Vecinos de Jabalia, en el norte de la franja de Gaza, transportan el cuerpo de una mujer muerta en un ataque israelí.
06/01/2024
2 min

La brutal y arrolladora revancha del Estado de Israel contra el grupo terrorista Hamás ha provocado un drama humanitario palestino con más de 22.000 muertes –el 70% mujeres y menores de edad–, cientos de miles de desplazados y dos millones de personas sin hogar –el 60% de los edificios están destruidos– ni comida, agua y medicinas. Un panorama de dolor y desolación que está dejando a Israel cada vez más aislada ante la opinión pública internacional.

El bloque occidental, aunque con muchas fisuras y dudas, le mantiene el apoyo, con EEUU al frente y Europa dividida. Cada vez le cuesta más justificarse. Las grandes organizaciones humanitarias, empezando por la Cruz Roja, no han dudado en denunciar el ensañamiento israelí con una población prácticamente indefensa, como también lo ha hecho el secretario general de la ONU, António Guterres. Incluso dentro de Israel cada vez se oyen más voces críticas con una actuación que, aparte de ser censurable desde el punto de vista ético, también lo es en términos pragmáticos: acabará generando más inseguridad a sus habitantes.

La obcecación del primer ministro Benjamin Netanyahu y de su gobierno radicalizado sin duda le está dando el control de Gaza, pero a expensas de un futuro muy incierto para su país y para todo Oriente Próximo. Su victoria militar se le está girando rápidamente en su contra. De ahí que la primera propuesta israelí pensando en el día siguiente al conflicto haya sido que una fuerza especial internacional se haga cargo de la reconstrucción de la Franja. Una petición que roza el cinismo y que costará digerir: yo destruyo y vosotros reconstruís. Y una petición que choca con la que ha hecho Suráfrica, que ha denunciado a Israel ante el Tribunal Internacional de Justicia (TIJ): le acusa de cometer genocidio. El juicio empezará este mismo 11 de enero. Suráfrica no es un país cualquiera. Supo acabar con el apartheid y es una potencia emergente junto a los otros BRICS –China, Rusia, India y Brasil–, entre los que ha sido el más activo contra Israel.

Sí, alguien tendrá que reconstruir Gaza para los palestinos, pero habrá que ver qué precio político y económico exige la comunidad internacional a Israel, que con la respuesta atroz que está dando al ataque terrorista de Hamás está perdiendo la legitimidad histórica que le podía restar y que le llevó a ser una de las fundadoras, después del Holocausto, del propio TIJ donde ahora será juzgada. Un pronunciamiento en contra de este tribunal de la ONU puede suponer una nueva presión a la administración Biden para que retire el apoyo a Israel. Netanyahu haría bien en tomarse en serio esta amenaza diplomática y haría aún mejor de detener de una vez por todas el asedio militar inhumano en Gaza. En realidad no se da cuenta, pero Israel ya ha empezado a perder.

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