Salud

Cientos de urgencias al año por cirugías estéticas en el extranjero: "Casi me matan"

Cirujanos alertan de un aumento de pacientes atendidas por operaciones 'low cost' realizadas en clínicas de Turquía y América Latina

En el mundo se calcula que hay 25 millones de personas que viajan al extranjero para operarse y un tercio son por cirugías estéticas
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BarcelonaVuelos, estancia en un hotel de cinco estrellas y una cirugía por 2.500 euros. Ofertas low cost como éstas inundan TikTok e Instagram y van acompañadas de fotografías de pacientes aparentemente satisfechas que han logrado un vientre plano o unos glúteos y senos firmes y voluminosos en clínicas privadas de Turquía, Brasil y Colombia. El turismo estético de bajo coste está en auge y se centra en captar sobre todo a mujeres de entre 18 y 40 años que desean operarse el cuerpo, pero que no quieren o no pueden costearse una cirugía en Catalunya –donde los precios son entre dos y seis veces más elevados–, o seducidas por una agresiva campaña de marketing médicos de supuestos circo. Pero a menudo este negocio tiene un precio a pagar demasiado alto: el de la salud.

Fuentes de la Sociedad Catalana de Cirugía Plástica Reparadora y Estética (SCCPRE) estiman que, anualmente, cientos de personas –llegan a hablar de cerca de un millar– acaban en las urgencias del sistema sanitario catalán con complicaciones de salud derivadas de cirugías estéticas en el extranjero, sean un hospital entre 24 y 48 horas, por ejemplo, por la retirada de un implante contaminado o el tratamiento de una infección agravada por una falta de seguimiento médico o por el viaje en avión. De hecho, algunas pacientes son derivadas directamente desde las pistas del aeropuerto, uno o dos días después de la operación, con hematomas en el vientre y con riesgo de morir si no son atendidas de inmediato. "El Hospital de Bellvitge es el que posiblemente más de estos pacientes recibe por la proximidad a El Prat, en torno a uno al mes", afirma el presidente de la SCCPRE, Jordi Mir.

En el mundo se calcula que hay 25 millones de personas que viajan al extranjero para operarse y un tercio son por cirugías estéticas, y Mir es tajante: el turismo estético aumenta entre un 15% y un 25% cada año y Navidad es una época de alta demanda. Pero lo que la mayoría de clientes no saben, dice, es que realizar una intervención en el extranjero triplica las complicaciones graves –algunas potencialmente mortales– y hasta un 50% de las mujeres operadas necesitan ser atendidas en el sistema sanitario para salvarles la vida o para minimizar las secuelas derivadas de una operación chapuza. La SCCPRE también ha detectado que las pacientes vuelven de las clínicas extranjeras sin medicamentos profilácticos de trombosis y que cogen vuelos inmediatamente después de operarse.

Es el caso de Mariami Mezvrishvili. Llegó en febrero del 2024 a las urgencias del Hospital de San Pablo de Barcelona en ambulancia y con una infección muy grave en el abdomen. Entonces tenía 22 años y llevaba menos de una semana viajando a Estambul para hacerse una lipotransferencia a los glúteos –consiste en extraer la grasa del abdomen e inyectarla en las nalgas– y un aumento y elevación de los senos. "No hacía ni 24 horas que había llegado a Barcelona que me llevaron directamente a semicríticos. Esa misma noche me operaron de urgencia, tuvieron que intubarme y estuve en coma una semana. Esa clínica turca casi me mata", recuerda.

"Recortes" en seguridad

Según los resultados de una encuesta entre cirujanos estéticos en Catalunya, Turquía se ha convertido en el destino más popular del turismo estético de bajo coste, pero la experiencia de los 150 profesionales en activo en el país indica que hasta un 56% de las intervenciones son arriesgadas. "En Europa el riesgo que se acepta es del 5%, un 10% como máximo", ejemplifica Mir. Mariami asegura que su intención al elegir Turquía no era abaratar costes. Meses antes, había comparado varias opciones y encontró el trabajo de una cirujana que le convenció, por lo que se puso en contacto con una asesora de la clínica para conocer los detalles del procedimiento. Los vuelos, el hotel y ambas intervenciones le salían por un total de 6.000 euros, el precio de una liposucción en Catalunya. Por último, la joven decidió operarse allí.

Mir alerta de que el abaratamiento de costes debería ser una señal de peligro, ya que "el recorte" irá en detrimento de la seguridad de las instalaciones, la técnica quirúrgica y la tecnología. "Turquía y Colombia a menudo tienen bacterias multirresistentes endémicas", añade. El jefe clínico del servicio de cirugía plástica del Hospital de Bellvitge, Oriol Bermejo, admite que el goteo de estas pacientes en la pública se ha intensificado en los últimos cinco años y que al menos una vez al mes deben derivar una en la UCI. Mayoritariamente son mujeres y aproximadamente el 85% tendrán secuelas estéticas. "Con las cirugías de bajo coste, que realizan una captación de clientes casi fraudulenta, se ha banalizado totalmente lo que supone pasar por un quirófano", lamenta, y alerta de que es "totalmente diferente" lo que venden las clínicas de lo que finalmente acaban ejecutando.

El plan de Mariami era tomar el vuelo el 31 de enero, operarse el 1 de febrero y aterrizar en Barcelona el 4 de febrero. En total, se estaría en Estambul dos noches en el hospital y dos en el hotel. "Me llevaron al hospital sobre las siete de la mañana, me hicieron unas analíticas y en 30 o 45 minutos la doctora me vio, me dibujó y me envió a quirófano", resume. Antes de eso, la interacción con la cirujana fue nula y quedó muy sorprendida. Pero eso era sólo el principio de una pesadilla. Ya en la sala de operaciones y cuando la empezaron a sedar, a le pareció ver "gente vestida de calle y sin mascarilla". "Aquello me asustó y me planteé escapar", recuerda. Además, la asesora le aseguró que la operación duraría unas cuatro horas, pero se prolongó ocho horas y media. Y cuando despertó, la doctora no la visitó. De hecho, nunca la volvió a ver más. Toda la seguridad y confianza que la clínica le había ofrecido meses atrás se había desvanecido de repente.

"Cuando vuelvo al hotel, ya me encuentro fatal: muchos mareos, no podía andar, fiebre muy alta... Me recetaron un antibiótico y empecé a tomarlo, pero lo vomitaba. No podía comer nada", explica Mariami. Desde la clínica le prometieron una enfermera que cuidaría de ella, pero la atención que recibió, dice, fue de mínimos. "No me los drenajes y no quería ayudarme a ducharme. Tenía mucha fiebre, los labios pálidos, blancos, no podía moverme... Y me decía: «Es normal». Pero yo sabía que no era cierto", lamenta. Al día siguiente tenía los vuelos para volver a Catalunya, y tuvo que subirse al avión en silla de ruedas. "Sentía que me iba a desmayar todo el rato, pero por suerte pude volver a casa. Si llego a quedarme un día más, habría muerto", afirma.

Sin seguimiento médico

El sistema sanitario público catalán atiende a pacientes como Mariami en el momento de la urgencia, pero no soluciona las secuelas como las cicatrices, las irregularidades o los hundimientos de la piel. Esto debe hacerse en la sanidad privada. "A la paciente le acaba saliendo mucho más caro que si se hubiera operado aquí de entrada", advierte Mir. El cirujano Francesc Mora, que ha atendido a Mariami, explica que una parte muy importante de la práctica médica es palpar a la paciente. "Hay que ver cómo está, si hay líquido o no, cómo están las heridas, cómo evoluciona ella. Sin embargo, la mayoría de cosas no se pueden diagnosticar ni controlar y de ahí provienen los problemas", afirma.

Para la dietista y nutricionista y miembro del Grupo de Trabajo TCA y Tratamiento Psicológico de la Obesidad del Colegio Oficial de Psicología de Cataluña (COPC) Andrea Arroyo, en la sociedad actual los retoques estéticos han dejado de ser una excepción a ser una norma. "Se ha establecido el mensaje de que la imagen natural ya no es suficiente y la presión estética que recibimos especialmente las mujeres se ha agrandado. Ahora se ha normalizado cumplir los 40 años y operarse para parecer que tienes 30", expone. La psicóloga señala que "el ideal de belleza" femenino está cambiando y si antes se presionaba para estar delgada, ahora lo es estar delgada pero voluminosa o fito. Pero tras ello, indica, hay un negocio "basado en la violencia y que no se esconde de querer explotar la insatisfacción de las personas". "Te venden una operación como si fuera ocio y no como el procedimiento con una serie de riesgos que verdaderamente es", alerta.

Mariami dice que está recuperada del todo, pero que todavía tiene algunas cicatrices. "Lo que me hicieron fue un destrozo, la verdad. Cuando salí del hospital y me vi el cuerpo lleno de cortes y cicatrices quería morirme. Agradezco a Dios por haberme dado otra oportunidad de vivir", dice. El doctor Mora le ha recomendado que no se haga otra cirugía, pero que puede probar algunas tecnologías para mejorar la apariencia de las cicatrices. "Esto es lo único que me haré. He hecho mucha terapia y me acepto tal y como soy", asegura entre alabanzas por el sistema sanitario público. "He viajado mucho, pero como la sanidad de aquí, nada", asegura. Mariami no denunció la clínica porque no tiene contactos en Turquía, no habla turco y todo el proceso era caro. "Pero la gente debe enterarse de lo que pasa", afirma. La dirección del hospital le ofreció volver a operarla gratis si se pagaba los vuelos o darle 1.000 euros "para quitarse las cicatrices". "Sería de locos volver a operarme en un sitio donde casi me matan", denuncia.

En los últimos cinco años, el problema se ha focalizado en Turquía, pero hace una década estaba en Colombia, Brasil o República Dominicana. La Priscilla se operó los senos y el abdomen en Brasil, de donde es originaria, hace ocho años. "Ambas cosas me costaron 2.000 euros y me dijeron que el postoperatorio era muy sencillo", explica. Inicialmente, las prótesis mamarias fueron un éxito, pero en el abdomen le apareció una bolsa e irregularidades que no se detectaron porque el cirujano no le hizo ningún seguimiento postoperatorio. "Solo me indicaron que llevara una faja durante tres meses y que me cuidara las cicatrices", recuerda.

Hace unos meses, sin embargo, en una visita médica le encontraron que las prótesis mamarias también estaban rotas, y en diciembre deberá operarse para retirarlas. También se intervendrá para resolver los problemas que le surgieron en el abdomen. "En ese momento yo tenía 28 años y era más barato viajar y operarme en Brasil que en Barcelona. Pero me da vergüenza enseñar la barriga y me preocupa tener problemas en los pechos. Me miro en el espejo y me veo mal, y entré en el quirófano para verme bien", dice.

La Priscilla quiere enviar un mensaje a otras mujeres que se planteen viajar para operarse el cuerpo para reducir gastos: "No lo hagáis. Puede parecer muy bonito, pero lo que te ahorras debes acabarlo pagando después o incluso con la salud; puedes acabar en urgencias. En Catalunya hay muy buenos cirujanos: en otro país".

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