que pueden tener, del tiempo de conexión y, sobre todo, de que el móvil no es suyo. El móvil es de los padres, está a nuestro nombre y lo pagamos nosotros. Y, mientras cumplan el contrato, se lo dejamos. Pero la verdad es que la hemos tenido que requisar bastantes veces.

¿En qué aspectos?

— Las normas que más les cuestan seguir son las vinculadas al tiempo de conexión. Y también alguna vez se han descargado aplicaciones que habíamos dejado claro que no podían bajarse. Cuando esto ocurre, se las desconfiguramos. Cuando incumplen normas concretas, la respuesta ya la saben: o desconfiguración o permanecer dos días sin móvil, o toda una semana. También hemos llegado a desconfigurar el televisor. Pero el problema más difícil de gestionar es el tiempo, porque son unos tozudos e incansables negociadores.

Aunque no lo parezca, los hijos suelen tener las antenas paradas.

— Me sorprende, por ejemplo, que mientras tú hablas con otro adulto y ellos están jugando, después, al cabo de un rato, te venden y te dicen “papá, por qué le has contado a la abuela el problema que tuve otro día en el Instituto, si quedamos que no se lo contaríamos a nadie?”. Tienen una altísima capacidad de atención y retención. Están mucho más pendientes de nosotros que nosotros de ellos.

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He descubierto que el mejor momento para hacerles hablar y escucharles es cuando vamos en coche, sin radio, sin podcasts, sin móviles. Es un rato que da para mucho. Entramos en una dinámica distinta. Supongo que hace mucho el hecho de no estar a cara a cara, pero al mismo tiempo estar presentes.

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