El caso Errejón o la hipocresía política llevada al extremo

Se hace muy difícil pensar en un caso de hipocresía o impostura más extremo que el que ha protagonizado Íñigo Errejón, el político que cara hacia fuera defendía las posiciones feministas más avanzadas y de cara adentro actuaba como un depredador sexual y un maltratador psicológico, si debemos creer los testigos tanto de la única denunciante hasta ahora, la actriz Elisa Mouliaá, como los testigos anónimos publicados. Él mismo, en un comunicado críptico y de un barroquismo intelectual bastante sospechoso, venía a admitir los hechos, por lo que no estamos ante el típico caso de la palabra de uno contra la del otro. El propio Errejón se ha declarado culpable, aunque justificando sus acciones por la presión que supone ejercer la política en primera línea y en el sistema "patriarcal" y "neoliberal". Evidentemente, se trata de disculpas de mal pagador. El sistema puede ser tan patriarcal como se desee, pero al final son las personas individuales, en este caso los hombres, quienes toman decisiones. Y no es cierto que no puedan ejercerse responsabilidades al más alto nivel sin caer en estos comportamientos. La frase "he llegado al límite de la contradicción entre el personaje y la persona" pasará a la historia de la ignominia en la política española.

El caso ha conmocionado a la política española y ha abierto un socavón de grandes proporciones al proyecto de Sumar y, con él, a la mayoría progresista que apoya a Pedro Sánchez. La formación de Yolanda Díaz, así como el Más Madrid de Mónica García, tendrán que explicar muy bien por qué no actuaron antes si, como parece, ya habían recibido informaciones que apuntaban a estos comportamientos. Como casi siempre, los partidos reaccionan tarde y mal ante estos escándalos, y Errejón había logrado una posición de poder y privilegio que le llevó a actuar como si fuera intocable, con las mujeres y también con compañeros de partido. Lamentablemente, este comportamiento es más habitual de lo que parece, pero claro, resulta especialmente hiriente en una persona que hacía bandera del feminismo y la defensa del derecho de las mujeres con leyes como la del sólo sí es sí.

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De ahí que este escándalo pueda tener consecuencias para el gobierno de Pedro Sánchez, que ha visto cómo sus dos principales banderas, la lucha contra la corrupción y el feminismo, han quedado fuertemente manchadas por los casos Koldo y Errejón. Basta con ver cómo la derecha está mojando pan, y cómo los líderes de la izquierda están todavía en estado de choque esperando a conocer (y temiendo) el número total de víctimas. Evidentemente, el PP no puede dar ninguna lección en este tema cuando pacta con la extrema derecha, que niega la existencia misma de la violencia machista, pero sí puede conseguir que el electorado progresista se sienta decepcionado y traicionado por referentes como el que representaba, hasta hace unas pocas horas, a Íñigo Errejón. El cofundador de Podemos quizás no sea del todo consciente del daño que ha hecho, con su comportamiento, a la causa que decía defender.