Carlos Buesa: “No te vas a dormir con una economía del ladrillo y te levantas siendo Dinamarca”

Director general y cofundador de la biotecnológica Oryzon

Júlia Manresa
y Júlia Manresa

"¿Quién ha dicho miedo?" Con esta expresión “típicamente aragonesa”, dice, es como Carlos Buesa le gusta responder a una de las preguntas que más le hacen como presidente y cofundador de Oryzon: la clave para convertir un proyecto de investigación universitario en una empresa que ya cotiza en la bolsa española y que se prepara para dar el salto al Nasdaq, junto a Apple, Microsoft y Facebook.

Hace diez años la biotecnología sólo era cuestión de universidades. ¿Cómo se arranca una empresa en un sector tan verde?

Es cierto que en el sector entonces pensaba que uno spin-off no era ciencia de verdad, que te pasabas en el lado oscuro. Había una resistencia cultural importante, pero al mismo tiempo existía una élite intelectual que empezaba a movilizar iniciativas. Fue entonces cuando surgió el parque científico de Barcelona y la idea de crear una incubadora. También es cierto que empezaba a hablarse de emprendeduría y de biotecnología, pero no te acuestas un día con un país de economía del ladrillo y te levantas siendo Dinamarca: ha tenido que pasar una generación para que ahora empiecen en recogerse los frutos.

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¿Cómo lo han hecho un grupo de científicos para abrirse camino sin contar con referentes y en pleno período de crisis y falta de financiación?

Nacimos como una empresa de servicios, pero nos atrevemos a dar un doble salto mortal y convertirnos en una compañía que produce fármacos experimentales de altísima innovación. También estuvimos a punto de morirnos, pero salimos adelante. En plena crisis, en el 2008 habíamos conseguido una ampliación de capital privado de nueve millones y diez más con ayudas públicas, un dinero que tenían que durar cuatro años, hasta la siguiente ampliación, pero en el año 2012 conseguir más financiación va convertirse en casi imposible. Estábamos a punto de cerrar nuestro primer gran acuerdo pero nos faltaba un poco más para demostrarlo. Hicimos una fuerte reestructuración y una pequeña ronda puente que fue clave para que dos años después los inversores internacionales más especializados nos situaran en el mapa.

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Las 'biotec' catalanas salen del laboratorio

¿Cómo se llama la atención de este tipo de inversores?

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Que Roche nos comprara por 21 millones de dólares dos patentes para desarrollar fármacos contra la leucemia fue el primer gran paso. Fue un revulsivo y nos sirvió para demostrar a los inversores que “estos tíos que hace años que sólo piden financiación pueden ofrecer resultados tangibles”. Nuestro modelo de negocio no es de venta, los inversores saben que nosotros no vamos a repartir dividendos, que es una operación de riesgo y de largo plazo, pero también son conscientes de que con acuerdos como éste nuestro valor se multiplica por mucho más de dos veces . No exagero si digo que desde los inicios lo hemos multiplicado por 50.

¿Pero entre acuerdo y acuerdo pasa un tiempo en el que sigue necesitando inversión?

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Quizás hace dos años que estoy permanentemente de gira. Viajo diez días al mes a Estados Unidos. Posiblemente Oryzon sea la mejor empresa biotecnológica de España y una de las mejores de Europa, pero en EE.UU. hay de todo y de mucha calidad. Por eso debemos hacernos notar constantemente. En una de mis visitas a uno de los fondos más reconocidos de Boston pude comprobarlo literalmente. Tenían mapas en las paredes en las que aparecían enfermedades, vías de salvación y empresas. En el de epigenética Oryzon aparecía varias veces. Pero son fondos extremadamente especializados. Los interlocutores suelen ser tan o más especialistas que uno mismo y contarles tus moléculas se convierte casi en una oposición a cátedra. Tienen miles de millones -Europa está todavía lejos de eso- y sus movimientos están completamente estudiados.

¿Por qué es tan importante conseguir estar en EE.UU.?

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Yo no me levanto cada día pensando en ser más rico. Somos científicos y honestamente pensamos que tenemos unas moléculas que pueden ayudar a mucha gente. ¿Qué hacemos entonces? ¿Hagamos la vivo-vivo y vivimos cómodamente o lo intentamos todo para que tengan el mayor alcance posible? Pero al mismo tiempo, tenemos los 25 años que dura una patente para demostrar que vale la pena comprarla porque es un negocio, y cuando la patente caduca no hay mercado. Por eso necesitamos todos los recursos y debemos pensar a lo grande.