Cómic

'Ethel y Ernest': historia de un matrimonio y de un país

Reseña del cómic de Raymond Briggs que relata con ternura el matrimonio de sus padres

Barcelona“¡Ernest, mira, mira! ¡Un cuarto de baño!”, dice Ethel a su marido, que contempla con la misma incredulidad los lujos de la casa que acaban de comprarse por 825 libras y una hipoteca a 25 años. Es 1930 y la pareja empieza una vida juntos con el optimismo natural de la generación nacida en las postrimerías de la era victoriana, a la cual le tocó vivir una época convulsa de guerras mundiales y transformaciones sociales pero también de gran progreso tecnológico y cultural. Ernest y Ethel, de hecho, parecen representar la tensión entre el idealismo de una clase obrera que reclama su lugar en la sociedad británica (Ernest) y los valores conservadores de una nación intrínsecamente clasista (Ethel). Pero los protagonistas de esta tierna y personal novela gráfica publicada por Blackie Books no son arquetipos sociológicos, sino los padres del autor, Raymond Briggs, uno de los grandes narradores gráficos del Reino Unido, creador de clásicos del libro ilustrado infantil como El muñeco de nieve o Papá Noel pero también de una de las novelas gráficas más importantes del siglo XX, la emotiva Cuando el viento sopla, publicada en 1982 y magníficamente adaptada en el cine el 1986. Cuando el viento sopla explora un escenario realista de guerra nuclear desde el punto de vista de un entrañable matrimonio de jubilados británicos que siguen en todo momento las instrucciones de las autoridades para protegerse de un enemigo invisible que, inevitablemente, acabará con ellos.

Los padres de Briggs fueron inspiración para los protagonistas de Cuando el viento sopla, pero Ethel y Ernest también adaptada en forma de largo animado– es directamente la historia de su relación desde que un día se saludan por una ventana –ella es trabajadora doméstica en una casa buena, él un lechero que pasaba en bicicleta por delante– hasta la muerte de los dos, solo separadas por unos meses. Un matrimonio de más de cuatro décadas forjado en las pequeñas alegrías y dramas, lleno de comprensión, confianza y el amor compartido por un hijo que les hace sufrir por su manía de estudiar bellas artes, donde, como todo el mundo sabe, solo hay “peludos, alcohol y mujeres desnudas”.

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Briggs captura maravillosamente la atmósfera doméstica de las clases trabajadoras con un trazo desdibujado –como los recuerdos de infancia– y unos diálogos conyugales que son pura tragicomedia cotidiana, una partida de ping-pong eterna y sin ganador en la que se mezclan la ingenuidad y la sabiduría popular. Pero las páginas que dejan sin aliento son aquellas en las que el autor dibuja la muerte de sus padres, con una emoción pura, entre el lirismo y la crudeza, que hace saltar las lágrimas.