Enric Ansesa: "Las fachadas de colores del Onyar en Girona se pintaron pese a las presiones"
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GeronaFuera las murallas de Girona, junto a las antiguas canteras, está el estudio de uno de los grandes referentes del arte contemporáneo catalán. Enric Ansesa (Girona, 1945) cultiva desde hace más de cinco décadas su propio lenguaje pictórico, lleno de símbolos, sobre todos los colores del negro. Y sigue a plena actividad, sin delegar nada de su producción, aunque sea clavar cientos de pequeñas agujas. Su caótico y luminoso taller, con unas vistas magníficas de la ciudad, es una atalaya en la que se sigue desde el Canigó hasta el Montseny. "Un antibiótico de amplio espectro", como él mismo le define. Pero no medicina suficiente para mantener el vínculo con la ciudad donde nació. "Siempre he tenido la voluntad de trabajar en Girona, por comodidad y porque se vive bien -explica-. Pero desde hace unos años estoy poco vinculado a Girona por decisión propia".
Crítico con la deriva cultural de la ciudad –"En Girona todo lo que interesa es huir de estudio, porque lo más importante sigue siendo el continente y no el contenido", dice–, ha visto en la apertura de la nueva galería AWL (Airas Wang de Lafée), gestionada por el joven Pepe Baena, la posibilidad de un cierto cambio, una "actualización". Expone hasta finales de mayo, en el primer capítulo de una muestra que también puede verse en otra joven galería de Barcelona: Fuga, dirigida por Maria Costafreda. Dos nuevos proyectos que buscan restituir la obra a menudo poco conocida y poco valorada del autor de la imagen más icónica de Girona: la paleta de colores de las casas del Onyar.
Ninguna placa lo recuerda, pero Ansesa, con la colaboración de Jaume Faixó (1952-1998), ideó la paleta de 39 colores con nombres tan sugestivos como el Gris Niebla, el Tierra de Escudella y el Cendra de Iglesia que han hecho de Girona una ciudad de postal.
El olor a escluso
El diccionario de símbolos de Ansesa, desde el punto y la cruz, pasando por los descosidos, las suturas, las agujas, los horizontes y los pliegos, hasta la caligrafía inventada que nos remite al origen de la escritura en Mesopotamia, no se entendería sin la Gerona franquista donde nació y que la nació. "Yo vengo de una Girona de olor a escluso, la Girona en blanco y negro, de lutos y funerales, del fundamentalismo religioso de los primeros viernes de mes", reflexiona. En este contexto, en una calle del Carme donde las conversaciones se reproducían, como el juego del teléfono, siguiendo a todo el Onyar, del Barri Vell al Cementerio Viejo, Ansesa vivió con una "presión terrible" de adolescente el divorcio de sus padres, que le condujo a dejar el instituto. "Me llevó a un cierre muy grande, y creo que por eso me hice pintor", señala.
ADAG y el negro
"El mundo gerundense tenía una escala de valores culturales muy limitados –recuerda–. Del mundo contemporáneo estábamos muy apartados". Fue a finales del franquismo y en los primeros rayos de la Transición que en Girona hicieron eclosión muchas iniciativas que condujeron en 1976 a la creación de la Asamblea Democrática de Artistas de Girona (ADAG), de la que Ansesa fue parte activa. Uno de sus primeros pasos fue recuperar el nombre de Rambla Llibertat. "Un gran símbolo de señal de cambio", puntualiza. Es durante este período que la obra de Ansesa va abrazando progresivamente cada vez más todas las tonalidades del negro. Hoy en día, uno de sus lienzos tiene una docena de capas para llegar al acabado armónico que quiere descubrir. "Las obras no son más que escáneres de las sensaciones y pensamientos que tiene cada individuo –reflexiona–. Considero al negro como una fuente de energía y potencia".
Las fachadas del río
Para Ansesa, pues, su obra bebe de "la Gerona en blanco y negro", pero la oscuridad es una forma de mostrar todos los colores del Universo. Quizás la muestra más clara de esta intención es el proyecto que culminó hace cuatro décadas con la transformación de la fachada del Onyar de Girona. Las casitas dejaron atrás los colores grises para abrazar una paleta de colores pintada por primera vez sobre una tela de cortina. Lo que poco saben los gerundenses es que lo que hoy en día se ha convertido en la postal de la ciudad fue una decisión muy difícil de llevar a cabo a mediados de los años 80.
"Algún día se darán cuenta de que esto llegó y se hizo de esa manera porque hubo una gente que aguantó hoy en día". Ansesa y Faixó fueron los encargados de escoger la paleta cromática para cada una de las 83 fincas que se rehabilitaron a través del proyecto arquitectónico de Josep Maria Fuses y Joan Maria Viader. Durante semanas, el artista recuerda que cada día a las siete de la mañana bajaba al Onyar para supervisar que los pintores de las fachadas pusieran primero una capa de resina para conseguir que los colores se mantuvieran más tiempo, ya que preferían ir más rápido y optar directamente por la paleta escogida y saltarse ese paso.
La internacionalización
Ahora, con la entrada activa en la década de los 80 años, Ansesa explica que vive una "fase de fijar la internacionalización total" de su obra antes de la muerte. "Todo lo que tiene importancia en el arte es el mercado", asegura, por lo que cree que es "importante" estar encima, tal y como cada mañana se levantaba temprano hace 41 años para que las fachadas del Onyar perduraran hasta hoy. Pero a pesar de los colores del río, hoy sigue pintando de negro.