La Europa del 9-J es muy distinta a la del 2019
Si en Cataluña se había vivido una especie de aceleración de la historia con el Proceso, la Europa de los últimos cinco años también comparte esa sensación. La pandemia, primero, y la invasión de Ucrania por parte de la Rusia de Putin, segundo, han cambiado la forma de pensar de los europeos, tal y como ponen de manifiesto los últimos Eurobarómetros. De ser una sociedad confiada y pacifista, hemos pasado a tener una creciente preocupación por la defensa, pero también por los efectos de la inmigración o el cambio climático. La experiencia de la presidencia Trump (2016-2020) pasa también factura y los europeos ya no confían tanto en los estadounidenses para sacarles las castañas del fuego. Todo ello hace crecer pulsiones en apariencia contradictorias. Por un lado, crece el apoyo a la OTAN ya una mayor integración europea para ganar en autonomía estratégica, pero por otra es muy visible un repliegue nacional y una cada vez mayor oposición a la llegada de inmigrantes de países del Tercero Mundo.
Lo cierto es que nada volverá a ser igual después de la invasión de Ucrania por parte de Rusia. Es una guerra como las de antes, con líneas de frente y armamento pesado, donde buena parte del material militar lo estamos suministrando a los europeos para parar los pies a Putin. Los países del Este, pero también cada vez más el resto, son muy conscientes de lo que supondría dejar caer a Ucrania, lo que ha hecho crecer la conciencia de que Europa necesita también ser una potencia militar si quiere tener alguna relevancia en el tablero internacional y no ser objeto de chantaje y extorsión por autócratas como Putin.
De alguna manera, la amenaza que suponen tanto Rusia como China ha despertado a Europa de su sueño post Segunda Guerra Mundial y le obliga a tomar decisiones importantes. De ahí que sean tan importantes las elecciones del próximo 9 de junio, donde en función de las mayorías que se dibujen en el Parlamento Europeo tendrán más fuerza unas tesis u otras. En este sentido, la mayor amenaza es el crecimiento de la extrema derecha, que puede frenar la aplicación de la llamada Agenda 2030, retrasar los planes para implantar energías renovables o poner bastones en las ruedas a los avances de la lucha feminista , por ejemplo.
Es evidente, sin embargo, que la mejor manera de enfrentar todos estos desafíos será siempre más Europa y no menos. Desde Catalunya se ve claramente cómo son los viejos estados nación los que ponen más obstáculos a la integración europea, temerosos de perder sus cuotas de soberanía, mientras que las regiones aspiran a tener una interlocución más directa con Bruselas y buscan sinergias por crear prosperidad. Después del 9 de junio, la Unión Europea debe dar un paso adelante para ser un actor internacional de primer orden, vencer las resistencias de los estados y nacionalismos de corto vuelo, y construir una Unión que sea verdaderamente operativa.