Barceló en La Pedrera

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Miquel Barcelo en su exposicion Barcelo Ceramiques en La Pedrera.

Hace un mes, las olas arrastraron a la Costa Brava un fascinante vómito de ver, provocado por la sequía y el calor: miles de medusas de formas, movimientos y colores extraterrestres, modificadas, además, por la lente viva del agua .

En la retrospectiva de la obra en barro de Barceló que ahora mismo se expone en La Pedrera, no supe ver ninguna medusa, pero no excluyo que pueda haber alguna. El muestrario de pescado era rico y variado: rapes, doradas y dentales, manadas, langostas, cangrejos, morenas, peces espada… Tampoco vi ninguna estrella de mar, quizás porque eran peces de pescadería, bodegones de barro iluminados con la intensidad y precisión de una pescadería sensacional, para poder aprovechar la delicadeza de las formas y los colores, la escultura mojada del pez, traído aquí de un mundo a otro, pescado por el artista, humanizado.

Es como andar por debajo de agua entre los peces que nos miran. Es ponerse entre el mundo de la tierra y del agua, donde se mezclan, en un mundo de barro mojado. Todos somos griegos, se titula la exposición, porque espiritualmente venimos del Ática, tal y como venimos corporalmente del barro según la Biblia. Es como si en la barriga de este mar petrificado que es la Casa Milà se hubiera esparcido un yacimiento de barro, un centenar de piezas mágicas, ancestrales y sagradas, el pecio de un transporte cerámico griego.

Para Barceló, la cerámica ha sobrevivido a todo: en la pintura borrada, en el bronce refundido para hacer cañones. Nadie ha perdido el tiempo dedicándose a romper la cerámica, que además puede reconstruirse. Con su humildad, ha sobrevivido al incendio y ha sobrevivido al fondo marítimo, donde se empapa otra vida, se ablanda, se despierta y se confunde con los peces. Todo se hace orgánico porque la envoltura del mar protege y sella, pero también genera, no puede parar de generar porque es de mar, que viene la vida. Una grieta se transforma entonces en el tronco y las ramas de un árbol y todo florece en él. El mar es el alfarero mismo, la raíz atemporal y universal del trabajo con la arcilla, la tierra y el mar, la sirena, otro invento griego.

Entre las columnas y paredes submarinas de La Pedrera, los peces salen de las paredes como entre las rocas de bajo agua, silenciosos, observadores, reflexivos. Un rodaballo derrumbado en el fondo del mar es un rodaballo de cerámica, y un pulpo petrificado de barro también es la Gorgona. Los jarrones parecen cabezas y las cabezas parecen jarrones, y nos confundimos tanto con estos vestigios que allí al fondo, bajo agua, incluso hay calaveras humanas, fuera del tiempo.

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