'EPIC FAILS'

La empresa pirotécnica más antigua de España luce

Marc Amat
y Marc Amat

El 29 de febrero de 2016 la plaza del Ayuntamiento de Valencia estaba llena a rebosar. Nadie quería perderse la mascletá especial que la histórica pirotecnia valenciana Caballer y la marca de cervezas Amstel habían preparado para deslumbrar a los miembros de la Unesco, que entonces estaban estudiando a fondo la candidatura de las Fallas por ser parte del Patrimonio de la Humanidad. “Esta mascletá pasará a los anales de la historia”, avanzaba Vicente Caballer, propietario de la pirotecnia, horas antes del espectáculo. Las cifras eran de escándalo: 100.000 petardos y más de 100 kilos de pólvora. Cuando Alicia Moreno y Sofía Soler, las falleras mayores de la ciudad, proclamaron a dúo que empezara la mascletá, durante cinco minutos el espectáculo ensordeció a todo el mundo. El éxito de crítica también fue atronador.

“Hemos vivido un momento histórico”, explicaba excitado Pere Fuset, entonces concejal de Cultura Festiva del Ayuntamiento de Valencia. Caballer también estaba contento. “Cada mascletá es como un hijo y hemos trabajado muy intensamente”, recalcaba. Esa mascletá también era especial por otra cosa: significaba el regreso de Pirotecnia Caballer a la emblemática plaza del Ayuntamiento, después de dos años sin disparar. En 2015, y después de 70 años encargándose de ello, la empresa había renunciado a ella denunciando que los presupuestos del Ayuntamiento de Valencia no eran suficientes para garantizar un espectáculo de calidad. "Nunca nos ha importado perder dinero y lo hemos dado todo por Valencia, pero los costes son muy grandes", decía entonces Caballer. Era un síntoma del principio de muerte de la pirotécnica más antigua de España.

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Nacida en 1880 y después de tres generaciones, Pirotecnia Caballer había logrado hacerse respetar en todo el mundo. Con Vicente Caballer a la cabeza, la compañía había empezado a exportar ya recoger logros. Habían trabajado en parques temáticos como Disneyland, se habían encargado de la pirotecnia de eventos como la Expo 92 de Sevilla o la inauguración de la Ciudad de las Artes de Valencia y habían logrado acumular cinco premios Júpiter, los Oscar de los fuegos artificiales. A Caballer ya se le conocía con el apodo El rey de la pólvora. Y, para poder seguir creciendo, la empresa pidió un préstamo al Instituto Valenciano de Finanzas (IVF) por comprar tres terrenos en el pequeño municipio de Llíria por casi 4millones de euros para poder realizar un nuevo centro de producción adaptado con las últimas novedades del sector. Pero la jugada no les funcionó.

Con la llegada de la crisis, la bajada de los encargos de las administraciones públicas y la creciente competencia de los productos pirotécnicos made in China les estaban complicando las cuentas. A finales de 2016, Pirotecnia Caballer empezó a hacer aguas. El IVF reclamó a la empresa una ejecución hipotecaria para reclamar la deuda que la compañía había contraído después de solicitarle el préstamo y que, según Levante, ascendía a 4 millones de euros. Tan sólo unos meses después la empresa solicitó un concurso voluntario que la conduciría hasta la liquidación y cierre, a mediados de 2018.

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La lección

“Hay que analizar continuamente si el modelo de negocio sigue siendo viable –dice el economista Sílvia Holgado–. Pirotecnia Caballer pudo diversificarse en servicios pero también en clientes, intentando no depender tanto de la administración pública”. Y añade: "También hay que vigilar con los costes fijos que se asumen".