Joan-Lluís Lluís: "En la época romana, las mujeres eran mercancías que pasaban del padre al marido"
BarcelonaHay pocos autores de la literatura catalana contemporánea que sean capaces de trasladar a los lectores, libro tras libro, a realidades tan diferentes y alejadas como las que propone Joan-Lluís Lluís. Después de viajar hasta la Nueva Caledonia del siglo XIX de El navegante (2016) y de plantear la ucronía del asesinato de un dictador muy conocido en Jo soc aquell que va matar Franco (Proa, 2018), se ha marcado otro reto mayúsculo. En Junil a les terres dels bàrbars narra la vida de una chica del siglo I dC que emprende una odisea hasta los confines del Imperio Romano acompañada de tres esclavos a los que se irán añadiendo más prófugos. Es el primer libro de Lluís para Club Editor, que en los tres años próximos recuperará tres novelas de la producción del autor nacido en Perpiñán en 1963.
¿Qué pasará si algún lector coge esta novela como una ficción histórica?
— Como mínimo lo sorprenderá. Junil a les terres dels bàrbars pasa a principios del siglo I dC, pero no es una novela histórica. Al género lo marcan demasiado los hechos y los datos, y yo necesito mucha libertad. Quiero poder inventar cosas. De hecho, es lo que hago con Ovidi.
Ovidi es el poeta que Junil descubre –y de quien se enamora– gracias a Tresdits, el esclavo copista de la librería donde la chica trabaja pegando hojas de papiro.
— La idea de la novela salió mientras leía sobre Ovidi, que pasó de ser el gran poeta vivo del momento a ser un miserable desterrado a Tomis. Lo que me interesaba más es que no se sabe exactamente por qué motivo pasó esto. Él se moría de ganas de volver a algún lugar donde se hablara latín...
¿Hay algún libro que te ayudara especialmente?
— El que me gustó más fue Una vida imaginaria, de David Malouf, centrado en los años de exilio del autor. Empecé a dar vueltas sobre cuál sería mi Ovidi, y se me ocurrió que haría una novela sobre él sin que apareciera. Fue entonces cuando pensé en una chica, Junil, que sería una especie de fan del poeta hace más de 2.000 años.
No es la primera vez que escribes sobre una sociedad politeísta. Pasaba en Cròniques del déu coix (2013), donde reseguías la vida de Hefest, dios del fuego, durante 25 siglos.
— Es una etapa que me alimenta mucho, un mundo donde se mezcla la historia, literatura y mitología: tantos siglos después nos cuesta discernirlas...
Junil tiene una pureza especial.
— Junil de vez en cuando se me escapaba, como personaje, y cuando esto me pasa me gusta. Escribo las novelas rápidamente y las reescribo muy poco a poco. Esta debe de ser la que me ha costado más versiones: tengo 27, en el ordenador. Reviso tanto porque nunca estoy contento de lo que he hecho, e incluso cuando el libro está publicado lo seguiría retocando.
Volvamos a Junil. No es la primera protagonista femenina de un libro tuyo.
— No. La elección de un hombre o una mujer depende de la coherencia del relato. Junil es joven, y una de sus características es la virginidad. En la época romana, las mujeres eran mercancías que pasaban del padre al marido.
Ella no tiene a su padre en gran concepto y todavía menos al hombre que tiene que ser su marido.
— En la novela, la virginidad es una plusvalía.
Por razones que no explicaremos, Junil emprende un viaje arriesgado, con el sueño de encontrar a Ovidi, hasta el llamado mundo bárbaro. La novela cuestiona esta palabra.
— Sí. ¿Quiénes son los bárbaros y quiénes son los civilizados? Es una pregunta que nos podemos hacer sobre el siglo I dC pero que también es muy pertinente si pensamos en la actualidad.
A la expedición de la chica y los esclavos se va añadiendo gente.
— He creado una microsociedad utópica: esto lo he pensado después de escribir la novela. Los fugitivos quieren llegar hasta Arcadia, y son un grupo sin dirigente, donde manda uno u otro en función del momento. Hay unas palabras de Proudhon, el filósofo anarquista, que siempre recuerdo: "La única autoridad aceptable es la que nace de una competencia personal". Sin saberlo he escrito una historia libertaria.
Muchas novelas tuyas tienen en común el amor de los personajes por la palabra.
— No es una decisión voluntaria y consciente, pero quizás tiene un origen autobiográfico. Descubrí la literatura a los 13 años, en el marco de una familia donde no existía. Esto me cambió la vida. Tres años después empecé a leer literatura catalana: en casa solo había hablado en catalán con mi padre. Un año más tarde decidí que quería ser escritor, y me costó mucho tiempo llegar a publicar el primer libro.
Junil a les terres dels bàrbars reivindica también la importancia de la literatura oral.
— Pongo al mismo nivel la literatura oral y la escrita. En el siglo primero representaba el 99,9% de la literatura. La Ilíada, el Patufet y Caperucita roja tienen la misma dignidad que una historia escrita. Todos los personajes de la novela, incluso los más analfabetos, se alimentan de literatura. Los humanos somos animales de ficción. Nuestra historia es la de cómo encontramos comida, cómo no morimos de frío, cómo resistimos a gente hostil... y cómo nos explicamos todo esto.
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