Gaza necesita que las conversaciones por la tregua avancen
Ya nos hemos acostumbrado casi a las terribles imágenes de las muertes y la destrucción en Gaza. Cada día se repiten los vídeos de niños muertos o heridos entrando en hospitales que ya hace tiempo que han perdido ese nombre, de edificios destruidos y de niños buscando comida entre los escombros. Sin embargo, ayer se marcó un punto de inflexión. El ministerio de Sanidad de Gaza, que forma parte del gobierno de Hamás en la Franja, hacía pública la cifra de más de 40.000 muertes violentas desde el inicio de la ofensiva israelí en revancha por los más de miles muertos del 7 de octubre. Es una cifra estimada que no incluye todos los cadáveres que todavía están enterrados bajo los escombros, y que algunas fuentes cifran en más de 10.000, y según varias fuentes son datos que se alejan de la realidad porque los fallecidos podrían ser todavía muchos más.
La prestigiosa revista médica The Lancet estimó recientemente la cifra en unos 186.000 muertos desde el inicio de la guerra y advirtió de que era una cifra conservadora. Los datos oficiales se basan en los fallecidos que llegan a los hospitales, pero hay mucha gente que no llega. Sin embargo, la situación en la Franja es muy dramática y la falta de observadores internacionales hace que sea complicado tener cifras fiables. Sin embargo, las imágenes hablan por sí mismas y nadie puede poner en duda el nivel de destrucción y muerte, que es perceptible desde los satélites, y queda claro que más del 60% de los edificios han sido destruidos.
Es en este contexto, y en el de la tensa espera de la anunciada represalia por los asesinatos del líder de Hamás Ismael Haniyeh y del comandante de Hezbolá Fuad Shukr, que Israel hizo en territorio de Irán y del Líbano respectivamente , que empezaron ayer en Doha las conversaciones para intentar llegar a una tregua y un acuerdo de paz. Se trata de llegar a un acuerdo lo antes posible que evite que el conflicto escale más y se convierta en una guerra abierta en la región entre Irán y sus aliados e Israel y los suyos.
Es un objetivo muy difícil, porque hasta ahora, a lo largo de estos diez meses de conflicto, apenas se logró una pequeña tregua de una semana. Ahora, a partir del plan que presentó en mayo el presidente de Estados Unidos, Joe Biden, se trabaja para conseguir un acuerdo en tres fases que permita el retorno de los rehenes, sobre todo de los vivos, pero también los cadáveres de los fallecidos, a cambio de prisioneros palestinos, la retirada de las tropas israelíes de la Franja, y que finalmente se avance en la reconstrucción.
Es un plan que ninguna de las dos partes ha aceptado del todo, y en el que han ido introduciendo condiciones, muchas veces imposibles, que han hecho que la otra parte se niegue a sentarse en la mesa. De hecho, en la mesa propiamente dicha no están ambas partes, que sólo dialogan a través de intermediarios. Pero lo que cuenta es que unos y otros finalmente han aceptado el contacto y eso abre un pequeño resquicio de esperanza. No será fácil, y las posibilidades son escasas, pero tanto las familias de los rehenes como los cerca de dos millones de civiles que apenas sobreviven en Gaza confían en que la presión de los aliados de unos y otros acabará dando frutos. Quizá sea su última oportunidad.