De huir de las deudas a convertirse en uno de los hombres más ricos de Europa
Xifré Casas se fue a Cuba ahogado por los créditos de su padre y acabó triunfando como empresario
Un banquero catalán pasea por Manhattan con la seguridad de que le confiere haber triunfado en la vida. Estamos en 1830 y el banquero es Josep Xifré, un hijo de Arenys de Mar que ha hecho fortuna en el Caribe y que la ha multiplicado en Estados Unidos. Pero su historia empieza mucho antes, y no de la mejor forma. De muy joven, en 1789, se embarcó a toda prisa hacia Cuba huyendo de los acreedores de su difunto padre, que le persiguían para tratar de recuperar las deudas. Y allí se encontró con el paraíso de tantos catalanes que buscaban la tierra prometida de los negocios de alta rentabilidad. Precisamente, algunas de las principales actividades de su padre antes de caer en desgracia estaban en América, por lo que aprovechó las conexiones familiares con el Nuevo Mundo para hacerse un agujero en el ecosistema de los negocios locales. La primera actividad fue en la curtiduría de su tío, que llevaba años instalado en Cuba, una empresa que hizo crecer hasta convertirla en un rico monopolio. Su olfato único para los negocios y su carácter emprendedor le llevaron a diversificarse ya implicarse también en los asuntos típicos de los indianos: azúcar, café, alcohol y quién sabe quizás también el tráfico de esclavos.
La acumulación de una gran fortuna y, por tanto, el excedente de capitales que gestionaba, le llevó de forma natural, en 1818, a convertirse en banquero, lo que dio una nueva dimensión en su carrera. Y como el comercio con los vecinos del norte, Estados Unidos, no paraba de crecer, en 1823 optó por instalarse en Nueva York y hacerse un hueco en la élite de la sociedad. Poco antes se había casado con la irlandesa Judith Downing, hija de su agente en la ciudad Thomas Downing, y justo llegado a la ciudad fijó en 343 de Greenwich Street como base de sus actividades. Allí conoció al gran banquero Peter Harmony (o Harmong, que en realidad era un inmigrante español llamado Pedro Gimeno), que le introduciría en los negocios bancarios y también inmobiliarios. Consciente de su triunfo, le dieron ganas de volver a pisar tierras catalanas, de modo que en 1830 hizo una excursión para rodear por toda Europa con estancias frecuentes en Barcelona, que sería su destino definitivo a partir de 1840.
Con los negocios al otro lado del Atlántico todavía brotando generosamente, destinó buena parte de su fortuna a iniciativas de carácter social y benéfico. En Barcelona se hizo construir su residencia -que también eran las oficinas, así como apartamentos de alquiler- en lo que hoy es un edificio muy conocido al que la mayoría de gente se refiere como "los porches de Xifré", donde ahora está situado el mítico y casi bicentenario restaurante 7 Portes. El edificio, levantado entre 1836 y 1840, está cargado de simbología masónica y tiene el curioso honor de ser -junto con la vecina Lonja- el primer edificio del Estado que aparece en una fotografía (un daguerrotipo de finales de 1839 ).
Una de las entidades en las que Xifré se implicó fue la Caja de Ahorros de Barcelona y Monte de Piedad, de la que fue el primer presidente desde 1844, el mismo año que se creó el Banco de Barcelona gracias a un joven Manuel Girona Agrafel, influido precisamente por Xifré. En otro orden de cosas, financió las investigaciones heterodoxas de Mariano Cubí en el terreno de la frenología y el magnetismo animal.
La muerte le llegó en 1856, cuando ya era uno de los hombres más ricos de Europa, cuyo patrimonio ya antes de traspasar subía por encima de los 120 millones de reales. Su única descendencia, Josep Xifré Downing, no tuvo el mismo empuje comercial y prefirió vivir una vida diletante, con el coleccionismo como pilar central. Vivió buena parte de su vida en París pero, sin embargo, la fortuna no menguó: se implicó en el ferrocarril Barcelona-Mataró (el primero del Estado si obviamos Cuba), el sumergible de Narcís Monturiol y la compañía explotadora del canal de Suez, esta última por influencia de Ferdinand de Lesseps, que había vivido en los soportales de Xifré mientras era cónsul en Barcelona.