La hora de la reunión Sánchez-Puigdemont
Hace un año el presidente del gobierno español, Pedro Sánchez, aprovechó la copa de Navidad en la Moncloa para adelantar que estaba dispuesto a reunirse con Carles Puigdemont. En ese momento todavía no se había aprobado la ley de amnistía, pero sí la investidura. Un año después ni esa reunión se ha producido ni la amnistía, aunque aprobada, se está aplicando a los líderes del Proceso a causa del boicot de la judicatura, en especial el Tribunal Supremo. Por este motivo, el expresidente Puigdemont se quejó en una entrevista en TV3 el 17 de diciembre de que a él no se le había aplicado ni la amnistía judicial ni la política, ya que ni Sánchez ni Salvador Illa se habían reunido con él . Y este lunes, a las puertas de una nueva Navidad (el octavo que el expresidente pasará al exilio), ambos han abierto la puerta a reunirse con ellos.
Pero en esta cuestión lo que hace falta es pasar de las palabras a los hechos. Resulta desalentador que un año después uno de los temas de discusión pública sean unas reuniones que deberían haberse producido con total normalidad. Con Puigdemont, pero también con Oriol Junqueras, que son los líderes de dos partidos clave para la estabilidad del gobierno español y con los que existe una interlocución fluida. Se puede argumentar que hasta ahora para Sánchez una reunión con Puigdemont tenía un elevado coste político, pero eso también ha cambiado, porque hoy en día incluso el PP negocia y llega a acuerdos con Junts de forma habitual en temas en los que pueden coincidir , tales como la fiscalidad o las políticas de vivienda. Por este motivo, el jefe de la oposición, Alberto Núñez Feijóo, no está legitimado para criticar un posible encuentro del presidente español con Puigdemont, ya que él también ha normalizado su relación con Junts, un partido que no hace mucho pretendía ilegalizar .
Esta fotografía permitiría pasar página, aplicar esta amnistía política de la que habla Puigdemont, cerrar heridas y poder centrar los esfuerzos de todos en las cosas que más interesan a los ciudadanos. Al fin y al cabo, también les conviene a ambos por pragmatismo. Para Sánchez, se trata de reunirse con dos socios de investidura y unos partidos clave para sacar adelante cualquier medida. Y para Salvador Illa sería reconocer la figura del expresidente en el exilio como líder legítimo de la oposición, en tanto que presidente de Junts, y en Junqueras como socio preferente. Este reconocimiento simbólico e institucional es necesario tanto para dar credibilidad a la política de "reencuentro" de Sánchez como para afianzar unas relaciones personales que acabarán siendo claves en todo este proceso. Para Sánchez e Isla es importante ponerse en la piel de alguien que lleva siete años sin pisar su casa, así como de alguien que ha pasado más de tres años en prisión. Sin una mínima empatía y confianza mutua será imposible construir algo sólido. Y en Madrid ya sabemos que hay muchos intereses para que esa relación, y en consecuencia la legislatura, naufrague antes de tiempo.