Una financiación singular, una negociación singular

La demanda de una financiación singular para Catalunya se está produciendo en el marco de una negociación igualmente singular, fruto de un resultado electoral en el que no hay mayorías claras y en el que quien tiene la sartén por el mango (ERC) está en una situación realmente delicada: ha experimentado un fuerte bajón en votos, está en busca de un nuevo liderazgo con el partido dividido y tiene en sus manos una disyuntiva endemoniada (hacer Isla presidente o ir a unas elecciones letales para los propios intereses) . Quizás por esta situación de debilidad, los republicanos quieren una negociación rápida y clara, con julio como fecha límite para alcanzar un preacuerdo.

Todo esto hace que el momento sea muy incierto, como –hay que no engañarse– también lo es la posibilidad de dar un salto adelante en el autogobierno en términos de recaudación de impuestos y de condonación de la deuda, dos reclamaciones históricas para poner fin a una financiación insuficiente que lleva décadas lastrando la viabilidad del gobierno de la Generalitat. Pero nada es descartable. No hace tanto también parecía imposible desescalar la represión y pactar una ley de amnistía. De hecho, la propia secretaria general de ERC, Marta Rovira, recién regresada de un exilio de más de seis años fruto de este acuerdo de amnistía, es quien ahora pilota las conversaciones y es quien tiene prisa por llegar a un acuerdo. ERC no quiere una negociación agónica.

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¿Y qué necesitan los socialistas? El marco político estatal es el mismo: el gobierno de Pedro Sánchez necesita los votos de ERC y Junts para seguir vivo con el apoyo de la mayoría plural. Por el momento ha hecho de la necesidad virtud, tomando riesgos para avanzar en la desescalada represiva. La oportunidad, pues, está ahí. Ahora con la financiación. La alternativa es ir a elecciones anticipadas en Catalunya, un mal negocio sobre todo para ERC, pero que tampoco le conviene al PSC, que aunque repitiendo victoria podría quedar más en manos de Junts; ni a los de Puigdemont, que podrían crecer a expensas de los republicanos, con lo que se quedarían sin los socios naturales para sumar una mayoría independentista. Además, alargar la inestabilidad catalana podría provocar mayor debilidad en la Moncloa y dar alas al acoso de la derecha y la ultraderecha. Por tanto, tanto para el independentismo como para los socialistas tiene sentido buscar un entendimiento.

¿Tendrá, pues, el PSOE la osadía de encontrar una fórmula singular para Catalunya y de hacerla aceptar al resto de autonomías? Por el momento, este lunes, en el marco del Consejo de Política Fiscal y Financiera, el rechazo a la propuesta catalana ha sido general, tanto por parte de los gobiernos del PP como de los socialistas. El acuerdo no será fácil de alcanzar ni vender. Y el tempo marcado por ERC es corto. Dicho esto, los pocos indicios que han trascendido de la negociación son positivos, pero no existen muchas pistas ni concreciones, un secretismo prudente que, en la versión optimista, querría decir que se está negociando en serio. Si, efectivamente, saliera un acuerdo que diera la presidencia a Isla a cambio de una financiación singular como uno de los pilares, supondría un muy relevante salto adelante en términos prácticos de autogobierno para Cataluña.