El Ter es uno de los ríos más "trabajadores" del país. Sólo en el Ter Mitjà (de Ripoll al pantano de Sau) se cuentan 35 fábricas. ¿Todas han dejado de funcionar? Al verlas sin nadie puede parecer sí, pero la respuesta es: no. Ya no transforman algodón en hilo –como hicieron casi todas– con la fuerza del agua, pero con las mismas turbinas hacen electricidad.
Éste es el caso de la colonia Rusiñol, que hoy visito. Es la última del Ter Mitjà que estuvo en funcionamiento para hacer hilo: hasta el año 2010. En realidad dejó de hacerlo durante muchos años, pero un grupo de emprendedores la reactivaron en 1980 como fábrica de hilo.
Sin embargo, las cosas se han puesto difíciles. "Cada vez tenemos menos agua para turbinar, y generamos menos electricidad, y menos ingresos", revela Ernest Claramunt, uno de los socios de la colonia Rusiñol, que la reabrió. "El problema es que la administración incrementa el caudal ecológico, y lo hace a cambio de compensaciones... que nunca llegan", me comenta Claramunt.
Estoy en una enorme nave de la segunda planta, la superior, de la fábrica Rusiñol, situada en las afueras de Manlleu. Mantiene intacta su esencia original. Tiene un montón de elementos típicos de las naves fabriles del Ter: cantos rodados en las paredes, vigas de madera, suelo de cairons, pilares de hierro, aberturas grandes, restos del embarrado... Al verla vacía, también puede parecer que ya no se utiliza. ¡Pero sí se utiliza! "Se hacen bodas y muchas otras actividades. Los extranjeros son los que más la piden", comenta Ernest.
Hacemos un recorrido por los espacios de la fábrica. Tiempo atrás el ruido era ensordecedor. Ahora reina el silencio. Pasamos junto a un rótulo "de época" (en catalán prefabriano, y letras redondeadas, de estilo modernista) que dice "No's permet la entrada" y por una pequeña sala llena de herramientas. Qué bonito que hacen todas bien ordenadas, colgadas en la pared.
"Los obreros no querían que las mujeres trabajaran en la fábrica, y el dueño también tenía reticencias, pero vio que le salía a cuenta... porque les pagaba menos. Al cambiar la selfactina por la continua, la mano de obra femenina se vuelve mayoritaria", me explica Pere Casas, director del Museo del Ter, y recuerda que "los peligros artrosis, acoso sexual...- han sido invisibilizados".
En la comarca hay una tela de araña de caminos de mujeres que iban a trabajar a las fábricas (a menudo en turnos de noche). Y después les esperaba la segunda jornada, la de casa: cocinar, limpiar, cuidar a la familia... De Folgueroles a Roda de Ter, el camino que hacían las trabajadoras era conocido como "el camino de las chinches". Sí, uno de los motes de las mujeres –verdaderas heroínas– era el de chinches.
Estamos en una sala en la que se han reunido un conjunto de máquinas de la fábrica. Aquí los guías del Museo del Ter que realizan las visitas guiadas se detienen un buen rato para explicar el proceso de la hilatura.
Pedro pone en marcha una máquina continua, y al poco se rompe un hilo. Entonces con un freno, que acciona con la rodilla, detiene el huso donde se encuentra el hilo roto, y hace un nudo para continuar hilando. –¿Ves ese aparato que hay sobre las máquinas?– Es el avión, que aspiraba el borrón que se creaba y hacía un aire más limpio, y así se podía trabajar con diferentes fibras de forma simultánea. "El avión se lleva el borrón", se decía.
Me fijo en una caja de cartón en el suelo que dice "Rusiñol Hilados". Ahora voy a hablarles de qué Rusiñol eran.
El río Ter a su paso por Manlleu.PERE TORDERA
Acabamos el recorrido en el Cau Faluga, el antiguo chalet de los dueños, que acogió un restaurante de categoría hasta hace pocos años. Ahora está encerrado. Lástima, porque era un motivo para entrar. Pero yo tengo el privilegio de acceder. "Cae Faluga no tenía ni techo. Estaba en muy mal estado. Toda la fábrica estaba muy destrozada cuando decidimos reabrirla", me comenta Claramunt. "¿Y cómo es que la adquirió?", le pregunto. Se espera a responder y me dice: "Fue una mala idea".
Afortunadamente, en Cau Faluga se conserva la chimenea. El escultor Enric Clarasó, siguiendo el diseño de su buen amigo Santiago (sí, el pintor y escritor, genial, tarambana, bohemio, insolente...), con quien solía salir de caza y compartía taller en Barcelona, esculpió esta espléndida chimenea.
Aquí Santiago mantenía largas tertulias junto al fuego con sus amigos. Y su hermano Albert –quien cogió las riendas de la fábrica, porque el Santiago, el heredero, eligió el camino del arte– hacía reuniones con gente «importante», por su condición de industrial y político de prestigio: llegó a ser diputado y senador", explica Casas. Efectivamente, Albert Rusiñol fue Tarragona, Nacional. Y fue presidente de la Asociación de Fabricantes del Ter.
En el friso central de la chimenea, donde están las cuatro barras que simbolizan el cerebro de Santiago Rusiñol, hay dos símbolos que reflejan el dilema que tenía: en un lado hay una rueda dentada y una lanzadora; de pintor que simboliza el mundo artístico que Rusiñol estaba descubriendo. disciplinas que cultivó Santiago Rusiñol.
A pesar de desvincularse de la fábrica, Santiago Rusiñol estuvo muy vinculado a Manlleu. La fábrica, pintura que muestra el interior de una factoría con mujeres trabajando en telares. Y de Manlleu salió a dar la vuelta en carro a Catalunya, con Ramon Casas y un trabajador de la fábrica-. Sí, rodeó por el país, como yo este verano... en unas condiciones mucho peores.
Una altísima chimenea, por si fallaba el agua
"¿Y cómo es que hay chimenea si la fábrica iba con la fuerza del agua?", pregunto a Pere Casas. "En caso de sequía, el río helado u otros impedimentos, había una máquina de vapor que necesitaba la chimenea para echar el humo", me dice. La alta chimenea está ahí desde el inicio de la fábrica y se mantiene bien derecha.
La fábrica Rusiñol es de las grandes del Ter Mitjà, pero la colonia de los trabajadores era de menor tamaño. En el momento en que vivió más gente eran 80 personas. La mayoría de trabajadores venían andando de Manlleu u otras poblaciones y masías de alrededor.