Infertilidad

Marta Puig, 'Lyona': "La fecundación 'in vitro' ha sido el peor proceso de mi vida"

BarcelonaLa ilustradora y realizadora Marta Puig, más conocida como Lyona (Esparreguera, 1979), está a punto de parir (si no lo ha hecho ya) a su hija Ramona. En su último libro ilustrado Madr¿eh? (Random Comics), la autora de SexOh! relata su propio proceso de reproducción asistida. Lo hace con humor, pero también expone de manera muy cruda el impacto físico y emocional de los tratamientos de fertilidad, los motivos que nos llevan a atrasar la maternidad hasta los 40 años, la falta de educación sexual y reproductiva o el desconocimiento de enfermedades como la endometriosis.

¿De dónde surge la necesidad de escribir este libro?

— Cuando empecé a hacer el tratamiento de fertilidad me di cuenta de que desconocía muchos temas relacionados con la reproducción y con nuestro cuerpo. ¿Cómo puede ser que estemos tan desconectadas de nuestro cuerpo? Y también lo escribí porque, a pesar de hacerlo en pareja y tener a familia y amigos apoyándome, es un proceso en el que te sientes muy sola.

¿Por qué?

— Porque es muy difícil explicar todo lo que sientes: la frustración, el miedo, los nervios... Ha sido el peor proceso de mi vida. Si no lo vives es muy difícil entenderlo, no hay nada que me haya removido tanto como esto. Las pruebas, la hormonación, la extracción de los óvulos, estar pendientes de si han fecundado o no... Es una inquietud constante. Y pensé que estaría bien hacer un libro para hablar de ello con naturalidad, para acompañar a personas que lo estén viviendo o para prevenir que las mujeres lleguen a este punto. Hay cosas como por ejemplo que la reserva ovárica disminuye con la edad que yo desconocía. También estaba totalmente desconectada del ciclo menstrual y el mensaje que te llega de joven es que te puedes quedar embarazada siempre y tienes que tener miedo de las relaciones sexuales.

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¿Por qué crees que falta esta información?

— No se nos educa ni se nos explica todo esto. Ahora cada vez se hace más, pero en mi generación había mucho desconocimiento. En las redes hay comadronas que están haciendo mucho trabajo hablando del ciclo menstrual, de la fertilidad..., pero es muy triste que no lo encuentres en la educación o que cuando vas a la ginecóloga no te lo expliquen bien. Yo, por ejemplo, siempre había dicho a mis médicos que quería ser madre y que me miraran si estaba todo bien y siempre me decían que sí. Y, de repente, me diagnostican una endometriosis a los 37 años.

¿Tenías síntomas de endometriosis?

— Sí, mucho dolor de regla, desde siempre. Hasta el punto de desmayarme y tener que ir a urgencias.

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¿Habías normalizado el dolor?

— No es que yo lo normalizara, es que los médicos lo normalizaban. Me decían que aquel dolor era normal y que me tomara un ibuprofeno y que me fuera a casa. He ido de consulta en consulta y me daban visita cada seis meses y yo con un dolor que me incapacitaba. Era muy frustrante. No fue ni el ginecólogo quien me diagnosticó, sino un traumatólogo, porque tenía mucho dolor en las lumbares y en una resonancia magnética vieron que tenía un foco de endometriosis. Hasta los 37 años no me dijeron que era endometriosis y que, además, afecta a la fertilidad. Ven que tengo una reserva ovárica muy baja y me dicen que quizás no podré tener hijos con mis propios óvulos. Y te preguntas: ¿cómo he llegado a este punto si toda la vida he estado diciendo que quería ser madre? Daba por hecho la fertilidad. Sabía que podía elegir ser madre, pero no había pensado nunca en que no podría.

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¿Te habías puesto algún límite?

— Llegamos a hacer tres extracciones de óvulos y, de hecho, yo no quería llegar a tanto. Habría hecho dos y ya está. Pero lo fuimos hablando con mi pareja y dijimos: "Va, un último intento". Y llegamos a tres, que ya es bastante. Pero sí que había dicho que si la transferencia del embrión no iba bien lo dejábamos allí. Para mí, ese era el límite. La ovodonación no la veía clara. Y no quería volver a pasar por eso porque ha sido un año de una montaña rusa emocional muy intensa y me planteaba adoptar o acoger.

¿Cómo impacta en la relación de pareja?

— Afecta mucho. Antes de hacer la FIV (fecundación in vitro) estuvimos intentándolo durante un año, y te das cuenta de que tienes sexo para quedarte embarazada y esto acaba haciendo daño a la pareja. Es aquello de "ahora toca". En mi caso, además, nos llevamos bastantes años de diferencia y mi reloj biológico presionaba mucho más. Y él lo ha hecho un poco por mí y, en el fondo, eso no es sano. Porque es un proceso tan duro que hay momentos en los que los dos no estáis en el mismo punto. Hay un momento en el libro en el que yo le pregunto "¿Hacemos otra extracción?" Y él me dice: "Es tu cuerpo". Y es verdad. Al final, eres tú quien vive todo esto, toda la carga la llevas tú, pero esto tampoco ayuda a que el otro llegue a empatizar porque tampoco es fácil, porque no lo está viviendo como lo estás viviendo tú.

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La reproducción asistida todavía es tabú. ¿Lo has vivido así?

— Cuando empezamos y lo comenté, hubo amigos que me dijeron: "Nuestro hijo también es in vitro". Y yo decía: "¿Cómo puede ser que no me haya enterado?" Hay una mezcla de vergüenza, de aceptar que hay un problema cuando es una cosa muy natural, y, después, también creo que es para no preocupar a los demás y si no va bien no tener que explicarlo y afrontarlo. Al final, decidí explicarlo. Esto se tiene que normalizar y visibilizar porque si no ¿encima me tengo que comer todo este dolor yo sola? A mí lo que me ha salvado es tener una red de amigas, mi familia, gente que se preocupaba, con quien podía hablar y con quien podía llorar. Y el libro también quiere ser este personaje: alguien que haga estar menos sola a la persona que lo está viviendo.

¿Te ofrecieron ayuda psicológica durante todo este proceso?

— Nada. Me la busqué yo y he estado yendo a la psicóloga. Pero, por parte de las clínicas, no hay ayuda psicológica, y te sueltan bombas que tú tienes que asumir y procesar. Y la pareja tampoco puede asumir este peso.

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A menudo parece que un tratamiento de fertilidad sea atravesar la puerta de la clínica y salir con un bebé en brazos, y tú explicas de forma muy cruda todos los detalles de un proceso que puede ser muy duro.

— Para empezar te tienes que hormonar y pinchar y la extracción de óvulos te dicen que es una operación sencilla pero te quedas una semana tocada. Pero lo peor, para mí, no es a nivel físico sino emocional. Los nervios... Y muchas veces te hablan de temas que no entiendes y lo tienes que ir investigando. Hay poca información.

¿En algún momento pensaste en si todo esto lo hacías porque realmente querías ser madre o por la presión social para serlo?

— Esto es un tema. Desde siempre se cree que la mujer para ser mujer tiene que ser fértil y tener hijos. Pero yo desde muy pequeña quería ser madre y creo que también es –y esto en el libro se ve– por la relación que tengo con mi madre. Me ha gustado tanto vivir esta relación que yo deseaba tener una cosa similar con mi hija. Y esto es lo que me ha llevado a no querer perderme este tipo de relación.

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Le dedicas el libro.

Al final es una carta de amor a mi madre. Hemos tenido una relación muy bonita.